La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 28/09/2024 00:00
- 27/09/2024 17:57
Partamos rompiendo mitos: los abusos no solo son físicos o sexuales, también existen abusos psicológicos, verbales y emocionales.
La sociedad no suele tener las alertas rojas activas ante situaciones como estas porque presume que todos somos buenos y que, en nuestro entorno más cercano, no existen monstruos.
Usted dirá, amigo lector, “es que yo sé con quién me relaciono”. ¡Cuidado! Este tipo de delito está más cerca de lo que se imagina y, por ponerle un ejemplo, ni soñamos que nuestro hijo o pareja abusa de la persona que hace el aseo en nuestro hogar o que un familiar, compañero de escuela o trabajo esté acosando o molestando a otro.
En este sentido, estudiar y analizar el lenguaje corporal es clave, porque nos dará banderas rojas muy claras e inequívocas, pues, como bien lo he planteado en otros artículos, libros y entrevistas, el cuerpo no le miente al cuerpo, y si observamos podemos ayudar y brindar apoyo a la víctima de forma inmediata y positivamente.
Cuando su instinto, amigo (a) lector(a), le diga que “aquí hay algo raro”, ¡sígalo! Porque el cuerpo es sabio y puede notar cuando algo no cuadra en la línea base de un comportamiento diario, no solo de un(a) niño(a), sino de un adulto.
¿A qué me refiero con línea base? Hay personas que son calladas, introvertidas o inexpresivas, mientras que otras son más habladoras, extrovertidas, risueñas, pero si esta conducta base o común cambia abruptamente, ¡investigue!
Tal vez un(a) niño(a) no esté consciente de que es víctima de abuso; sin embargo, su personalidad y actuar cambiará porque sabe que algo no está bien, sobre todo porque este delito es muy común cuando en el entorno de la víctima hay confianza, cariño, empatía y la víctima no espera que un amigo, padre, padrastro, hermano, profesor, maestro, tío o quien tenga autoridad y cercanía en su vida, sea quien se aproveche de él o ella.
Muchos dicen que siendo un preadolescente, adolescente o adulto puede hablar, denunciar, defenderse o pedir ayuda, y es por ello que cuesta comprender por qué terminan cediendo ante estos depredadores, sobre todo quienes nunca lo han vivido.
Sin embargo, y para hacer docencia, ¿sabía usted, amigo lector que, en el caso de los más pequeños, no tienen biológicamente la capacidad de discernimiento para comprender qué está pasado? Más aún porque hasta los 25 años no se termina de desarrollar el neocórtex prefrontal, que es la parte del cerebro que nos ayuda a diferenciar las cosas que están bien de las que están mal. Antes de juzgar y decir que “fulanita o fulanito se la puso fácil” o “capaz que ella o él quiso”, es importante recordar este detalle de nuestra biología humana.
Es un error garrafal medir a la sociedad con la misma vara con la que rige su vida; si usted actúa ante una situación así de forma fría, calculada y se defiende inmediatamente, le felicito, porque científicamente usted es uno en un millón.
Los depredadores, como rasgo genérico, son manipuladores, maquiavélicos e incluso pueden presentar rasgos psicopáticos, una triada letal, y ello facilita el abuso, hecho que hace convencer o enredar más a la víctima.
Aquí aparecen premios compensatorios como comidas, viajes, juguetes o regalos caros, pláticas “inocentes”, agarradas de mano o abrazos “amistosos”; los más audaces alejan a la víctima de su entorno seguro (aprovechando la confianza) para tener más control y cometer el delito; surgen peticiones verbales como “no se lo digas a nadie”, “mantengámoslo en secreto”, “mi cariño hacia ti es más especial”, “es normal, pero pocos lo entienden, si dices esto tus amigos (as) no lo van a comprender...”.
La víctima puede presentar incongruencias comunicacionales y no necesariamente porque esté mintiendo; le cuento: la incongruencia comunicacional o verbo-corporal no solo se presenta ante una mentira, sino ante hechos que desafían nuestra comprensión emocional. Dicho más claro, un(a) niño(a) puede explicar acciones que pasaron realmente pero que, emocionalmente, no las comprende, por ende, su cuerpo no reacciona en congruencia. ¿Le sorprendería si le digo que muchos adolescentes tampoco saben reconocer este delito debido a la enorme deficiencia en cuanto a educación sexual tanto en el hogar como en el colegio?
Señora mamá, señor papá, científicamente está probado que un(a) niño(a) de menos de 5 años no puede mentir porque no sabe el contexto de la mentira y menos cuando está relacionado al sexo. Así que, Dios no lo quiera, un hijo le dice que le pasó algo, ¡créale!
La comunicación verbal y no verbal sirve para hacer preguntas y aclarar dudas, no para guardar silencio ante cosas que claramente no son normales o comunes en el comportamiento diario de alguien, en especial si aparecen gestos de miedo, asco, disgusto o el comportamiento cambia radicalmente ante X persona, lugares u horas puntuales. Es muy recomendado y positivo que usted o su equipo tomen un curso.
¿En qué le ayudamos a un(a) niño(a) si a la hora familiar no levantamos la cara del celular o pantalla para indagar qué tal le fue en su día? Por esa indiferencia constante es que el bullying, otro delito grave, ha cobrado víctimas sin piedad.
¿En qué beneficia a un adulto víctima de abuso sexual, psicológico o verbal que sea dilapidado, juzgado o criticado mediáticamente?, ¿de qué sirve que le hagamos más víctima de lo que ya es?, ¿de qué sirve que los medios especulen sin tener pruebas?
¿De qué sirve la justicia y la ley cuando pocos abogan por los que no tienen recursos económicos y, peor aún, son tratados con indiferencia sepulcral porque no es fulanito de tal ni pagará X honorarios, o solo porque a algunos “profesionales” del derecho mediáticamente les conviene verse como “héroes”?