“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
Harry Brown: 'Los populistas no se ven a sí mismos como perdedores en una elección, se ven como redentores'
- 24/09/2023 00:00
- 24/09/2023 00:00
El politólogo Harry Brown y su colega María Esperanza Casullo, han identificado tres países en Centroamérica con presidentes populistas: El Salvador, Honduras y Costa Rica. En este sentido se requiere de ciertas características para poder calificar a un mandatario como populista. Una muy riesgosa que menciona Brown es el devenir en un régimen autoritario. La razón es que estos líderes políticos no se ven a sí mismos perdiendo una elección y abandonando el poder, más bien se ven como redentores listos para reparar los males de la nación, sin importar el tiempo que les tome hacerlo. Las ideología no existen en materia de populismo, pueden ser de izquierda o derecha o variar de un lado a otro según ameriten las circunstancias.
De la política criolla, Brown analiza los intentos de alianzas y hasta ahora la ausencia de planes gubernamentales en las propuestas de los aspirantes.
Resulta que cuando María Esperanza y yo empezamos a hablar notamos un vacío de conocimientos en base a la literatura especializada sobre el populismo de América Central absoluto. Hay mucha producción académica sobre el populismo en Sudamérica, en Estados Unidos, en Europa, pero sorprendentemente nos encontramos que sobre Centroamérica no había casi nada. Supondríamos que debería haber experiencias en nuestra región porque se trata de países muy desiguales. Casualmente la desigualdad es una de las características del populismo, al igual que democracias débiles y con altos niveles de corrupción. Uno supone que si en Centroamérica tenemos esas condiciones debería haber populismo, pero no había estudios al respecto.
Hay grados de populismo. En el caso de Nayib Bukele estamos hablando de un populismo real, que cumple con todas las características. En el caso de Costa Rica no es radical como el de El Salvador porque faltan algunos factores. Por ejemplo, no ha violentado hasta el momento, de la misma forma en que se hizo en El Salvador la relación con otros órganos del Estado, no se ha tomado el órgano judicial, como sí ocurrió en El Salvador ni el legislativo donde Bukele tiene la gran mayoría. En Costa Rica no ha pasado eso, pero sí tiene un discurso muy divisivo de la sociedad contra los políticos tradicionales. Ese es el factor principal del populismo, tener un discurso que divide la sociedad en un pueblo virtuoso y otro grupo que normalmente es una élite malvada que ha traicionado ese pueblo.
Precisamente lo que hicimos en la investigación no es justificar el populismo, sino entender cómo surge. Normalmente ocurre cuando hay demandas de la población, no sólo que no están siendo satisfechas, sino que al parecer jamás se van a satisfacer. De esta forma aparece este tipo de liderazgos que le presentan a la sociedad una explicación de cuáles son los problemas y por qué están sucediendo. Parte de la explicación es señalar a un culpable. Ahí tenemos la debilidad de la democracia y la tensión que genera el populismo en nuestros países y por eso no son regímenes autoritarios directamente. La democracia tiene dos partes, la de las instituciones conformada por los tres órganos del Estado con pesos y contrapesos, pero también está la democracia popular, lo que la gente quiere. En el caso de Bukele es tremendamente popular porque está resolviendo un problema de mucho tiempo a la población, pero tensionando a las instituciones. Por eso, a veces no es democrático, pero por otro lado en la democracia popular es muy democrático.
Una de las discusiones más interesantes que tuvimos fue el caso de Nicaragua. Sencillamente Daniel Ortega no entra entre los populistas porque es un régimen autoritario. Ortega no tiene carisma, no divide a la sociedad, por el contrario, tiene un discurso de paz y armonía. No tiene el apoyo popular de su país, eso es muy importante para definir a un presidente populista. Simplemente es un régimen autoritario, sin más.
Exactamente, el populismo no tiene ideología. Puede parecer de izquierdas o de derechas. Incluso los líderes populistas pueden cambiar su signo ideológico según las circunstancias, pero uno puede tener la manera de orientarlo. Hay populismos que pegan hacia arriba, cuando golpean a las élites económicas, a las políticas. Más o menos podemos pensar que son populismos de izquierda. Cuando son de derecha golpean hacia abajo, por ejemplo, a las comunidades LGBT, a los inmigrantes, a los profesores universitarios, como pasaba con Donald Trump. Pero en realidad pueden cambiar muy rápidamente, no son muy rigurosos hacia donde apunta el antagonismo.
Lo más riesgoso es devenir en régimen autoritario. Es una posibilidad real, he dicho que tiene un componente democrático fuerte por la democracia popular que es donde está la tensión. Pero fácilmente estos líderes políticos no se ven a sí mismos como que pierden una elección y se van, se ven redentores. Las elecciones no son suficientes para ellos y buscan quedarse como pasó con Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa, se quedan más tiempo porque ellos tienen que reparar los daños que vive la sociedad. Es la manera que se ven a sí mismos. No son líderes, son redentores y la redención toma tiempo.
Es simplemente un populista. Cuando lleguen las elecciones de 2024, si no las gana y se queda en el poder. Mira, es el presidente más popular posiblemente que del mundo. Mientras tenga esos niveles de popularidad y gane las elecciones, para tener un criterio simple, estamos frente a un liderazgo de corte populista. Cuando pasas a ser como Daniel Ortega, que tiene que arrestar y expulsar a sus contrarios, estamos frente a un régimen autoritario.
Es muy interesante, en el caso de Panamá nosotros estudiamos más de 200 discursos políticos desde principios de siglo XX y lo que pudimos ver es que había una gran particularidad que profundiza el conocimiento sobre los populismos mundiales, que el enemigo externo de los populistas, que suele ser el imperio 'yanqui', en Panamá estaba dentro del país. Ocupaba una franja del territorio, tenía presencia y tomaba decisiones, y eso hizo que nuestra política en general, no solo en los gobiernos de liderazgo político sino en las calles, hubiera un discurso populista muy fuerte que señalara como enemigo a esa zona del Canal de Panamá y a sus aliados internos que eran vistos como traidores. Nosotros aprendimos, nos socializamos políticamente en Panamá buscando enemigos. Imagínate el esfuerzo de un país pequeñito como el nuestro necesitaba ser intransigente para quitarse a ese gigantón, digamos enemigo.
Ahora el enemigo son los políticos y la administración pública medido según las encuestas que pudimos identificar en la población.
Claro, ahí es donde está una de las principales tensiones de la política panameña. Parafraseando a una de mis colegas Yanina Welp, decía que es cierto que la democracia no puede funcionar sin partidos, pero también es cierto que no puede funcionar con los partidos que tenemos. Tenemos que buscar la manera de reformar los partidos políticos, no solo en Panamá, sino en toda América Latina para que cumplan las funciones que deberían estar cumpliendo.
Hay otras investigaciones que hemos estado realizando en el Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales como lo son la manera en articular los discursos de algunos candidatos independientes se parecen mucho a la de los partidos políticos. Son políticos de todas maneras, pueden verse como independientes o políticos civiles, pero son políticos de todas maneras. Creo que el gran reto de la sensibilidad independiente para refrescar el sistema político es institucionalizar su proyecto, va a parecer contradictorio, pero a través de partidos políticos como le pasó a Lombana en 2019. Lo responsable con el país es tener una organización que vaya más allá de un individuo cuando se organiza un partido. Hasta Ricardo Martinelli perdió el partido que fundó, porque el colectivo va más allá de la persona. Lo hemos identificado en el estudio sobre el populismo, el enemigo en América Central para las poblaciones es el neo patrimonialismo o los pactos o consensos. En el resto del mundo no es así, es la tecnocracia es el pluralismo. El neo patrimonialismo significa ocupar el gobierno como si fuera una finca personal. Eso se ve muy claro en el caso de Honduras, por ejemplo.
Es muy complicado y uno lo puede ver en los noticieros que el gran problema de los gobiernos de la administración pública no solo es la mala administración, sino la necesidad de más recursos. Aunque administremos mejor, no tenemos a disposición suficientes recursos para resolver nuestros problemas. Eso tiene que ver con una discusión que tiene que hacer Panamá sobre los impuestos.
(ríe) ¡Exactamente!. La población tiene que exigir que los temas importantes se discutan, que los candidatos que no tienen propuestas claras y contundentes para resolver los problemas de agua, CSS o educación, por ejemplo, simplemente no habría que darle el voto.
Habría que esperar cuando estén los candidatos y planes de gobierno, eso dice mucho.
Lo mismo. Es muy diferente al caso de Hugo Chávez, quien ganó varias elecciones al inicio, no solo eso, sino que en las encuestas que se realizaban en el Latinobarómetro, la población de Venezuela era de las más satisfechas con su democracia. Pero con Maduro no pasa eso, sin más adjetivos, es un régimen autoritario
Mira que eso es muy difícil de saberlo. Una de las preocupaciones que hay en el ámbito internacional es que obviamente el gobierno no es democrático, pero la oposición tampoco lo es mucho. Entonces no hay salidas democráticas sobre la mesa para transitar hacia un régimen democrático.
Por ahora es complicado. No soy experto en Venezuela, pero no se vislumbran.
Es un gobierno de izquierda, difícilmente se le puede calificar de populista. Tiene un proyecto distinto al que tradicionalmente ha tenido la élite colombiana. Está teniendo muchas dificultades al respecto, pero está muy lejos de ser un régimen populista.
Porque estamos experimentando. En un momento de mucho cambio, todas las posibilidades están abiertas. Antes, más o menos, sabíamos que había partidos que no se unían con otros, ahora todas las posibilidades están abiertas.
Le da la posibilidad de obtener más votos tomando en cuenta que no hay segunda vuelta. Lo otro que hay que valorar es que los políticos panameños se hablan. Puede ser que haya matraqueo, pero si la situación fuera distinta, en la que los políticos ni siquiera se hablaran, tendríamos una política más violenta. Por lo tanto, aunque no hay una alianza, se sientan a conversar. No hay odios y eso es importante.
El PRD ha tenido dificultades para lograr sistemas de alianzas con varios partidos. En la década de los 90s el Panameñista lograba articular alianzas porque las necesitaba. En cambio, el PRD es un partido de mediana convocatoria hegemónica que se tragaba a sus aliados y que en algunas elecciones pudo haber ganado solo. Es uno de los partidos más complejos. Dentro del PRD, con historia larga e intereses, a veces la vicepresidencia sirve para hacer alianzas dentro del partido para consolidarlo.
No lo sé, posiblemente esa sea la apuesta. Recordemos que el vicepresidente Gabriel Carrizo es relativamente nuevo en el partido y está buscando alguien que represente a algunos copartidarios con mayor trayectoria interna.
Es parte de esos cambios. Hace unos años atrás hubiera sido impensable que un expresidente del PRD, especialmente Torrijos con apellido histórico, se vaya a otro partido. Pero con los cambios en la política y el aumento de la sensibilidad en contra de los partidos políticos tradicionales y presentarse como un outsider o alternativo (una persona que nunca ha ejercido un cargo en la política), Torrijos no es un outsider. Lo dicen porque, como quien dice, está apostando por fuera del partido.
Mira, habrá que verlo. Es cierto que el PP no es una organización muy fuerte, pero creo que hacerlo fuera de su partido le permite reverdecer algunas credenciales de novedad que obviamente luego de haber sido presidente es más difícil tenerlas.