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¿Qué pasó con el urbanismo? a medio siglo del MIVI
- 20/08/2023 00:00
- 20/08/2023 00:00
En enero de 1673, hace 350 años, en la península de San Felipe, se fundó la ciudad de Panamá por segunda vez. En enero de 1973, hace 50 años, esa segunda fundación cumplía tres siglos, el área metropolitana tenía medio millón de habitantes y se creó el Ministerio de Vivienda (MIVI). En 1973 se reunió aquí el Consejo de Seguridad de la ONU, a 70 años de la creación de la antigua Zona del Canal, reconociendo las aspiraciones de Panamá por recuperar su soberanía. Y en 1973 llegué yo.
El 350 aniversario del Casco Viejo no tuvo la relevancia que tuvieron los 500 años de la primera fundación, en 2019. Nadie se dio ni cuenta, o tal vez sí, pero lo que quiero señalar es que la ciudad que tenemos hoy –esa extensa área metropolitana que ya se está metiendo en los distritos de Chepo, Capira y Colón– es la prolongación del Casco Viejo y no de Panamá la Vieja. Creció durante el siglo XX en dos formas:
La primera, a lo largo de la vía España y la Transístmica, ocupando fincas privadas de unos pocos dueños que las fueron llenando a su antojo y de manera improvisada. La segunda, paralela al canal y sobre la vía Omar Torrijos (antigua Gaillard), en una inmensa finca de propiedad estatal y totalmente planificada. Una ciudad insólita, paralela y dividida, esquizofrénica, latina y gringa, Dr. Pana y Mr. Zona, privada y pública, liberal y socialista, que ha conservado más o menos esos rasgos aún después de la reversión y hasta el día de hoy.
Paradoja: al tiempo que el mundo se hacía neoliberal y se privatizó (la doctrina neoliberal también cumple medio siglo este año, ya que tuvo su primer experimento importante en 1973, tras el golpe de Estado en Chile), acá recuperamos el territorio y mantuvimos el Canal en manos públicas, en un tratamiento de excepción que hace que el Canal tenga un título constitucional, que los grandes proyectos-puertos Panamá Pacífico sean concesiones y no ventas; que el plan de uso de suelo sea una ley y que las normas que se aplican allí no sean las de la ciudad de Panamá, sino las de la “ciudad jardín”: todas buenas ideas que surgieron de múltiples debates. ¿Qué nos falta para que el resto del área metropolitana pueda tener un tratamiento parecido? Pues debatir y prepararnos.
La reciente Ley de Descentralización es una oportunidad de abrir diálogos sobre la ciudad. Además, hay que reforzar las viejas instituciones como el municipio (MUPA), las menos viejas como el MIVIOT y las nuevas como el Metro, para construir las capacidades técnicas que enfrenten los desafíos de la expansión inevitable de esta ciudad. Y debemos cambiar la fórmula, ya que tanto MUPA como MIVIOT por no actualizarse, se han debilitado y han visto reducir sus funciones, competencia y ejecución a las de meras intermediarias que facilitan la actividad privada.
Podría decirse que en Panamá también iniciamos el experimento neoliberal en 1973, sustituyendo el Instituto de Vivienda y Urbanismo (IVU) por el Ministerio de Vivienda (MIVI), con mayor jerarquía en apariencia, pero que sustituyó el urbanismo por el negocio, en detrimento de la ciudad. A partir de ese mismo año se cambiaron las normas que regían la altura de las edificaciones y el área de ocupación (huella); se eliminó el coeficiente de edificabilidad (floor area ratio) y se elevó en 50% la densidad máxima por lote. Así, la ciudad se quedó sin poder de negociación frente al sector privado. ¿Y qué pasa cuando la entrega o sumisión es total? Pues hay abuso. Con la justificación teórica de que el mercado es el que mejor asigna los recursos escasos, a la ciudad le metieron la mano invisible por todas partes.
Medio siglo de neoliberalismo nos ha dejado una ciudad que no funciona, con trayectos de la casa al trabajo de dos o más horas y basura en todos lados; donde se anuncian casas nuevas “con agua” en pleno siglo XXI; y donde los derechos a la salud, educación y vivienda van degradándose y
desapareciendo detrás de servicios privatizados, mediocres y caros.
En 1968, el IVU hizo el último esfuerzo a base de talento local, de pensar la ciudad del futuro. La proyectó hasta 1995, reivindicando la integración de la antigua Zona (ver el mapa). Se previó la Tumbamuerto, la autopista Arraiján-Chorrera, los corredores Norte y Sur, el parque Metropolitano, la Cinta Costera 1, el puente Centenario y el Cuarto Puente, entre otros. Todo eso en un área metropolitana que no debía pasar de Tocumen al este y La Chorrera al oeste.
¿Qué pasó con el urbanismo? Con la privatización, desde 1973, se dejó de preparar a los funcionarios para las “delicadas funciones” de planificación y desarrollo, creándose un vacío que la promoción inmobiliaria no puede llenar porque no tiene ni la capacidad técnica, ni los recursos ni el interés. El urbanismo simplemente se evaporó. En su lugar apareció el parche de la urbanización y la ciudad pasó a ser una simple colección de proyectos pegados, como cuentas de rosario, a los viejos caminos rurales o coloniales y neocoloniales:
Las Sabanas (hoy, la vía España), Tumbamuerto (Ricardo J. Alfaro), Pueblo Nuevo (Fernández de Córdoba), La Pulida (vía La Pulida), Chorrera-Empire Road (vía Chorrera Nuevo Emperador), Transisthmian Highway (Transístmica) o Tocumen Highway (Domingo Díaz). Es evidente que este material no basta para hacer ciudad y por eso estamos como estamos (ver la foto).
De nada sirve llorar sobre la leche derramada o sobre la ciudad desparramada. El llanto solo enturbia la visión. La desaparición del urbanismo solo se puede combatir con su reaparición. La privatización neoliberal resultó en instituciones infantilizadas y desmanteladas. Sin la capacidad técnica, todo lo tienen que tercerizar. En este ambiente, hasta la información ha dejado de ser pública y el debate se empobrece y muere por falta de argumentos. La privatización o terciarización de las funciones públicas debe contrarrestarse con la debida preparación técnica, como hizo el IVU en la década de 1960.
Por ahí se puede empezar: rescatando las instituciones para que vuelvan a tener la capacidad y el poder de planificar. Y para predicar con el ejemplo. Desde abril en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá se está ofreciendo una maestría en Ordenamiento Territorial y otra en Paisajismo. Además, todavía tenemos esa gran propiedad pública que es la antigua Zona y que constituye nuestro mejor argumento para hacer una ciudad sostenible en el siglo XXI. No se trata tan solo de creer en nosotros. La fe no va a resolver el problema; se trata de levantar nuestra capacidad para hacer las cosas por el interés de todos. La historia de la ciudad, que es la historia humana, nos ha enseñado que la salvación es colectiva o no es.
El autor es Arquitecto. Urbanista y académico de la Universidad de Panamá.