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Luis Enrique Saldaña, el religioso que acompaña y anima al pueblo
- 16/02/2024 00:00
- 15/02/2024 17:27
“Me abandono en Dios para servir”, dijo Luis Enrique Saldaña Guerra, minutos después de que le colocaron el solideo fucsia de obispo.
El 29 de abril de 2006, el entonces obispo José Luis Lacunza lo ordenó como sacerdote. Dieciocho años después (2024), él lo reemplaza en el cargo de la diócesis de David. El sacerdote sabe que tiene un reto importante. Lacunza muestra mucha energía en su prédica y en el tratamiento de los temas nacionales, reconoce. Pero aún así está dispuesto a sacar adelante la misión que le ha encomendado Dios.
En un acto simbólico y en presencia de los medios de comunicación, el obispo José Domingo Ulloa le colocó –en la coronilla de la cabeza– el solideo fucsia que usan los obispos y que invoca la protección y promete la dedicación a un solo Dios. Que es también “un signo de servicio a la comunidad”, explica Ulloa, en el acto de bienvenida al nuevo obispo.
“La gratitud a vuestro buen Dios por el nombramiento que ha hecho el santo padre, por la confianza de él en mí para llevar adelante la diócesis de David ... Mi gratitud a todos los que han participado en mi formación como religioso como consagrado”, fueron las palabras que públicamente dio el nuevo obispo, en su primera presentación pública.
Hace una semana recibió la llamada del nuncio –Dagoberto Campos–. Le consultó la decisión de postularlo para obispo de la diócesis de David. En principio, el sacerdote se asustó. Pidió dos días para reflexionar sobre el tema. No era una respuesta fácil, dice. En esas horas, muchos sentimientos cruzaron por su mente. Pero decidió seguir confiando en Dios. “Me abandono en él para servir”, aseguró. Y aceptó la misión.
El nuncio es quien propone a la sede apostólica los candidatos para obispos e instruir el proceso informativo de quienes han de ser promovidos. El proceso se rige bajo el secreto pontificio.
Luis Enrique Saldaña Guerra regresa a sus orígenes para cumplir con esta nueva etapa, después de seis años en Guatemala, donde dirigía la provincia franciscana Nuestra Señora de Guadalupe en Centroamérica y Panamá.
Desde su ordenación y hasta antes de partir a Guatemala laboró en la provincia de Chiriquí. “¡Bienvenido de vuelta, fray. En la diócesis lo esperamos con los brazos abiertos!”, eran algunos de los mensajes que circulaban en redes sociales. “¡Trataré de ser un pastor, que acompaña, acoge, atiende y anima en el proceso de evangelización del nombre de Dios”, responde al pueblo el obispo franciscano, el tercero de David.
Nació en la provincia de Chiriquí, distrito de Dolega, el 24 de febrero de 1966, el mismo día que Lacunza cumplió 22 años. Estudió en el colegio secundario de Dolega Beatriz Miranda de Cabal. Es el mayor de ocho hermanos. Durante su juventud practicó el béisbol. Recorría las calles de Rovira, distrito de Dolega, de la mano de su papá de quien aprendió el valor del trabajo, y de su mamá, de quien heredó la solidaridad.
Su padres y hermanos se enteraron al mismo tiempo que el resto de los chiricanos del nuevo cargo que ocuparía, porque había que guardar el secreto pontificio. “Mi mamá seguramente estará muy alegre, muy contenta. Seguramente ya se lo comunicó a algunas vecinas. Eso es seguro”, ríe el sacerdote.
El nuevo obispo sueña con un pueblo que esté en paz, una provincia que colaborará en la erradicación de la violencia, de la doméstica, de la que su misma familia ha sido víctima. El sacerdote perdió una sobrina víctima del flagelo social. “Siempre me encomiendo a las oraciones de ustedes para llevar adelante el ministerio”, recalcó.
El papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia católica, lo designó como obispo de la diócesis. Lo hizo después de aceptar la renuncia que puso el cardenal Lacunza hace cinco años, cuando cumplió 75.
Lacunza se une a los obispos eméritos de la Iglesia después de haber cumplido con el Código de Derecho Canónico que establece que quienes cumplan 75 años deben presentar la renuncia al sumo pontífice de la Iglesia católica. El papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal cuando estaba cerca de cumplir los 80. La Conferencia Episcopal de Panamá agradeció al cardenal por su servicio a la Iglesia.
La decisión del pontífice se conoció después de la desaparición y posterior aparición del cardenal de la diócesis. Algo que el mismo cardenal calificó de “trastada estúpida, que no la hice cuando tenía 15 años y la he hecho ahora cuando voy a cumplir 80. ¡Qué barbaridad! Cuando más viejo más pendejo”. Lacunza fue encontrado desorientado, pero en buen estado de salud, dos días después de haber desaparecido. El obispo José Domingo Ulloa, sin embargo, aclaró que lo único que ha ocurrido es que el sumo pontífice aceptó la renuncia del cardenal.
El papa Francisco también deberá decidir el futuro de Lacunza como cardenal, que ha sobrepasado el límite de edad, y que ejerce el cargo desde 2015. Ulloa agregó que la renuncia se interpone a los 75 años. Pero llegados los 80 años quedan cesantes de cualquier cargo. Incluso, de darse un cónclave –donde se reúnen los cardenales para escoger a un papa–, en ese momento el cardenal no podría participar de la reunión.
En ese sentido, no es un compromiso que el reemplazo del cardenal Lacunza recaiga en un miembro de la Iglesia católica panameña. Es una decisión que recae exclusivamente sobre el papa.