El Ejecutivo presentó su Plan Estratégico de Gobierno para el próximo quinquenio, una apuesta que plantea inversión en distintos sectores, siendo una pieza clave las megaobras como la construcción del tren Panamá-David, el cuarto puente sobre el Canal y el teleférico de San Miguelito. Se plantea, también, hacer inversiones en el agro con infraestructura para postcosecha y comercialización, proyecciones de fondos para mejorar la educación, el suministro de agua, la red vial, entre otros proyectos. Una lista larga de promesas que pueden verse bien el papel, pero como todo plan que realmente quiere cumplirse, debe conseguir su viabilidad financiera y sobre todo política. El resultado de la discusión sobre la Caja de Seguro Social, de concluirse el próximo año como estima el gobierno, será la primera gran medición de la capacidad de los nuevos cargos electos para echar a andar el resto de proyectos propuestos. Es evidente que para alcanzar esas metas se requiere hilvanar consensos entre fuerzas políticas distintas, no solamente aquellas que son afines al oficialismo. Pretender impulsar un plan de la envergadura propuesta requiere deponer posturas y construir pactos nacionales, un llamado que deben atender tanto los cargos públicos como la sociedad en general. En tiempos convulsos de la geopolítica mundial, a Panamá le conviene la unidad en la diversidad, no imposiciones desde el poder.
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