La promesa del presidente de la República, José Raúl Mulino, de un presupuesto del Estado “conservador”, se esfumó en menos de 24 horas, luego de que el MEF presentara una propuesta con más de 3.900 millones por encima de lo estimado. Y aunque la suma puede ser objeto de debate, aun sin conocer cuál será el destino final del proyecto de Ley en manos de los diputados, la imagen del gobierno recibe un precoz golpe en menos de cuatro meses de gestión. Las contradictorias declaraciones del ministro de Economía, Felipe Chapman, señalando que hubo “goles” con el presupuesto a lo interno del ministerio y sugiriendo que esto obedecía a alguna intencionalidad política; para luego, al día siguiente, bajarle el tono argumentado que pudo ser un “error humano”, manda un mensaje de inestabilidad y crea una zozobra innecesaria que el país no necesita. No hay que ser un experto para saber que una promesa no cumplida erosiona la credibilidad de cualquier cargo público. La credibilidad es una cualidad que se teje con cuidado, un poder que puede ser extremadamente sólido y a la vez frágil, ante un mal movimiento. El entuerto del presupuesto, no ha sido un paso firme del gobierno, que está a las puertas de un desafío mucho mayor, la reforma a la Caja de Seguro Social. Rectifiquen, que se apliquen las sanciones a quienes incumplieron y se cumpla lo prometido.

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