En una sociedad tan cambiante y revuelta, la voz de la juventud emerge como un catalizador de cambio. Los jóvenes han emprendido un camino diferenciador con espíritu crítico y visionario. Con sólo escuchar a los chicos en el Concurso Nacional de Oratoria ha sido suficiente para poder palpar su potencial y su fuerza transformadora que desmonta las narrativas tradicionales. Y es que ellos pretenden desafiar estructuras establecidas, buscando una mayor representación y acción en los asuntos que moldearán su futuro. Temas como el cambio climático, salud mental, mercado laboral se encuentran dentro de sus inquietudes, y la búsqueda de soluciones, se convierte en sus prioridades. Sin embargo, para que sean más los que aportan y no los que viven como avestruces enterrados en la pantalla de un celular, es necesario formar adecuadamente a esta y a las nuevas generaciones. Quienes llevan las riendas deben dejar a un lado las broncas diarias, los debates estériles y enfocarse en apoyar a cada joven -a través de políticas públicas- para que este pueda desarrollar plenamente su potencial y que así se construya un mejor país.

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