El vínculo entre los trastornos mentales y la muerte exige fortalecer la asistencia pública y privada. Es inadmisible que en una semana ocurran entre tres y cinco suicidios en Panamá, según ha expuesto el Gobierno Nacional. Los trastornos mentales -por años- han sido una preocupación subestimada y excluida en los sistemas de salud. La sociedad panameña tradicionalmente ha sido reacia a tocar el tema del suicidio. Y este silencio y tabú no solo ha imposibilitado la creación de conciencia en la población, sino también en la aplicación de medidas preventivas eficaces. Es imperdonable, además, que las cifras oficiales de la Contraloría General de la República no han sido actualizadas en dos años. En 2022, el número fue de 113 suicidios, de los cuales 96 fueron hombres y 17 mujeres, un descuido que impide dimensionar la problemática. Detener el suicidio requiere de una intervención decidida de todas las partes involucradas. Es imperativo que los gobiernos y los responsables de los planes de políticas, conjuntamente con la comunidad, reconozcan la importancia de la salud mental y asignen los recursos adecuados para abordarla. Solo por medio de un enfoque integral y mancomunado se podrá ayudar a cada paciente. Por más vida y más bienestar.

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