A una semana de que Donald Trump asuma la presidencia de los Estados Unidos, su entorno ha lanzado la idea de “cerrar” el paso del Darién ante la migración irregular. Según Tom Homan, exdirector del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas y designado “zar de la frontera” por Trump, la Casa Blanca apunta su mira a la frontera entre Panamá y Colombia. La idea de “cerrar” el Darién no es nueva, pero ha tomado fuerza en los últimos años, a pesar de que pertenece más al terreno del discurso político de cara la galería, que a una propuesta realmente viable. Ningún país ha conseguido clausurar por completo el ingreso de migrantes por sus fronteras, a lo sumo, disminuir un poco el flujo a golpe de fuerza militar y la comisión de violaciones a los derechos humanos, como ocurre en varias fronteras europeas y en el propio Estados Unidos. Panamá tampoco lo ha conseguido, a pesar de las acciones de distintos gobiernos. La crisis migratoria, que es multifactorial y transnacional, no se resuelve en un solo país, sino con cooperación internacional. Pero esa colaboración no debe implicar de ninguna manera ceder soberanía argumentando “razones” de seguridad. El país debe hacer lo necesario para proteger sus fronteras, sin amenazas de nadie y teniendo siempre como prioridad los intereses del Estado y los panameños.

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