La discusión ideológica es un elemento esencial dentro de cualquier órgano legislativo que se considere democrático y amplio. De allí que es natural que las diferencias políticas, con tintes ideológicos, se salden con choques fuertes de ideas y diferencias de fondo. Lamentablemente, esa descripción de mínimos para un parlamento serio, dista mucho de lo que hemos visto en los últimos días en la Asamblea Nacional. El proceso de debate sobre las reformas a la Caja de Seguro Social en el Legislativo ha estado caracterizado por intercambios superfluos y de poco sustento, salvo excepciones. Esto refleja la baja cultura política que padece el país tanto en el ámbito público como privado. El último escándalo de la coalición Vamos, con gritos e insultos de por medio, es muestra de un mal más profundo y en el que parecen desdibujarse las diferencias entre los partidos y las estructuras de independientes. Ambos comparten la ambivalencia de no asumir postura política clara, una práctica que roza con el oportunismo. Por otro lado, las ideologías hace tiempo murieron, y utilizarlas como descalificativo es justamente por esa carencia de cultura política. Mientras no tengamos partidos ni movimientos independientes que asuman la responsabilidad de presentar sus programas políticos, no practiquen procesos democráticos internos ni sean consecuentes con sus ideas, seguiremos teniendo una Asamblea con meros representantes de intereses económicos desconectados de la realidad de la población. Urge elevar el debate político nacional.

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