El sistema nacional de electricidad mantiene desde hace años una problemática que debe resolverse de una vez por todas. Tarifas altas, mal servicio, súbitas y repetidas fluctuaciones de voltaje son la realidad y por mucho tiempo ha reinado la indiferencia. Tal como lo reveló este diario, las empresas eléctricas son el sector que más aqueja a los consumidores. De 2022 al año pasado, los reclamos contra las compañías distribuidoras de electricidad: Naturgy y ENSA, se han duplicado. Sólo el 40 % de estas quejas -según la ASEP- han resultado a favor del panameño, un dato que avergüenza. Lo inaceptable de estos resultados es que, en general, el 60 % restante es favorable para las empresas. Las inexcusables fallas que han presentado las compañías, además de la ineficiencia del ente que debería resguardar al cliente, son hechos condenables. Aunque ayer la ASEP sometió a las compañías energéticas a una auditoría, es necesario afinar la fiscalización y exigir resultados palpables. La falta de acción, de supervisión y de anticipar inversiones muy necesarias para reforzar el sistema de distribución, han contribuido a alimentar el caos. Un servicio tan básico como la luz debería ser tratado como prioridad, si no, estamos caminando en vías de ser un tercer mundo. Es tiempo de cambiar, de revisar cualquier plan maestro de electrificación, de pensar en el largo plazo por Panamá

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