• 22/08/2017 02:00

Vuelven las cañoneras

El objetivo final es condicionar a los países a doblar la cerviz y acomodar la política exterior a los intereses de los poderosos.

Con el nombre eufemístico de la ‘diplomacia de cañoneras' se hizo llamar, en nuestro continente, el episodio ocurrido entre 1902 y 1903 en Venezuela en tiempos del presidente Cipriano Castro, que trajo como consecuencia el bloqueo y bombardeo de las costas de la patria de Bolívar por cañoneras británicas, italianas y alemanas para cobrar deudas y compensaciones que el Gobierno de ese país tardaba en pagar.

Esta intervención de naciones europeas en los asuntos de países latinoamericanos trajo como resultado una nueva interpretación a la Doctrina Monroe de 1823, que habilitó a los EE.UU. para aplicar el llamado corolario Roosevelt que significó la posibilidad de presionar diplomáticamente y por la fuerza a las naciones más débiles por parte de los países cuyas compañías invertían en ellas.

Esta fue una muestra de colonialismo rampante que irrespetó tratados y sirvió para ocupar naciones soberanas. El presidente Castro se había hecho con el poder en Venezuela, poniendo en práctica un estilo de Gobierno irreverente y desafiante ante los poderosos locales y extranjeros de la época. Al final, como el caso conocido de la actualidad, Castro resultó ser el primer líder latinoamericano en sufrir una feroz campaña mediática de la prensa mundial. Se ensayó contra él un ataque feroz que incluyó su denigración personal y política.

Castro se negó a ceder a las poderosas presiones y convocó al país entero a rechazar el brutal procedimiento de cobranza. Pronunció el gran discurso de su vida (‘la planta insolente del extranjero ha hollado el suelo sagrado de la patria', dijo).

Esta realidad de 1903 parece repetirse en la Latinoamérica de hoy. No por casualidad, sino porque los enemigos de Castro siguen siendo los mismo poderosos de hoy y los motivos de las ambiciones colonialistas y las campañas mediáticas siguen siendo las mismas.

Los poderes hegemónicos del planeta en ese tiempo despreciaban a Castro porque no podían manejarlo a su antojo. Ya para esa época el petróleo comenzaba a despuntar como la gran mercancía mundial y las interesadas naciones industrializadas sabían que Venezuela era una fuente inagotable del ‘oro negro'. Los gestos de soberanía y su política de no pagar deudas e intereses leoninos, lo convirtieron en un peligro para los viejos y los nuevos imperios.

Evidentemente el mundo actual continúa apostando al intervencionismo armado, disfrazado de lucha por la democracia y derechos humanos como una nueva edición de la diplomacia de las cañoneras de principios del siglo XX. El objetivo final es condicionar a los países a doblar la cerviz y acomodar la política exterior a los intereses de los poderosos.

Parece paradójico que el único país que llama la atención de los grandes poderes mediáticos, nuevamente, es Venezuela. Las anomalías que empañan las democracias de Brasil, Argentina, Colombia, México y Perú quedan absueltas por la comunidad internacional. El eje conservador latinoamericano está exento de dar explicaciones sobre escándalos de corrupción, falta de libertad de prensa, asesinatos de periodistas, destitución de presidentes, violación de la separación de poderes y desigualdad social y económica en sus pueblos. Será porque ellos no poseen las mayores reservas de petróleo del mundo.

PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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