Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...

En 1932, el presidente Harmodio Arias nombró como director de la Policía al jefe del Benemérito Cuerpo de Bomberos, Juan Antonio Guizado. Al renunciar, designó a su cuñado Aurelio Guardia, quien después fue destituido por participar en un intento para derrocarlo. Llevó a la Policía a Saturnino Flores, segundo comandante con Vallarino, porque era capataz en su finca.
Desde el gobierno del presidente Remón Cantera, todos los jefes de la Policía, Guardia Nacional y Fuerzas de Defensa, salen de las filas de la institución.
Al inicio del gobierno de Guillermo Endara, continuó la tradición. Primero fue el coronel Roberto Armijo, destituido tras dos días en funciones porque tenía un millonario depósito en el Banco Nacional que no supo justificar. Armijo fue reemplazado por Eduardo Herrera Hassán, quien fue jefe de escolta del general Torrijos durante 6 años. Fue separado del cargo, nombrándose a Fernando Quesada, quien duró poco tras estar involucrado en una controversia pública.
Después, por primera vez en 50 años, se nombra un civil, el abogado Ebrahim Asvat, por poco tiempo, siendo su gestión bien ponderada. Tras expulsar a la Democracia Cristiana de su gobierno en abril de 1991, Endara designa al abogado Álvaro Ménendez Franco. En menos de 5 meses dejó el cargo tras participar en un acto político del panameñismo, algo prohibido para cualquier policía. El exmagistrado del Tribunal Superior de Justicia Oswaldo Fernández, director de la Policía Técnica Judicial (PTJ), quedó al frente. No tuvo buena relación con algunos jefes de zona.
Pérez Balladares nombró al cubano-panameño José Luis “Pepelucho” Sosa, como jefe, a pesar de que la ley vigente de la Policía (Ley 20 de 1983) exigía que el comandante debía ser panameño por nacimiento. Hizo una buena labor porque él manejaba la parte política y el mayor José Antonio Gómez la operación policial. Esa fórmula funcionó.
Mireya Moscoso designó a “Toti” Barés. Con mucha experiencia política: chofer de Endara, simultáneamente jefe del SPI y viceministro de la Presidencia, algo prohibido por la ley, tenía mucho poder sobre la presidenta Moscoso. Eso le dio mucho poder.
Martín Torrijos nombró a un civil, Rolando Mirones, y al poco tiempo lo reemplaza por un miembro de la institución. Mirones se refirió en una ocasión a que pondría a todos los policías gordos en la calle, lo que produjo malestar. Martinelli designó a Gustavo Pérez, no reintegrado a la entidad por Endara, quien aducía haber estudiado milicia. Fue reemplazado por el civil Julio Moltó, actual ministro de Comercio, quien dirige la entidad junto con el directorio policial, respetando sus respectivas áreas de experticia, lo cual dio un carácter profesional a su gestión.
Varela designó al comisionado Omar Pinzón. Venía de la Junta Interamericana de Defensa en Washington. Simultáneamente, tiene mucho poder policial el secretario del Consejo de Seguridad, Rolando Picuiro López. Politizan la entidad al ser utilizada por Varela para perseguir a sus enemigos.
Con Cortizo estuvo el comisionado Jorge Miranda, a diferencia de los otros, oficial de Policía de carrera, además abogado, quien pone orden en la institución. Se enfrenta a los que quieren utilizar la entidad para hacer negocios, como siempre ha sido. Cortizo concluye su gestión con el comisionado John Dorheim, quien venía de Drogas, razón por la que el PRD lo rechaza por haber dirigido la operación antidrogas que produjo la detención del alcalde de La Villa de los Santos Pany Pérez, miembro del CEN del PRD.
Mulino, quizás por la terrible experiencia que tuvo con quienes dirigieron la Policía en tiempos de Varela, ocasionándole la cárcel por 9 meses, designó al militar Frank Ábrego como ministro de Seguridad, jefe de Senafront siendo Mulino ministro de Seguridad, con experiencia en fronteras, y a un civil, Jaime Fernández, exitoso empresario, como jefe policial. Este designa como subdirector al comisionado con muchos en la Whinsec, Atlanta, antigua Escuela de las Américas, pero sin experiencia policial en las calles y el tejemeneje de la seguridad ciudadana.
Me comentaba un policía retirado: “si yo, con 25 años de estar en la vida militar y policial, me piden que imparta tu cátedra en la Facultad de Derecho, simplemente no podría hacerlo. Igual ocurre con cualquier civil, por más buena gente que sea, no tiene capacidad para conocer toda la maraña que implica dirigir tan grande institución sin ninguna experiencia policial”.
La Policía y la sociedad demandan policías de carrera, no provenientes del botín político de nadie. Devolver su perfil preventivo, orientado a la seguridad ciudadana, es imperativo; la Policía nace en la comunidad y se debe a ella policía-comunidad = éxito. En vez de continuar con la politiquería en la Policía, es imperativo hacerla una institución profesional.