• 16/09/2023 00:00

Urbanismo y alianzas políticas

“¿Concilian estas alianzas, lineamientos programáticos, diferencias o posibles promesas de campaña?”

Este 30 de septiembre, según el calendario 2023 de eventos fijado para las elecciones generales que tendrán lugar el 5 de mayo de 2024, termina el plazo para que los partidos políticos formalicen sus alianzas ante el Tribunal Electoral, con lo que se estaría acatando la cuarta agenda del calendario; quedan pendiente dos fechas que le darán el punto final a su cumplimiento.

El espacio está dedicado, más que todo, para que partidos políticos, entre ellos los más fuertes, y sus líderes, se aboquen a un proceso de negociación de intereses (creados) y enfoques partidarios (propuestas), por demás divergentes, puedan conciliar alianzas con el fin de: por un lado, ejercer una fuerte oposición al partido de Gobierno en el poder o por otro lado buscar fortalecer, a este último, con el fin de reelegirse, ganar las elecciones, y mantenerse en el poder.

¿Qué intereses partidarios se negocian en las alianzas? A ciencia cierta es muy difícil saberlo a fondo; puesto que se trata de pactar intereses entre estos colectivos políticos, no los intereses propios de la nación, aunque se argumente lo contrario, siempre ha sido así. De allí que, de este proceso sabremos, muy pronto, quién se baja, quién se mantiene o quién sube como candidato presidencial dentro de las alianzas.

¿Concilian estas alianzas, lineamientos programáticos, diferencias o posibles promesas de campaña? Difícil de enterarse a cabalidad igualmente. En todo caso, al parecer, no es el momento de hacerlos públicos, mucho menos que los electores se enteren, de antemano, cuáles son los programas de gobierno de cada colectivo político. Se puede decir que es una información que recibe un tratamiento secundario que solo se divulgará, una vez alcanzadas las alianzas políticas.

Ahora bien, hay objetivos y temas cotidianos prioritarios que todos los partidos políticos y las alianzas han de abordar, a modo de ejemplo: la corrupción, la seguridad, agua potable, salud, educación, empleo, desigualdad social y la movilidad urbana, entre otros. Realizar estos objetivos consumen tiempo y espacio, es decir, tienen que ver con una organización del territorio, de las ciudades y su periferia, de aglomeraciones menores y su población, infraestructura, en un tiempo dado y el espacio físico que ocuparán, sea urbano o rural. Si no hay claridad y entendimiento al respecto, no se cumplirán los objetivos e incluso muchos de ellos quedarán pendientes para el subsiguiente período gubernamental.

En la actualidad, la visibilidad de los problemas urbanos nos está mandando una señal que no es otra que, todo está a punto de colapsar y no solo en la región metropolitana. El caos urbano es por doquier y se manifiesta, mayormente como tendencia, en el descontrol de urbanizar en un medio rural con carencia de servicios básicos, carreteras y centros educativos públicos en mal estado; y a ello hay que añadirle el surgimiento de invasiones que aúpan la informalidad y exigencias de servicios básicos de su población precarista. Si en sus programas de campaña las alianzas partidistas no hacen hincapié en una agenda de Estado por una buena práctica de gestión urbana y ordenamiento territorial integral, sostenible, sin considerar las competencias que en esta materia tendrán, bajo su responsabilidad las nuevas autoridades elegidas, locales o nacionales, entonces nada cambiará, todo seguirá igual, sin lugar a duda.

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