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- 15/04/2025 00:00
Panamá y cinco siglos de evolución de la cuenca del Pacífico
Somos los panameños ribereños del Pacífico, aunque durante mucho tiempo parecíamos ignorarlo. Dueños únicos del Canal de Panamá, una de sus puertas fundamentales como es Singapur en el Extremo Oriente, también sufrimos los avatares geopolíticos del ancho océano que colinda con las dos grandes potencias que se enfrentan súbitamente con ardor. La guerra comercial que el presidente Trump declara al mundo parece tener un objetivo principal: frenar el ascenso vertiginoso del vecino al otro lado del Pacífico, una China pujante que despertó hace ya cuarenta años después del descalabro del maoísmo. Resumamos, ahora, cinco siglos de la posición de Panamá en evolución del Pacífico, cada vez más el mar dominante del siglo XXI.
El océano Atlántico fue para los europeos, hasta la segunda mitad del siglo XVI, un mar tenebroso, desconocido, peligroso. El océano Pacífico será un espacio marino todavía más sobrecogedor por las magnitudes y las dificultades para recorrerlo y explorarlo. Su geografía física no recuerda nada de lo que se conocía en Europa del mar Mediterráneo, el Mare Nostrum de los romanos y su continuación después de los Dardanelos, el Pontos Euxinos, el Mar Negro, o de un océano Atlántico de naturaleza diferente y de tamaño aún menor que el Pacífico, en el que sólo se habían explorado sus márgenes europeas y africanas, las rutas cercanas a los litorales. Los marinos europeos harán esfuerzos ingentes desde el siglo XVI para conocer mejor el océano Pacífico y cartografiar sus costas continentales e insulares, para verificar sus corrientes marinas y sus vientos, para identificar los peligros de sus fondos marinos.
Mientras, para el Extremo Oriente, especialmente para China, primera potencia del planeta, el Pacífico fue el único mar del que se alejaron en el siglo XV hasta llegar en las mayores flotas conocidas, de Zheng He, a las riberas africanas del Índico, que bañaba las playas de los antiguos y portentosos reinos de la India y del Medio Oriente y sus vasallos de Indochina, antes de encerrarse voluntariamente durante siglos para obviar al mundo exterior considerado bárbaro.
Con las tecnologías más modernas el Pacífico es hoy un mar bien conocido y la navegación en sus aguas es más fácil. La geografía política de su enorme cuenca evolucionó de manera prodigiosa entre los descubrimientos del Pacífico por los europeos desde el siglo XVI y el pleno siglo XX, y lo hace aún hasta nuestros días en el XXI.
Los europeos pondrán, durante siglos, los mayores empeños para apropiarse en todos los sentidos la vastísima geografía del Pacífico. Para ocuparla físicamente y también intelectualmente, para rotularla en sus mapas y cartas náuticas, para nombrar, sobre todo en las lenguas de las principales potencias y en consecuencia de sus navegantes más prominentes, sus variados accidentes geográficos. La influencia del hombre en el medio natural en la cuenca del Pacífico ha sido colosal durante los últimos cinco siglos. Se han producido impactos en la población, en la medicina y la sanidad, en la cobertura vegetal, en los intercambios de plantas y animales que han revolucionado las agriculturas en todos los continentes. Se añaden a impactos en las actividades económicas, en la organización del espacio rural y urbano, en la contaminación de todo tipo que parece imparable.
Mientras los marinos portugueses se esforzaban en explorar y explotar las riberas del Pacífico en Malasia e Indonesia desde 1512, en el otro extremo del enorme océano Vasco Núñez de Balboa con sus compañeros hispanos e indígenas encontraban el Mar del Sur en 1513. Poco después comenzaron las expediciones de españoles en el golfo de Panamá, anticipo de otras más extensas y distantes en el Pacífico hacia el norte y hacia el sur del istmo panameño, hacia Centroamérica y hacia las costas colombianas y el fabuloso imperio incaico en las costas de Ecuador y Perú, después de Chile. Luego, descubrirán y colonizarán a partir de México, las costas de California y, más al norte aún, los litorales de la Columbia Británica, hoy Canadá, y de Alaska.
La historia no se detiene en el litoral americano del Mar del Sur, asiento de grandes civilizaciones y de imperios poderosos que controlaban millones de kilómetros cuadrados, y que estaban poblados por decenas de millones de hombres, hecho desconocido al principio por los europeos y, por supuesto, por los habitantes de Asia y Oceanía y con mayor razón de África. Gente que ignoraba los habitantes de los otros continentes también desconocidos. Navegantes de potencias europeas, primero de España y luego de Gran Bretaña y de Francia, inauguran expediciones en los litorales del Nuevo Mundo que se extienden hasta las regiones árticas. Ellos no desmayan en buscar, sin éxito, el ansiado paso marítimo al Oriente, excepto en la Tierra del Fuego, al final de Suramérica, en donde se produjo el primer impacto esencial de la epopeya de Balboa con el periplo de Magallanes-Elcano que terminó en 1522, que inauguró hace cinco siglos la globalización y la historia universal.
Fueron empeños ingentes durante siglos, antes de rendirse los navegantes y las potencias a la evidencia más contundente, la imposibilidad de hallar un paso marino expedito y natural en el centro del dilatado continente, hasta que logran fabricarlo en el istmo entre 1881 y 1914 cuya capacidad más que duplicamos los panameños desde 2016, que enfrenta ahora otros graves desafíos existenciales. Sólo nos queda unirnos firmemente y lograr mayor apoyo internacional para superar conflictos ajenos y elevarnos rápidamente para convertirnos en el Singapur, potencia verdaderamente desarrollada, de la ribera americana del Pacífico. Más información en mi libro: 500 Años de la Cuenca del Pacífico hacia una historia global (Aranjuez-Madrid, 2016).