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- 08/05/2024 09:32
Una política exterior relevante y global
Panamá forma parte de una comunidad internacional complicada en la que, lamentablemente, es un autor ausente, subestimado y, en ocasiones, hasta irrespetado. Un pesado complejo, -alimentado por debates pasados del siglo XX- ha propiciado la falta de relevancia que hoy día sufre el país. En el contexto internacional, tenemos que ser conscientes que Panamá es un país pequeño, en términos de población y extensión territorial, pero con un valor y un potencial que supera, con creces, esa dimensión territorial y poblacional. Es en atención a ello que Panamá necesita contar con una política exterior que sepa poner en valor, y defender, sus intereses para lo cual debe invertir recursos en su proyección exterior.
Panamá no puede pensar en su crecimiento económico, en su desarrollo social y en su fortalecimiento como Estado, si no mira al exterior. El aislacionismo y el localismo, no tienen cabida ni en el presente, ni en el futuro del país. El mejor nacionalismo que los panameños podemos desplegar es aquel que hable y proponga un Panamá mirando al mundo. Esto significa que la política exterior de Panamá debe pasar a ser, verdaderamente, global. Para ello, tiene que ser una política de Estado, con una acción diplomática proactiva que sepa apoyar iniciativas bilaterales y multilaterales que busquen proteger y garantizar la paz y la estabilidad mundial. Una política exterior así, debe ejecutarse mediante una diplomacia de marcado corte económico, basada en valores humanistas y principios democráticos con la que Panamá ofrezca, y exija a la vez, a la comunidad internacional un trato justo y equitativo.
Con ese objetivo en mente, se debe dotar a la política exterior de un nuevo enfoque para apoyar la promoción y protección de las exportaciones de bienes y de servicios panameños, la captación de inversión extranjera de largo plazo, la conectividad marítima, aérea y terrestre, y la consecución de las capacidades propias que garanticen a Panamá contar con más y mejor seguridad, y una soberanía energética, alimentaria, medioambiental, financiera, sanitaria, científico-técnica y educativa que contribuyan al desarrollo y fortalecimiento de las bases macroeconómicas y sociales del país. Todo esto debe traducirse en la promoción y defensa de los intereses de Panamá, mediante una agenda activa, independiente y soberana que contribuya al desarrollo socioeconómico de la nación, con el fomento de la activa participación de Panamá en iniciativas, foros y procesos de integración de forma tal que la credibilidad de Panamá mejore, mostrándose a la comunidad internacional como un socio serio, transparente y confiable.
En ese sentido, esta acción internacional debería ser coordinada por la Cancillería de la República, para poner fin así a una multiplicidad de agendas e iniciativas internacionales desde otras carteras de gobierno que han propiciado la desorganización y la improvisación, restando con ello efectividad y peso a la imagen y acción del gobierno nacional. Una política exterior con el enfoque propuesto debe significar, por tanto, que a ella se incorporen los objetivos internacionales contenidos en materia agroganadera, pesquera, marítima, aeronáutica, logística, bancaria e industrial, así como de aquellos en materia energética, con miras a atraer inversión extranjera, asistencia técnica y transferencia de conocimiento para el desarrollo de energías renovables para el país, fomentar el proceso de transición energética y ampliar las relaciones económicas y comerciales con países exportadores de energía. En definitiva, se necesita una acción diplomática para acompañar y apoyar la promoción y puesta en valor de las estructuras para la conectividad aérea, energética, marítima y terrestre de Panamá con el continente y el mundo para que la comunidad internacional sepa reconocer y apreciar el impacto geoestratégico y económico que tiene Panamá para sus intereses.
Por lo que respecta a las relaciones bilaterales, es preciso que Panamá tenga total claridad sobre lo que espera y busca de cada nación en el mundo. Solo entendiendo que representa, cada una de ellas para Panamá, se podrán definir y priorizar las mismas. En ese sentido, es más que evidente que se deben seguir cultivando y fortaleciendo relaciones bilaterales históricas para obtener un mayor reconocimiento, del valor y el peso geopolítico que representan en el contexto regional, hemisférico y global. En términos generales, al amparo de mecanismos de consulta y cooperación política bilateral, Panamá debe definir los temas de interés mutuo e identificar y desarrollar la mayor cantidad posible de instrumentos jurídicos bilaterales en diversas áreas y políticas públicas y reforzar la presencia y la agenda diplomática en las capitales de las naciones que son claves en la dinámica multipolar del mundo; sin olvidar la importancia de administrar y responder a los retos, tensiones y desencuentros que, hoy día, Panamá enfrenta ante algunos países. Para ello, debería poner particular énfasis en el respeto a principios fundamentales del derecho internacional, la solución pacífica de conflictos, la soberanía y las fronteras nacionales de los Estados, así como los intereses políticos, económicos y de seguridad, entendiendo que se deberían revisar las relaciones bilaterales en aquellos casos en que las mismas no respondan a los intereses nacionales.
Mirando ahora a las relaciones multilaterales de Panamá, es preciso volver a definir su papel a nivel global, hemisférico y regional, para lo que se debería volver a priorizar la integración política y económica mirando con interés, foros y organismos globales claves para el país comenzando por la ONU, donde Panamá debe afrontar el reto de su participación en el Consejo de Seguridad para el bienio 2025-2027 como una agenda de país, y aportar al proceso para lograr su transformación; y la OMC, el otro gran organismo global donde Panamá debe reforzar su presencia y capacidad para contribuir al fortalecimiento y vigencia del mismo con iniciativas como incorporar al fomento del libre comercio internacional los grandes temas de nuestro tiempo y avanzar en acuerdos multilaterales de nueva generación.
En el contexto hemisférico, Panamá debe priorizar, en primer lugar, el papel de la OEA apoyando su fortalecimiento y reforma, y la defensa y promoción de los valores democráticos y los derechos humanos, y sin pasar por alto la importancia para Panamá de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) desde la cual, se debe contribuir a la ampliación y fortalecimiento de procesos e iniciativas para la facilitación del comercio, las inversiones, la propiedad intelectual, el desarrollo sostenible y la dimensión social del comercio, entre otros. Finalmente, en el plano regional, el SICA y el SIECA son también foros de integración política y comercial de gran importancia, en los que Panamá debe recuperar un papel principal, tal y como debería ser el caso en la AEC apoyando su refundación como un verdadero organismo regional para la región del Gran Caribe.
En definitiva, una acción multilateral de futuro para Panamá debería promover características e intereses propios como son su deseo por cooperar en materias como el comercio, la seguridad y la lucha contra actores generadores de inestabilidad internacional y del crimen organizado, los retos medioambientales o la defensa de los derechos humanos; la ampliación de la presencia de agencias regionales del sistema de las naciones unidas, instituciones y foros multilaterales, organizaciones no gubernamentales y fundaciones internacionales en nuestro suelo, y continuar ampliando las capacidades y relevancia del Hub Humanitario de Panamá, al mismo tiempo que, con la madurez de los tiempos, se revisa la vigencia, beneficio e interés de la participación en foros multilaterales que han perdido su vigencia en el siglo XXI, como pudieran ser el MPNA o el G-77.
En conclusión, la política exterior que se debería implementar tiene que ayudar a recuperar la relevancia que hoy día no tiene Panamá en la comunidad internacional, para lo cual, debe ser proactiva, con un enfoque económico y basada en valores democráticos y humanistas, con la que el servicio a los panameños en el exterior sea un objetivo principal de la acción diplomática. Panamá se merece una política exterior que reconociendo los valores nacionales del pasado, que forjaron la nación, y definida a tenor de la realidad política, económica y social presente, que le toca vivir a los panameños en este mundo polarizado; sea capaz de contribuir a forjar un futuro más justo, equitativo y sobre todo libre para las presentes y futuras generaciones del país.