• 25/04/2025 00:00

Un papa para todos

La desaparición física del papa Francisco logró que, los cerca de 1.600 millones de católicos en el mundo nos olvidáramos, aunque sea temporalmente, de todos los problemas que se han estado viviendo y sufriendo alrededor del mundo.

El Papa de la Misericordia, como será recordado, al igual que el recordado Juan Pablo II, jugaron un rol vital en el devenir del mundo. Un papa que llegó “del fin del mundo” como él mismo acotó el día de su presentación a la multitud que esperaba y lo aclamó en la plaza de San Pedro, poco tiempo después de ver el humo blanco que nos indicó al mundo que se había elegido un nuevo sucesor de Pedro.

No soy nadie para hablar del camino por el que nos llevó el único papa americano, originario de Buenos Aires en la bella Argentina, pero me voy a atrever a destacar algunos temas que, ojalá me equivoque, jugarán un rol vital en la elección de su sucesor.

Inicio por la apertura que hizo de la Iglesia acercándose a otras religiones, manifestando que no sólo a través de la Iglesia católica se llegaba a Dios, sino que todas las religiones son caminos a Dios.

Regresando de una de las Jornadas Mundiales de la Juventud, periodistas le interrogaron sobre los homosexuales dentro de la Iglesia católica, y su respuesta estremeció los propios cimientos de esta cuando expresó: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. En otra ocasión se dice que agregó: Según la fe católica, todos somos hijos de Dios, hecho a su imagen y semejanza. ¿Cómo podemos entonces discriminarlos? En este tema sí advirtió que el homosexualismo sigue considerándose un pecado, mas no un delito. Que juzgar a estas personas no es función de los hombres, sino de Dios. Inclusive, en su momento permitió que sacerdotes bendijeran ceremonias entre dos personas del mismo sexo.

Se dice que habría hablado sobre el celibato, destacando que es una “prescripción temporal” y no una regla inmutable. Si bien es cierto que reconoció la importancia del celibato para la identidad del sacerdocio, ha sugerido que esto podría ser revisado y que dejaría este tema para su sucesor, aunque reconoció la existencia de sacerdotes casados en el rito oriental.

De igual manera, se ha conversado sobre el tiempo de estudio y preparación que se les demanda a los sacerdotes, pues en muchas ocasiones algunos desisten de su vocación o prefieren irse a otras religiones que permiten el matrimonio o tienen una preparación más corta.

Otro tema que aparentemente no caló mucho entre la feligresía, fue el del cuidado del medio ambiente a través de su llamado a preservar la “casa común” en su encíclica “Laudato Si”, donde destacaba la crisis climática, la degradación ambiental y nos hablaba de una “relación saludable” entre la humanidad y el planeta.

Entre otros tantos apodos, se le recordará como el papa de los jóvenes, de los niños, de los pobres, de la inclusión y del cuidado del planeta. Por estas razones, al igual que tenía tantos admiradores, cultivó sentimientos dentro y fuera del Vaticano por sus posiciones consideradas “progresistas”, pero si lo vemos fríamente, la Iglesia debe ser ese pilar de fe que necesitamos los católicos que, al igual que todo lo demás, debe ir avanzando por los senderos del progreso. No puedo imaginarme qué pasaría con tantos enfermos, presos y otras personas necesitadas de Dios que no puedan acudir a una iglesia a participar de la santa misa si no hubiera la televisión para poder, aunque sea de esa manera, participar de la eucaristía.

Hoy los más jóvenes ven con total naturalidad los preceptos establecidos por Francisco, pues estos jóvenes no discriminan como lo hacemos los de otras generaciones, así como también utilizan los recursos encontrados en las redes sociales, páginas web y similares.

Al estar a punto de iniciarse el cónclave con el que se escogerá a un nuevo sucesor de san Pedro, ruego al Todopoderoso que ilumine a los purpurados que tendrán la responsabilidad de escoger a quien se pondrá “las sandalias del pescador” y quien tendrá la responsabilidad de guiar a quienes nos consideramos cristianos a través de estos momentos tan difíciles y complicados que tenemos enfrente.

Ojalá por la intolerancia no se produzca una división más marcada aún, entre los más conservadores y los que consideran que la Iglesia, como cualquier otra institución, deben caminar hacia sus fieles y no encadenarnos a costumbres, como la misa en latín, por ejemplo. Hace mucho tiempo estas divisiones fueron la semilla de varias otras religiones cristianas, que en su momento se denominaron protestantes, por precisamente no estar de acuerdo con las acciones que en su momento tomaba la Iglesia católica.

Continuemos en el camino que nos legó el Papa de la Misericordia, de los pobres y de esos por los que todos debemos velar, los niños y jóvenes y, principalmente, de la inclusión.

¡Buen viaje, papa Francisco, un GRACIAS en mayúscula por todo!

*El autor es analista político y dirigente cívico
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