• 06/10/2023 00:00

Tribalismo

Son reiteradas, incontrastables y contundentes las pruebas de que el ser humano privilegia la vida en sociedad sobre una existencia ermitaña.

Son reiteradas, incontrastables y contundentes las pruebas de que el ser humano privilegia la vida en sociedad sobre una existencia ermitaña. La humanidad no puede vivir en el caos o la anarquía. Esto conlleva organización, reglas, determinado orden y autoridad. Se necesita nación, gobierno, Estado y democracia. Es la vía apropiada para ejercer la libertad y alcanzar la meta del bienestar, tanto material como espiritual. Esta necesidad logra en su desarrollo coexistir con la natural tendencia de los humanos de conformar grupos, inspirados en corrientes de diverso carácter, a veces por razones étnicas, deportivas, de victimización, de edad, migratorias, religiosas, político-ideológicas, geopolíticas, territoriales, lingüísticas, etc. Esta contundencia probatoria también se refleja en tal propensión cuando exterioriza la intolerancia que por lo general brota junto a la susodicha costumbre “grupalista” cuando la estiran demasiado, caldo de cultivo del populismo.

El voto es una excelente herramienta para combatir con éxito los nefastos efectos de ver el mundo solo como un conjunto de grupos con intereses diversos y muchas veces enfrentados. El voto es un instrumento unitario dentro de una estructura democrática en funcionamiento y es complejo. En ese momento, todos somos iguales. Más igualdad, se daña. Esta es la mejor razón para utilizar bien esta herramienta. Unos piensan que su mejor manejo es echar al ruedo cada cinco años caras “nuevas”, pero cuando les toca mostrar esas caras “nuevas” sacan a relucir caras que ya jugaron. Eso es populismo y es falaz. Lo que hay son caras diferentes, pero no nuevas. Busquen entre los ocho candidatos: ¿dónde está esa cara nueva? Puede haber caras que no hayan gobernado, como Lombana o Gordón, pero no nuevas ¿Acaso Blandón? ¿Rómulo? ¿Martín? ¿Alí Babá? Gaby tampoco; su cara no es nueva en el escenario político, aunque es la más nueva en cuanto a “relevo generacional” se refiere; su aparición en política también es la más nueva. Además, es el único que cuenta con un motor político-partidista genuinamente entrelazado con las causas más populares y soberanas de nuestro Panamá, no solo en su programa sino en su historia. Al margen de posibles actuaciones cuestionables, no raizales y no representativas de contados miembros de una colectividad, un microcosmos local, de más de 700 mil adherentes.

Asimismo, tiene en su activo el conocimiento más reciente del trabajo que implica impulsar el crecimiento económico del país, que en el último año fiscal creció un 10.8%, a pesar de la sacudida de la pandemia. Sería un pecado político de consecuencias económicas nefastas frenar este ascenso. Es un candidato que no tiene que aprender ni el lenguaje de los jóvenes, ni a operar el celular.

Su candidatura salió de la competencia entre grupos a lo interno del PRD y aunque todavía hay corrientes internas esperanzadas en opciones diferentes, el haber sacado a votar en primarias al 61% de sus miembros, constituye una señal positiva de unidad y éxito. Si bien la mentalidad de grupo refuerza el peso programático de un colectivo político, persistir en ella contra las reglas internas, acorta la visión en momentos que exigen ver más allá. Esta falencia, que se registra tanto a lo interno como a lo externo, mutila el crecimiento democrático; convierte su crítica en un drama teatral y nos hace ver como un conjunto de tribus. La cura: unidad electoral democrática y partidaria.

Abogado y embajador en Chile
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