• 28/10/2012 03:00

Aung San Suu Kyi

En una de esas soñolientas tardes frías bogotanas en compañía de mi hijo Alejandro, tuve el grato placer de realizar una de mis rutinas ...

En una de esas soñolientas tardes frías bogotanas en compañía de mi hijo Alejandro, tuve el grato placer de realizar una de mis rutinas cuando viajo a esta ciudad, a la que concurro con alguna frecuencia. Solía visitar un sitio que renta películas de la cual era asiduo miembro. Buen cine independiente, de sumo interés, obras originales y con sello profesional. Cine que privilegia la inteligencia, las ideas, lo profundo y serio. Cuál fue mi desilusión al encontrarme con un aviso de cierre del local; desprogramado aquella tarde, le dije al conductor que nos llevase a la sala Cinemanía, a ver la cartelera de las películas que proyectaban esa tarde. No nos pudo ir mejor, primero porque gozaba de la grata compañía de mi hijo, amante también del buen cine y con una infinita curiosidad intelectual; además, porque coincidimos con la celebración del 11º Festival del Cine Francés y escogimos ver la película devastadora que dirigió el cineasta Luc Besson titulada ‘Amor, honor y libertad’.

Trátase de un recuento de las vidas paralelas de Aung San Suu Kyi y su esposo, el catedrático inglés Michael Aris, una trágica historia verdadera de amor, en Birmania, ese lejano país asiático, practicante del budismo.

Aung San Suu, activista birmana, pasó los últimos veintiún años encarcelada, bien en prisión, bien en arresto domiciliario, merecedora al premio Nobel de la Paz hace veintiún años, no pudo asistir a su entrega, por permanecer en arresto domiciliario en su ciudad natal de Rangún (Birmania). Su esposo Michael Aris junto con sus hijos, asistieron al acto ese día, cediendo el honor a uno de sus hijos, Alexander, a que lo recibiese y dijese algunas palabras. Ella pudo escucharlos por un radio de onda corta. Suu y Michael en la vida real se conocieron en la ‘U’ de Inglaterra, ambos estudiantes universitarios. Al concluir sus estudios, se separaron. Él se dirigió a Bután en calidad de tutor de los hijos de la familia real de ese país y ella a New York a trabajar en la ONU. Sostuvieron un largo romance a través de cartas.

Suu era hija del general Aung San, prócer de la independencia birmana y asesinado por la corrupta y sanguinaria junta militar que se tomo el poder en el año 1962. Fueron estos los militares que le cambiaron el nombre del país por MYANMAR.

Suu en compañía de algunos historiadores, intelectuales y estudiantes Birmanos, crearon el partido Liga Nacional para la Democracia (LND), convirtiéndose en un auténtico símbolo de la democracia y las libertades en Birmania. En su infatigable dedicación a la búsqueda de un estado demócrata, desenmascaró las oscuras fuerzas que anidan en el corazón de Birmania. Su esposo apoyó su causa. Llevó su caso a la Casa Blanca, al Vaticano y al Comité Noruego que otorga el Premio Nobel.

La represión ejercida sobre un grupo de monjes budistas, provocó la congregación de más de diez mil monjes birmanos budistas en las calles de Rangún que apoyaron a esta activista radical que nunca se doblegó ante las presiones para que atemperase sus acciones.

Un cáncer de próstata le provoca la muerte a la edad de 53 años precisamente el día de su cumpleaños en el año de 1999. La última vez que vio a su esposa fue en el año 1991. Ella continúo con su causa. En 2010 recuperó su libertad. Se lanzó al Parlamento y ganó un escaño.

Salimos del cine al caer la noche, busqué un lugar para el descanso y la conversación, desembarqué sin darme cuenta en Usaquén, barrio poblado de bares y restaurantes, con fieles que los frecuentan, escogí El Abasto, ordené dos aguas aromáticas de hierbabuena; animados por la película, juntos pasamos a revisar los pasajes de ella, le noté a mi hijo cierta melancolía, la llovizna y la neblina ahondaba su tristeza, continuaba sumido en el silencio, lo interrumpí. Una mujer que se pasó la vida, le dije, sublevándose contra el poder, renunció a todo, a su trabajo, su familia, su vida resulta sorprendente tanto por su valentía como por los hechos que denunció, no podíamos permitir, añadí a mi hijo, que una historia como esta me pasara de largo, sería un acto de alta traición contra mi conciencia. Me instó a que escribiera sobre el tema.

El lector juzgará si he acertado al transmitirle esa admirable capacidad de entrega de esta apasionada heroína para su pueblo, capaz por sí sola de llamar la atención del mundo sobre la escandalosa tragedia de Birmania, país profundamente enfermo; donde el material humano, es para el poder, carne de basura.

*ABOGADO.

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