• 14/06/2020 00:00

¿Sustituir al maestro por tecnología?

Estamos desenvolviéndonos en un escenario pandémico. Pandemias ha habido muchas en la historia, comenzando por la peste negra en la Edad Media y pasando por las enfermedades que vinieron de Europa y arrasaron la población autóctona en América en tiempos de conquista.

Estamos desenvolviéndonos en un escenario pandémico. Pandemias ha habido muchas en la historia, comenzando por la peste negra en la Edad Media y pasando por las enfermedades que vinieron de Europa y arrasaron la población autóctona en América en tiempos de conquista. Sin embargo, no recordamos ni hemos vivido un estado de cuarentena global.

La pandemia está cambiando de manera casi que instantánea la forma en que se imparte la educación en el planeta, la escuela y el hogar ahora se convierten en el mismo lugar, tras las necesarias regulaciones efectuadas por los ministerios de Educación de los países.

En este escenario de crisis del coronavirus, la tecnología es la gran aliada; maestros, profesores, estudiantes, padres de familia y las autoridades educativas han tenido que adaptarse a una nueva forma de enseñar y absorber conocimientos en la que se amplían las distancias tan fundamentales en la parte emocional del aprendizaje y la única vía de conexión física entre docentes y discentes.

En medio de esta situación, surge una preocupación legítima, mediante la cual se cuestiona la presencia del maestro y profesor y su liderazgo en el aula de clase: ¿se garantiza o no la estabilidad de ese docente en el sistema educativo? La educación ha evolucionado mucho, pero el docente ha permanecido como figura central de la educación y del aprendizaje.

El maestro que solo utilizaba la pizarra negra y la tiza no desapareció cuando llegaron los libros de texto. Tampoco fue sustituido ni sus condiciones se vieron precarizadas cuando aparecieron la televisión, el video o el CD. Ni los ordenadores han podido con el profesor, aunque muchos pensaban que con las computadoras ya no sería necesaria su presencia en el aula.

Los maestros no han sido reemplazados, pero sí han tenido que cambiar su forma de trabajar, de educar, de enseñar, de interactuar con el alumno y con el conocimiento. La educación ha evolucionado mucho, pero el docente ha permanecido como figura central de la educación y del aprendizaje y continuará siéndolo.

En el Plan de Acción de la Estrategia de Meduca para enfrentar el COVID-19 áreas prioritarias y principales actividades, se señala: “En esta crisis ha quedado claro que la continuidad de los aprendizajes está basada en la educación a distancia en la que el uso de plataformas educativas es crucial, en tal sentido, se plantea que Meduca cuente con una Plataforma Educativa Integrada (PEI)” (Tecnología, conectividad y formatos de comunicación, pág. 14).

Educar a una persona es una tarea única e irrepetible, distinta en cada caso. No se educa buscando resultados estándar. El conocimiento individualizado de cada alumno, la elaboración de distintas estrategias en función de las necesidades de cada alumno, el seguimiento y evaluación de lo aplicado, la comunicación verbal, la interacción personal docente-dicente, la empatía y conexión personal que influye en los sentimientos y emociones, etc., son actitudes y responsabilidades que solo puede asumir y llevar a cabo el docente trabajando día a día con sus alumnos. Ninguna tecnología puede suplirlo. El maestro y profesor siempre liderizarán el proceso en el aula de clases.

Pero, el docente también se debe a un sector de la población estudiantil carente de recursos tecnológicos para su desempeño y que pertenece a entornos socioeconómicos vulnerables; el cual es el más afectado por la paralización de las clases presenciales. De la crisis sanitaria surge un problema que el sistema escolar tendrá que enfrentar, para lo cual el maestro y profesor deberán estar preparados, y es la creciente diversidad entre los estudiantes, el avance que cada estudiante pueda dar muestra, y que estará sujeto al surgimiento de distintas necesidades educativas.

Quiero concluir con un extracto de la carta que el profesor español de Filosofía, Sergio Calleja, les envía a sus alumnos: “al final ha tenido que ser un virus y no un filósofo, como yo pensaba, quien nos remueve la conciencia y nos enseñe qué es la vida, su significado más profundo y su verdadera esencia. Cuando salgamos de nuestras casas, que hoy son más que nunca nuestras cavernas, será otra la realidad que nos encontremos, más verdadera, más humana, más real y viva, de esta saldremos siendo mejores, sabiendo qué es el bien, la belleza y la verdad”.

Educador

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