• 05/08/2024 23:00

Sobre proyecto país y perspectiva cristiana del desarrollo

El pasado 1 de agosto, TVFE (canal 5) proyectó una versión más del programa de la Comisión de Justicia y Paz de la iglesia católica panameña, extremadamente ilustrativo - pocas veces visto en las televisoras comerciales - sobre la temática que está representando un verdadero reto para el gobierno actual, a saber, el de poner a andar un “proyecto - país”, es decir, un proyecto que predomina, que articula al resto de los proyectos de generación de excedentes económicos sociales en el país.

Los dos panelistas invitados - economista Rubiel Cajar y sociólogo Milton Martínez - coincidieron en que existe un “proyecto - país” impuesto desde antes del inicio de la república (1903) basado en la generación de excedentes económico desde la zona de tránsito y beneficiando mayoritariamente a los que explotan dichas actividades, generalmente extraños al interés del país. Diríamos aquí, se trata del modelo transitista, pero más allá aún, es parte de un sistema colonial.

Este sistema está organizado con base en una jerarquización que tiende a la racialización, por cuanto establece diferenciaciones artificiales, no naturales, tales que se expresan a la hora de quiénes generan los excedentes y posteriormente, de quiénes obtienen sus beneficios. Desde el punto de vista territorial, el “transitismo” - aun si sus dirigentes quisieran lo contrario - se opone a la obtención de beneficios de los grupos humanos del Panamá profundo (interior del país).

Desde el punto de vista de las clases sociales, particularmente, de las fracciones de clases sociales, el “transitismo” beneficia a los comerciantes - poco pienso aquí en los minisúper de los chinitos o los restaurantes de los tableños- y a los potentados de los servicios requeridos en y desde la zona de tránsito, por ejemplo, grandes trasegadores de combustibles, bufetes de servicios jurídicos, compañías de seguros, servicios aduaneros y sobre todo, sobre todo los banqueros locales e internacionales.

El masivo sector no metropolitano vinculado a las fracciones agrarias y agroindustriales han estado históricamente fuera de este festín del excedente. Obsérvese, que a pesar de los casi 700 mil millones de dólares generados en los últimos 25 años - cifra aportada por el economista Rubiel Cajar en el panel televisado en referencia - ni los pobladores del campo, sean afrodescendientes, mestizos o indígenas, que se ven forzados a emigrar a la zona de tránsito, ni la gran mayoría de los productores agrarios (campesinos y empresarios) han podido superar significativamente sus condiciones de vida precarios o en el mejor de los casos, de obtención de excedentes económicos importantes.

En esta línea, Paul Baran ya había reconocido que el quid del subdesarrollo está vinculado no al cumplimiento fallido de etapas de crecimiento económico, como nos suelen insinuar los economistas mentalmente colonizados, sino que, quienes se benefician del estilo colonial de generación de riquezas, son diametralmente opuestos a que los países sometidos al coloniaje mantengan soberanía sobre sus propios valores y bienes. “Esta oposición - nos afirmaba Baran desde el siglo pasado - aparece independientemente del régimen existente en el país subdesarrollado” (Baran, 1957). Bien sea un gobierno electo democráticamente o no, ante los grandes beneficiarios del sistema colonial racializado, “el que se oponga al dominio extranjero de su país, todas las palancas de la intriga diplomática, de la presión económica y de la subversión política, son puestas en juego para derribar al gobierno nacional ‘recalcitrante’ y reemplazarlo ...” (Ibidem) obviamente, por políticos que estén dispuestos a servir a sus intereses. He aquí la razón de ser de nueve de cada diez golpes de Estado llevados a cabo en nuestro continente desde el siglo XIX a la fecha.

Pues bien, por lo dicho por Baran y confirmado por la historia económica y política del mundo moderno, la cuestión diferenciadora entre un proyecto - país y otro es, ¿cuál es la opción social, ambiental de tal proyecto? Y es aquí donde se hace escabroso alcanzar el consenso necesario. En tal caso, coincido con el Papa Francisco, en cuanto a que solo basta partir de una mirada a las Bienaventuranzas (Mt, 5, 3-12). Esto es, partir de una opción preferencial por los pobres, por los que están sometidos a iniquidades sociales y ambientales.

Esto lleva a que cada obra de inversión se encuadre en esta lógica, que se superpone a la de la búsqueda del máximo de ganancia, buscada por los oligopolios de la canasta básica familiar o por devastadores proyectos mineros como el de Minera Panamá. He aquí el gran reto del gobierno Mulino.

El autor es sociólogo, docente investigador de la UP
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