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En Panamá, la cobertura mediática de temas económicos es preocupante, no por lo que dice sino por lo que omite. La mayoría de las veces, los economistas destacados por los medios trabajan para el sector financiero, o como consultores de empresarios y corporaciones. Mientras tanto, hay poco espacio para economistas que estudian el bienestar social con enfoque de género, trabajan con sindicatos de trabajadores o colaboran con organizaciones sin fines de lucro. Esto crea una narrativa incompleta que refuerza la desigualdad económica.
Cada semestre que enseño economía en Panamá tengo que recordarles a mis estudiantes que la economía, como disciplina, abarca mucho más que los intereses empresariales. Estudiar cómo interactuamos entre nosotros y con el medio ambiente para generar nuestro sustento en una democracia es un asunto de todos, no solo de los empresarios. Sin embargo, el enfoque predominante en la cobertura económica va hacia la inversión extranjera y los intereses del mercado financiero. El emprendimiento se presenta como una solución mágica para los problemas del país, pero los datos nos dicen otra cosa. Según el Global Entrepreneurship Monitor, en Panamá, menos del 10 % de los emprendedores introducen al mercado productos nuevos para el país o para el mundo. Como resultado, solo alrededor del 5 % tienen 5 o más empleados. Menos del 30 % tiene planes de contratar trabajadores en los próximos cinco años. Por otra parte, la narrativa económica predominante es la de un mercado libre que se perjudica con cualquier inversión pública, a pesar de amplia evidencia de lo contrario de países como: Estados Unidos, Chile y Singapur. Esto explica por qué funcionarios de ministerios que promueven la productividad y la exportación se jacten en decir que el gobierno panameño no ofrece a microempresas subvenciones, capital semilla ni préstamos blandos para incrementar la eficiencia o aumentar el acceso a mercados internacionales. La evidencia sugiere que sin este tipo de inversión pública es muy posible que todo se quede tal como está. También se habla mucho de la importancia de la inversión extranjera. Nadie niega que esta sea un componente clave para el crecimiento económico, especialmente en un país sin soberanía monetaria como Panamá. Sin embargo, atraerla requiere destinar recursos a hacer el país atractivo para las preferencias y consumo de inversionistas extranjeros en áreas urbanas, usualmente a costa de no atender las necesidades de poblaciones vulnerables, como las comunidades en las comarcas y en áreas rurales. A veces se cuelan argumentos incoherentes sobre los efectos de los subsidios (que parecen ser solo efectivos para las empresas mas no para los trabajadores) y ataques a derechos laborales. Por ejemplo, es común escuchar que el salario mínimo genera inflación y afecta negativamente el crecimiento económico. Sin embargo, David Card (Premio Nobel de Economía) demostró que el impacto de un salario mínimo bien diseñado en el empleo y los precios es mínimo, si no inexistente. Pero estas investigaciones rara vez se mencionan en los medios panameños.
El problema no es que los economistas que representan los intereses empresariales tengan espacio en los medios; su perspectiva es válida y necesaria. El problema es que son prácticamente las únicas voces que escuchamos. Esta falta de diversidad limita las soluciones que se barajean en el imaginario público. La próxima vez que escuchemos a un economista en los medios, hagamos la pregunta: ¿a quién representa? Y luego pidámosle a los medios que diversifiquen las voces que destacan. De lo contrario, seguiremos perpetuando una visión económica sesgada, que busca que todo se quede tal como está.