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- 11/10/2016 02:00
Sobre educación y salud nacional
De aquellos polvos son estos lodos. Los medios se hacen eco de los reclamos que los educadores de escuelas particulares hacen a sus empleadores; es decir, a los patrones de colegios privados. Los empresarios de la educación privada toman contramedidas y anuncian incrementos de las tarifas de sus colegios. Los padres de familia, pertenecientes a las clases media y alta, protestan demandando una contención de los aumentos. ¿A qué se debe esto?
Recordemos que hasta hace muy poco los educadores de escuelas privadas percibían una remuneración menor que los educadores de los colegios públicos. ¿Cómo era posible? Ello era posibilitado porque inicialmente los educadores de los colegios secundarios eran funcionarios de colegios públicos y el trabajo realizado en los privados era conocido como práctica del trabajo secundario, que pasa a ser un complemento salarial. ¿Cómo se tornaba atractiva la oferta escolar privada? Esto se basaba en la descalificación programada, y creciente de la enseñanza pública. Entonces observamos que el educador que es denostado por su deficiente entrega al menester público se transforma en un educador consagrado a su docencia privada, siguiendo al pie de la letra las estrictas normativas de su accionar pedagógico en el centro privado.
Una mirada retrospectiva nos recuerda que en 1978 se produjo una decisiva confrontación entre fuerzas sociales nacionales: En ese momento se iniciaba una experiencia en el sector educativo que ponía énfasis en la combinación teórico práctica en instalaciones educativas asentadas en los poblados. Fue lo que se conoció como ‘Reforma Educativa '. Aunada a esa experiencia se venía también trabajando en instalaciones sanitarias que fusionaban los servicios separados de salud para asegurarle a la población mediante esa ‘integración ' las garantías de disponibilidad, accesibilidad, eficacia y eficiencia. Esas dos experiencias produjeron una corriente de rechazo manipulada por sectores de la opinión pública que levantaron la voz de alarma contra una mixtura educativo-sanitaria que tildaron de comunista. Aquello terminó el 31 de octubre de 1979, con la derrota de la iniciativa gubernamental (mal gestionada y publicitada). Ello fue tan fatal para el futuro del país como aquel Combate del Puente de Calidonia para los revolucionarios liberales. Los muchachos que entonces eran infantes de 6 años hoy tienen 44 y han visto pasar sus vidas sin convertirse en protagonistas de las trasformaciones culturales y productivas a las que estaban llamados, y los que tenían entonces 20 años hoy transitan los umbrales de la jubilación con igual carga de frustración.
El resultado de aquella derrota fue la proliferación de los colegios particulares que se alimentaron del fracaso de las posibilidades progresivas en el sector público. En otro aspecto, las transformaciones sanitarias fueron diluyéndose para dar paso a la oferta privada, mientras el sector público emprendía costosos e ineficientes proyectos hospitalarios sin capacidad de penetración preventiva.
Lo que sucede ahora. La base económica que sustentaba a la oferta educativa privada, que era el uso del trabajo secundario de los educadores, hizo incrementar las nuevas escuelas privadas, tanto que ellas se han visto obligadas a contratar personal nuevo que no estaba inserto en el sistema público de educación y por ende reclaman salarios de verdad. Se agotó pues la mina de trabajo excedente y el empresariado de la educación privada debe enfrentarse a su nueva realidad laboral.
¿Y en Salud qué pasa? Pues que los centros formativos de médicos solo educan para un criterio de excelencia vinculado a la práctica privada; en consecuencia, la pirámide de atención está invertida, hay un exceso de especialistas contra una base disminuida de médicos familiares, integralistas o generalistas, según sea la categoría como se le conoce en distintos países.
La mayoría de las afecciones que perturban a la población en su esfuerzo cotidiano es atendible mediante medidas de atención de primer nivel aunadas a una intensa promoción, educación y esfuerzos preventivos. Esta realidad innegable ya no es la prioridad en la formación que se imparte en nuestro país, dedicada a las prioridades del mercado privado o la exportación de graduados.
Por lo antes expuesto, las autoridades educativas tendrán que afrontar, tarde o temprano, la formación de un Instituto Superior de Salud Pública que corrija y dé vuelo a la protección de la población y la separe de las obligaciones de la visión terapéutica siempre necesaria, pero no tanto como la salud integral del país. Todo esto deberá complementarse con un escalafón que favorezca al ejercicio laboral que se entregue donde el Estado nacional lo requiera.
MÉDICO