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- 06/06/2020 00:00
Regresa la anormalidad
Con reiterada frecuencia escuchamos de diferentes autoridades y representantes del Gobierno decir que el segundo bloque es inicio del ¿regreso o retorno a nueva normalidad? Lógico que luego del encierro por cuarentena a causa de la COVID-19, muchos entendemos el concepto de la frase, debido a las precauciones y medidas sanitarias que de forma individual y colectiva debemos adoptar.
Presumo que es el lenguaje, sutilmente impuesto, que utilizan la OMS y organismos internacionales al resto de países en América. Estos tras bastidores, son quienes dictaminan la política “científica y estratégica” del combate a la COVID19. Es mi derecho no estar de acuerdo con el término, puesto que considero cada país tiene su propio escenario, su peculiar conducta e idiosincrasia, asunto que dista de la cultura anglosajona y europea. Cada pueblo con su propia aspirina decía, como mensaje claro y especifico, el general Omar Torrijos. Un concepto muy olvidado.
No obstante, vamos al punto medular del escrito. Nada sorprendente fue la actitud desenfrenada de muchos panameños, al sentir un alivio y respiro, que le permitió una sensación de éxtasis y libertad simbólica. Entendible y aceptable hasta cierto grado, debido a la naturaleza humana. Sin embargo, es inexplicable que, a sabiendas del peligro y riesgo que se corre, se actúe de forma tan irresponsable.
Más lamentable es que las experiencia y aprendizaje durante el cautiverio hayan sido echados por la borda. No discernir sobre la magnitud del problema. Mucho menos medir las consecuencias a las que estamos expuestos, tanto por el virus como por las secuelas catastróficas y negativas que sufrirá Panamá a corto mediano y largo plazo, en relación con diferentes aspectos. Políticos, sociales y económicos. Sin ánimo de ser pesimista, un panorama muy complejo y sombrío.
Un comportamiento absurdo y anormal, que parece abrazar la conciencia y mala práctica de la mayoría de los ciudadanos. El lunes 1 de junio se podía apreciar descortesía en el manejo, pasarse luz roja, tirar basura en las calles y sitios inapropiados. Congestionamiento vehicular, producto de la falta de supervisión de inspectores ATTT y agentes de tránsito de la Policía Nacional (PN). Un verdadero caos, tal cual se ha constituido en mal sana costumbre.
Se que heriré susceptibilidades por lo aquí manifestado, pero mientras era notoria la carencia de miembros de PN en la ciudad y aledaños, las abarroterías y comercios asiáticos tenían unidades de la institución prestando servicio vendido de protección. Algo totalmente fuera de lugar. Reitero es una acción que resulta competencia desleal, porque tal actividad debe ser suplida y contratada exclusivamente a las agencias de seguridad del sector privado.
Sé que FICOI tiene carácter legal. Mas, es un adefesio jurídico que debe ser eliminado por razón de violar normas y principios constitucionales. Un elemento nocivo adicional, es que los miembros de esa institución, en vez de retomar lo que debiera ser su principal labor en materia de vigilancia y salvaguarda de la sociedad frente a la delincuencia e inseguridad ciudadana, “contrario sensus”, realizan la labor que en esta etapa corresponde a las autoridades locales y servidores públicos en materia de salud.
Independiente de cualquier animadversión por lo aquí expresado, “La nueva normalidad”, será solo un deseo romántico y utópico. Reprimir la anarquía es imperativo. Empero, la represión produce efectos positivos, cuando la autoridad ataca la raíz del problema con fuerza y ética moral.