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- 28/04/2020 00:00
¡Sí, todos tenemos razón!
Incluso aquellos que, ante las fallas y limitaciones de los Gobiernos, se aferran a la esperanza de un todopoderoso César Democrático. Y, tal vez, porque, al comprender que las demoras y dificultades del ejercicio democrático son inevitables, se ilusionan con el poder absoluto y hasta admiran “la agresividad” de quienes hablan y actúan como auténticos dictadores.
El desenlace de semejante filosofía política bien puede llevar a quienes disfrutan demagógicamente promulgando y “halagando a la plebe”, como dice el diccionario, con lo siguiente: ¿Leyes y Constituciones para qué?
Frente a esta realidad histórica latinoamericana, Bolívar nos prevenía en su famoso Discurso de Angostura que, la continuación de la autoridad de un mismo individuo debe evitarse, porque “El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
Semejante realidad histórica frecuente desde nuestra Independencia de España ha llevado al suicidio a quienes, por generaciones, no ven salida, tal como sucedió con Carlos Rangel (autor de Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario) en Venezuela en 1988. Lo que igualmente había sucedido en Cuba en 1951, cuando Eduardo Chivás se inmoló durante su popular programa radial.
También hemos tenido razón, naturalmente, cuando afirmamos creer en la Libertad, tanto Política como Económica, pero dentro de los parámetros de las mayorías del país. Por ello resulta preocupante cuando la Clase Media disminuye, a la vez que aumenta la pobreza extrema y la riqueza opulenta. Y en nuestro caso en particular, estoy aludiendo no a los muchos que fingen un poder económico del cual carecen, sin poder hacer frente ni siquiera a los compromisos monetarios que negocian personalmente y suscriben por escrito, sino al mucho menor grupo con verdadera abundancia económica.
Otra consideración fundamental, en adición a lo que se ha definido como “el mayor beneficio para el mayor número”, la representa la siguiente afirmación de John Locke, cuando nos advierte: “El conocimiento del hombre no puede ir más allá de sus experiencias”. O el dictamen político de Winston Churchill al advertir: “Cuando el presente niega el pasado, seguramente que ya hemos perdido el futuro”.
En adición a que todos tenemos la razón, y a pesar de ello, hemos de reconocer que nuestra generación también le ha fallado al país al ser incapaz de encontrar un justo medio en nuestros planteamientos, seguros de tener siempre la razón. Y ahora solo nos resta la esperanza de que los jóvenes de hoy aprendan a inspirarse, de cara al futuro. En esta juventud, sobre todo integrada por aquellos entusiastas, se encuentran, pendientes, nuestros mejores días.
Estas y otras ideas pertinentes he dejado expuestas en siete libros publicados, en prosa, y en español e inglés, al igual que un texto totalmente en verso, también en ambos idiomas. Por ello, advierto a quienes se interesan en estos temas, esenciales a mi modo de ver, que pueden localizar estos textos en Amazon-Books. En particular, La Democracia Histórica y América Latina (Cartas, Citas y Reflexiones) y La Democracia Enjuiciada: Alegato de la Defensa (Evolución Progresiva o Revolución).