• 26/04/2025 00:00

Realidad versus ficción

Panamá es un país dolarizado, completamente integrado al comercio internacional y buscar una posición de confrontación, no solo es insostenible, es suicida

Los problemas en las relaciones entre Panamá y Estados Unidos en los últimos meses han sido tanto controversiales como complejos. Particularmente, los eventos recientes en torno a la firma del Memorándum de Entendimiento han abierto una ventana perfecta para que ciertos grupos, políticos, figuras influyentes e “intelectuales” vendan el discurso que todos quieren oír: ese relato romántico que exalta la soberanía y conecta con el sentir de las masas.

No han dudado en desinformar y en afirmar que el gobierno ha sido débil, insinuando que todo habría sido diferente si ellos estuvieran al mando. Pero la soberanía, aunque poderosa como símbolo y como arma del sentimentalismo, no es una carta blanca para la irresponsabilidad. Apelar a ella sin una comprensión real del contexto y con el fin de buscar notoriedad solo para ganar aplausos, es lo más bajo que puede hacerse en un momento de crisis, demostrando así que su interés no es por el país, sino personal.

Sí, el gobierno de Mulino ha mostrado graves fallas de comunicación y transparencia. Sí, pudo —y debió— negociar mejores concesiones. Pero pensar que Panamá pudo simplemente negarse a todo es una ilusión. En el escenario actual, regional y mundial, Panamá carece de peso geopolítico y ni hablar del músculo bélico. Las instituciones multilaterales como la OEA o la ONU han demostrado ser irrelevantes ante presiones reales. En este juego, Panamá está solo.

El escenario mundial actual está lleno de miedo e incertidumbre, donde cada país está preocupado por sí mismo y no tiene interés en apoyar a otros, sin saber cuáles pueden ser las consecuencias.Volviendo a Panamá, somos un país dolarizado, completamente integrado al comercio internacional.

Buscar una posición de confrontación, no solo es insostenible, es suicida. Y del otro lado no hay un actor cualquiera. Está Trump: un negociador que usa la fuerza, la presión y la coacción como herramientas naturales. Sabe que tiene el músculo —militar, financiero, político— y lo usa sin complejos. Frente a eso, hablar de una “negociación justa” es ingenuo. No puede llamarse negociación cuando una de las partes tiene una pistola en la cabeza.

Más grave aún es equiparar este escenario con las negociaciones por la reversión del Canal. No solo es un error histórico y una falta de entendimiento del escenario actual: es una irresponsabilidad. Aquellos que hoy se llenan la boca hablando de soberanía lo hacen sin asumir las consecuencias reales de lo que proponen.

Ejemplos sobran. A comienzos de año, Colombia intentó enfrentar a Trump en nombre de su soberanía. ¿El resultado? En cuestión de minutos, se les aplicó la IEEPA. Ahora imaginemos eso aplicado a Panamá, un país que ha sido blanco recurrente en la narrativa de “Make America Great Again”. ¿Realmente los que hoy se erigen como paladines de la soberanía están preparados para enfrentar algo así? ¿Son conscientes de lo que implicaría?

Una sola sanción como la IEEPA bastaría para paralizar nuestra economía: congelamiento de activos, aislamiento financiero, colapso del comercio internacional. El PIB per cápita podría pasar de 19 mil dólares a menos de 100 dólares en cuestión de días. El golpe sería más devastador que cerrar diez minas o el quiebre de la CSS. Y aun así, hay quienes se atreven a afirmar que lo habrían hecho distinto y que no se hubiesen dejado pisotear.

Pero lo más grave no es lo que dicen, sino lo que omiten. ¿Dónde estaban esos mismos defensores de la soberanía cuando se violó la Constitución durante la pandemia? ¿Dónde estaban cuando la OCDE, GAFI u OFAC han impuesto su agenda en Panamá? ¿Dónde estaban durante los Panamá Papers? ¿Acaso ahí la soberanía no importaba?

*El autor es economista
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