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- 02/09/2023 00:00
¿De dónde provienen nuestros tambores?
Los patrones rítmicos de todos los bailes de tambor afropanameño, los cuales constituyen el acompañamiento rítmico de nuestras diferentes formas de tonadas de tambor (congo, terrible, bullerengue, tambor chorrerano, tamborito, tambor de orden, tuna, cumbia, etc.), en las que son las coplas la forma métrica literaria distintiva, se caracterizan por la presencia de tambores de herencia subsahariana, los cuales pueden clasificarse, según su estructura, en monomembranófonos y bimembranófonos, en los que podemos observar durante su ejecución la prevalencia de una polirritmia cruzada, donde cada uno de ellos realiza independientemente ostinatos rítmicos en contratiempo y sincopados, muchas veces en hemiolas en las que dos compases ternarios simples (3/2 o 3/4, por ejemplo) se articulan como si fueran tres compases en un compás binario sencillo (2/2 o 2/4). A grandes rasgos, pudiéramos concluir entonces que nuestras diversas formas de tambor tradicional son ancestralmente africanas.
Según los estudios realizados por los profesores Zárate, publicados en su obra “Tambor y Socavón” (1962, pp. 52 y 53), con el apoyo científico de la doctora Olga Boone, autora de la obra “Les Tambours du Congo Belge et du Ruanda-Urundi” (1951), se llegó a las siguientes conclusiones: el tambor conformado por dos membranas, llamado caja o tambora, guarda entera similitud con uno de los originarios la región del lago Chat, situado en la frontera entre Chad, Níger, Nigeria y Camerún. Mientras que el de una sola membrana, que se tensa a partir de un sistema de cuñas y tirantes, llamado, según las distintas regiones folclóricas de nuestro país: seco, sequero o repicador, cuando son de tono alto; u hondo, pujo, pujador, claro o llamador, cuando son de tono grave o intermedio; guarda entera similitud con el tambor nacido en la región africana ocupada entre los ríos Sanaga de Camerún y Ogowe de Gabón, el cual aparece entre los Ekoi de Camerún y los Bakundu y Ogowe en Gabón.
De la misma manera, el etnomusicólogo italiano Leonardo D'Amico (2017, pp. 10-11) anota que nuestro tambor de una sola membrana presenta interesantes semejanzas estructurales con ciertos tambores tradicionales colombianos (llamador y alegre), venezolanos (chimbangueles), brasileños (atabaques: rum, rumpi y lê) y cubanos (enkomo), que pertenecen a la sociedad secreta cubana Abakuá (conocidos también como Ñáñigos), heredera de la sociedad de Leopardo Ekpe (Miller, 2009, como se citó en D'Amico, 2017, pp. 10-11), difundida entre los Efik de Calabar, en el área fronteriza entre Nigeria y Camerún.
En nuestro país, esta herencia polirrítmica africana es aún respetada y practicada en las regiones folclóricas de las costas de Colón, La Chorrera y Coclé (Antón, Penonomé, La Pintada y Natá), lugares en donde es común la presencia de cuatro tambores de origen africano: una caja bimembranófona y tres tambores de cuña monomembranófonos. Respecto al nombre de los tambores de cuña: en Costa Arriba de Colón existen dos hondos (uno de tono un poco más alto) y un seco; en Costa Abajo, dos pujadores y un repicador; en cambio en La Chorrera son llamados pujador, claro y sequero; y en la provincia de Coclé, pujador, claro y repicador.
En las regiones folclóricas de Azuero, Veraguas, Chiriquí y Darién solo usan una caja bimembranófona y dos tambores de cuña. En las tres primeras regiones anotadas, los tambores de cuñas son llamados: pujador (que ejecuta el sonido de pujo y claro) y repicador (interpreta el sonido claro y seco). En el caso de Darién, estos tambores de cuña son llamados hondo y seco en la región de Tucutí, mientras en Garachiné son llamados pujador y repicador.
Cabe mencionar que, a diferencia de lo ocurrido en Europa respecto a la evolución del tambor primitivo de origen africano, a partir del cual surgen instrumentos de percusión con características bien diferenciadas, como, por ejemplo: redoblante o tarola, bombo, tom, etc., fenómeno denominado por Fernando Ortiz con el nombre de “transculturación blanca de los tambores negros” (1952, como se citó en Zárate y Zárate de, 1962, p. 43); en nuestro país, al igual que en muchos países latinoamericanos (Cuba, Puerto Rico, Haití, República Dominicana, Colombia, Venezuela y Brasil, entre otros), los tambores de origen africano han resistido cualquier intento de transculturación por parte de la cultura ibérica, a pesar de la evidente transculturación del elemento europeo en la parte melódica y armónica de nuestra música, así como en la estructura métrica literaria de sus cantos y en la coreografía de algunos de nuestros bailes, junto a su indumentaria.
En relación al elemento organológico instrumental y rítmico de los tambores afropanameños, aún persiste ricamente compenetrada el alma de la sabiduría popular subsahariana, donde podemos observar variantes mínimas en dichos instrumentos, los cuales conservan en gran medida la herencia ancestral africana. En otras palabras, si atendiéramos a las antiguas clasificaciones del tambor afropanameño del siglo pasado, las cuales muchas veces se basaban en características de índole racial, nuestro tambor sería entonces, y a mucha honra, un tambor rítmica y organológicamente de naturaleza negra. Y más que blanqueado, sería un tambor con la mayor transcendencia africana en la cultura hispánica traída por los conquistadores, tal como lo podemos observar incluso en el patrón rítmico utilizado en el repique de las campanas durante las celebraciones de algunas de las fiestas tradicionales religiosas, como por ejemplo las fiestas patronales de nuestros pueblos.
Referencias:
1. D'Amico, L. (s. f.). Los hilos de la memoria.?Buscando el origen de la cumbia en el país de los Carabalí. Conservatorio di Mantua, Italia. http://www.leonardodamico.net/wp-content/uploapds/2016/09/Los-hilos-de-la-memoria-_con-fotos_.pdf
2. Quintero, B. (2020) ¿De dónde provienen nuestros tambores? Revista La Antigua, Nº 84, pp. 132-133.
3. Zárate, M y Zárate de, D. (1962). Tambor y Socavón. Imprenta Nacional.