• 12/08/2024 00:00

Pormenores del hoy

Pensemos en los grandes retos que ofrece hoy día el mundo, muy reales y que son preocupantes. Con amenazas de guerra, con un medio ambiente oscuro y crítico, con valores tan diluidos que dan tristeza, que no se respeta el sacramento del matrimonio, y donde ya los bautizos y otras ceremonias son cosas del pasado. ¿Qué hacemos con nuestra vida?

Vivimos en un mundo ya muy diferente a lo que el pasado nos ha ofrecido por generaciones. Tenemos que afrontar todos sus cambios con fortaleza, valentía y muchas decisiones sabias.

Es decir, que no necesariamente tenemos que acceder a las decisiones equivocadas de ciertos elementos muy ajenos a la vida familiar y moral.

Porque en nosotros está el defender el fundamento de nuestra humanidad y democracia.

Cada persona, individualmente, debería reflexionar profundamente en la vida que lleva.

Nos agobia la constante inflación, sobre todo de los alimentos, pero ¿hacemos algo al respecto? ¿O, simplemente nos quedamos como bobos, mirando los toros de la barrera, y cuando nos ataca, caemos al suelo y nos dejamos pisotear?

O, sembramos en cada pedacito de tierra que tengamos, o potes en nuestra terraza, o huertas, si tenemos la suerte de tener un buen terreno.

Otro factor, igualmente importante, es la moral. Somos firmes en defender nuestra fe y creencias cristianas para el bien de nuestras futuras generaciones, o somos inútiles, fríos e indiferentes ante los acontecimientos, sobre todo las atrocidades que se están cometiendo en casi todo el planeta. Aberrantes, en algunos casos como el reciente en la inauguración de las olimpiadas de París.

¿Es que no tenemos carácter, ni seguimos las enseñanzas que nos dieron en nuestra niñez? ¿Somos así de no me importa?

Las autoridades con poder de decisión, ¿hacen lo justo por su pueblo? ¿Se dan el tiempo para pensar que la humanidad pasa por una transición extrema, y que cada palabra, acto o decisión suya puede ser devastadora para su país?

¿Se piensa en los ancianos? ¿Se determina una “Ciudad del Adulto Mayor” para que se sientan útiles, y el apoyo de la sociedad los anime a seguir adelante con una vida alegre y productiva con todo lo necesario y moderno? ¿Un buen hospital geriátrico, centro de rehabilitación? ¿Albergue temporal? Oficina de asesoramiento social, económico, tanto psicológico, como mental, familiar y físico.

Con una línea telefónica gratuita, tipo 911/dorado, o 311/dorado (aparte de los existentes) bien equipada y personal entrenado para apoyar cualquier pregunta o necesidad.

Se piensa mucho en los animales, problemas infantiles, indigentes, personas que desean comprar una casa, discapacitados, ciudades del niño y de la educación, y tantas otras cosas más que se mencionan a diario como prioritarias. Todos esos grupos son inmensamente importantes y representan la grandeza de un país.

Pero, ¿quién es la fuente de esa grandeza? Sencillamente, los ancianos que han dado toda una vida por mejorar la vida de las futuras generaciones, y sentirse útiles en cada paso que dan, pero que, tristemente, son abandonados a su suerte o no tienen a quien acudir.

Por qué no dedicarles tiempo y esfuerzo a que tengan su “imperio” donde reine la alegría, paz, salud, bienestar, comidas saludables y que todo a su alrededor contribuya a su bienestar.

Por eso, una “Ciudad del Adulto Mayor”, bien planificada y equipada, es la contribución más grande que un país puede dedicar a sus ancianos.

¿Se piensa acaso, en tener centros, limpios y soleados para que los adultos mayores pasen el día, y puedan disfrutar amenamente de recreación y comidas saludables, y sus familiares puedan tener el tiempo que necesitan para trabajar y hacer los menesteres de casa?

Pensemos en los grandes retos que ofrece hoy día el mundo, muy reales y que son preocupantes. Con amenazas de guerra, con un medio ambiente oscuro y crítico, con valores tan diluidos que dan tristeza, que no se respeta el sacramento del matrimonio, y donde ya los bautizos y otras ceremonias son cosas del pasado.

¿Qué hacemos con nuestra vida? ¿La ponemos a producir o nos abandonamos a que lo haga otro? ¿Somos generosos, solidarios con todo lo que nos regala Dios? O ¿solo acumulamos y acumulamos, para dejarlo todo el día que nos llegue irnos al más allá?

¿No es algo digno de analizar profundamente?

La autora es jubilada
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