• 08/06/2024 23:00

Por una educación inclusiva, equitativa y de calidad

Hace nueve años los gobernantes del mundo - incluido lógicamente Panamá - aprobamos la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus doce objetivos; uno de los cuales - el más importante y necesario en mi opinión - nos comprometió a “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.

Lamentablemente, para la mayoría de las metas acordadas en ese noble objetivo no pasamos del discurso enardecido en los planes de campaña de nuestros últimos gobernantes. Y hoy, a pesar de las promesas, la educación sigue siendo la triste Cenicienta, como demuestran - año tras año - los resultados del informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos PISA. Seguimos mal y sigue siendo elevada la proporción de estudiantes con calificaciones inferiores a un nivel básico de competencia en matemáticas, lectura y ciencias; indispensables para construir una sociedad más justa, equitativa y sostenible.

A estas alturas de la lectura muchos se preguntarán, ¿cómo puede ser prioridad la educación si tenemos tantos otros problemas apremiantes? Pero resulta que, ya sea en el corto, mediano o largo plazo, solo la educación inclusiva, equitativa y de calidad; nos permitirá alcanzar la libertad plena, medida en términos de nuestra capacidad para enfrentar con éxito esa problemática que nos abruma, disminuir las desigualdades, erradicar las injusticias y las barreras que nos impiden llevar una vida digna.

En este contexto, le dedico el resto de esta glosa a compartir varias razones - y estoy seguro de que me voy a quedar corto - por las que la educación debe ser prioritaria en la agenda de las nuevas autoridades.

De entrada, es esencial el rol de la educación en la reducción de la pobreza, al contribuir a crear mejores oportunidades de empleo y generar riqueza. Las personas con mayor nivel educativo tienen más probabilidades de obtener empleos bien remunerados. Además, la educación permite a las personas alcanzar su máximo potencial, desarrollando sus habilidades y talentos únicos; lo que mejora la calidad de vida y brinda mayores oportunidades para el crecimiento personal y profesional.

No menos importante es subrayar los espinosos temas de la competitividad global, la innovación y el emprendimiento para garantizar el desarrollo económico. Necesitamos una fuerza laboral educada, esencial para competir en la economía global. Los países con altos niveles de educación tienden a tener economías más fuertes y resilientes.

También debemos reconocer la contribución de la educación en el desarrollo social y cultural. La educación fomenta una mayor participación cívica y política, lo que contribuye a una democracia más fuerte y participativa. Así mismo promueve valores como la tolerancia, el respeto y la comprensión intercultural, lo que puede reducir conflictos sociales.

¿Y qué decir de la salud y bienestar? Las personas educadas tienden a tomar decisiones más informadas sobre su salud y bienestar, reduciendo la incidencia de enfermedades y aumentando la esperanza de vida. Por ejemplo, las madres educadas tienen más probabilidades de utilizar servicios de salud y adoptar prácticas saludables, lo que reduce la mortalidad infantil. Y no es menos importante el efecto de la educación en la prevención de las enfermedades crónicas, que son la principal causa de incapacidad y muerte en el país.

La educación también empodera a los grupos tradicionalmente marginados, las mujeres y las niñas, promoviendo la igualdad y reduciendo las disparidades. Por lo tanto, puede ser una herramienta para integrar a grupos vulnerables en la sociedad, promoviendo la igualdad de oportunidades.

La educación también es clave para el fortalecimiento de instituciones democráticas. Una ciudadanía educada está mejor equipada para tomar decisiones informadas en las urnas, lo que fortalece el proceso democrático. Por otro lado, la educación fomenta la capacidad de cuestionar y exigir transparencia a los líderes y las instituciones, reduciendo el clientelismo y la corrupción.

La educación también contribuye a conservar y transmitir las tradiciones y el patrimonio cultural de una nación. Un sistema educativo que celebra y enseña la historia y los logros del país ayuda a fortalecer el orgullo y la identidad nacional.

En resumen, la educación es la base sobre la cual se construyen sociedades prósperas, justas y sostenibles. Priorizar la educación no solo beneficia a los individuos, sino que también fortalece a la nación en su conjunto. Pero, ¿qué podemos hacer? Veamos algunas ideas y con eso termino esta entrega.

Lógicamente hay que garantizar el acceso universal, gratuito y obligatorio a una educación de calidad, y acompañada de un completo programa de alimentación escolar. Para ello, la financiación de la educación debe convertirse en una prioridad de inversión nacional, garantizando los recursos financieros necesarios. Además, deberemos fortalecer el proceso de selección de docentes, aumentar el número de educadores y someterlos a un proceso de actualización y capacitación permanente; mejorar la infraestructura escolar básica y adoptar la transformación digital también son esenciales. Finalmente, es obligatoria la participación de la comunidad, ejerciendo el oportuno y apropiado control social de la gestión de las autoridades.

El autor es médico, exrepresentante de la OMS
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