• 10/09/2024 00:00

Por la promoción de libros panameños

Hace cierto tiempo un personaje importante del mundo político, profesional e intelectual me comentaba, gratamente sorprendido, que un banco extranjero, en este caso el Banco Popular Dominicano, el mayor del Caribe, con la intención de honrar a nuestro país hubiera patrocinado la publicación de un libro de mi autoría titulado El Canal de Panamá, el triunfo de la innovación constante, de 2018. Es el más lujoso libro que se haya publicado hasta hoy sobre Panamá, su geografía y su historia. Con ilustraciones extraordinarias y 485 páginas en formato grande, el texto está en español y también en inglés y francés. Ese libro aparece ahora en el Catálogo de la Biblioteca Nacional de Panamá Ernesto J. Castillero, en su página web, en formato PDF para consulta universal y gratuita desde cualquier computadora. Se preguntaba el amigo ilustrado: ¿por qué ningún banco panameño, parte del centro bancario y financiero más importante de la región, no apoyaba iniciativas culturales de esa naturaleza?

La semana pasada, Teresita Yaniz de Arias publicó un artículo remarcable en este diario titulado “La lectora del supermercado”, sobre una señora con recursos muy limitados, apasionada por la lectura, que se ingeniaba para leer gratuitamente todos los días un libro de la estantería del establecimiento comercial. Nos recordaba así, con un ejemplo enternecedor, todas las dificultades para que la población mayoritaria pueda acceder a los libros en Panamá y la falta de bibliotecas comunitarias a la disposición de los lectores. Decía la autora de la entrañable obra A la luz de mis memorias, que “Los autores nacionales, quienes la mayoría de las veces deben sufragar los costos de la impresión de sus obras, deben además colocarlos en librerías y farmacias que imponen comisiones de hasta el 40 % por cada ejemplar vendido y esperar meses para que les paguen los libros vendidos”. Solo podemos añadir las dificultades insuperables para difundir nuestros libros en Panamá y, con mucha mayor razón, en el extranjero.

A ese cuadro desolador debemos añadir los problemas que encara la Biblioteca Nacional de Panamá (fundada en 1942, en su nuevo edificio del Parque Omar por gestiones del presidente Aristides Royo), que regenta la red de bibliotecas en todo el país, que ha visto su presupuesto disminuir de manera considerable, en dos tercios, durante los últimos veinticinco años. La situación ha sido tanto más terrible que coincidía con el aumento del despilfarro de los fondos públicos en la Asamblea Nacional y en ministerios e instituciones descentralizadas. Los medios nacionales denunciaban a menudo la orgía de millones gastados sin control suficiente en la “descentralización paralela” y en planillas muy abultadas de gente que ni siquiera acudía a sus puestos de trabajo, además de los enormes “auxilios” económicos, secretos, del Ifarhu en favor de diversos políticos y funcionarios millonarios. Todo esto sucedía mientras que las autoridades del Ministerio de Educación (Meduca) echaban a la basura millares de libros de la histórica Biblioteca del Instituto Nacional, sin que nadie fuera sancionado por semejante crimen cultural. Es uno de los tantos malos recuerdos que quedan de la última administración presidencial a la que hay que reconocer el acierto de crear el Ministerio de Cultura.

Al seguir el ejemplo más cercano de Bogotá que la inauguró en 1988, en 2001 comenzó a celebrarse cada año la indispensable Feria Internacional del Libro en Panamá, promovida ahora por la Cámara Panameña del Libro instalada en 1997. Un país extranjero invitado añade todos los años un interés mayor. Aunque domine la oferta de libros menores, de autoayuda y de religión, también hay buenos libros nuevos y la actividad, con múltiples conferencias, conversatorios y encuentros de autores panameños y de afuera, trata de promover el interés por los libros en nuestro país, especialmente entre jóvenes estudiantes que acuden al centro de convenciones Atlapa cada año en el mes de agosto. Esta feria merece un apoyo gubernamental superior.

No es necesario repetir la importancia de la lectura y la escritura para progresar individual y colectivamente. No podemos recuperar el tiempo perdido en los últimos períodos presidenciales en cuanto a educación y cultura, pero sí podemos cambiar y fabricarnos un verdadero futuro. Aprovechemos una administración Mulino más dinámica, para saldar el pasivo en estos temas y más bien mejorar notablemente. Creo que el Meduca debería tomar la iniciativa, junto con el Ministerio de Cultura, para relanzar un verdadero plan de favorecer la publicación y difusión de libros de autores panameños, tanto en el ámbito nacional como internacional. Primero, debería estimular a la gran empresa privada para asumir el mecenazgo de la publicación de libros panameños. Segundo, debería favorecer el establecimiento de verdaderas casas editoriales o de sucursales de empresas extranjeras, por ejemplo, de Colombia, México y España. Con ayuda del MICI y Propanamá podría facilitarles su negocio internacional desde la plataforma logística panameña.

La ejecución de ese plan sería la mejor forma de ofrecer, a los autores panameños, una ventana de oportunidad y, a los lectores, libros disponibles a precios accesibles a un mercado más extenso, tanto de estudiantes como de simples ciudadanos interesados en la lectura. Sería una forma concreta de enfrentar, con posibilidades de éxito, el problema mayor de superar las mentalidades obsoletas y desfasadas en relación con el resto del mundo más avanzado y hasta de la región que observamos en nuestro país, y de prepararnos para sacar adelante un sistema de educación de verdadera calidad, indispensable para prosperar en una circunstancia cada vez más compleja y competitiva.

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