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- 27/08/2023 00:00
La planificación vial salva vidas
En abril del 2020, cuando la pandemia se afianzó y la gente se quedó en su casa y no iba al trabajo ni a las escuelas, el tráfico de automóviles en el país disminuyó drásticamente. Al mismo tiempo, las aceras y los parques experimentaron un aumento dramático en el uso diario de personas que buscaban aire fresco y ejercicio, y de trabajadores que evitaban el transporte público por temor al contagio. Muchos comenzaron a darse cuenta de lo que por muchos años hemos denunciado a las autoridades: las calles y las aceras en Panamá son trampas de muertes para los peatones.
Entre los años 2014-2020, se produjeron 1190 muertes de peatones, el equivalente a tres Boeing 747. Todos los días, los transeúntes arriesgan la vida en infraestructuras inseguras, muchas veces sin carriles separados ni cruces peatonales, y con aceras inadecuadas o inexistentes.
Las muertes de peatones generalmente están cubiertas por los periódicos locales con breves historias sobre accidentes individuales; las colisiones entre autos y cuerpos se presentan sin contexto, y en formas que implícitamente culpan a los peatones, insinuando que si tan solo hubieran prestado más atención, o si hubieran seguido las reglas de tránsito más meticulosamente, todavía estarían vivos. Las historias sobre las tasas anuales de mortalidad aparecen cada año, pero usualmente en cápsulas excepcionales que son fáciles de pasar por alto. Lo cierto es que nadie para bola a los atropellados en las calles de Panamá.
Una de las razones por el aumento de muertes de peatones en los últimos años es que la cantidad de carros y el total de millas recorridas por los panameños también ha aumentado. Más vehículos rodando significan más posibilidades de que los peatones sean atropellados.
Pero también hay cuestiones sustanciales de geografía y planificación de calles. De los puntos más peligrosos para los peatones, la mayoría coincide en barrios periféricos de ciudades y pueblos. Y la razón es simple: son áreas dispersas, atravesadas locamente por carreteras anchas y de alta velocidad que simplemente no fueron diseñadas pensando en los peatones. Los cruces peatonales son pocos y distantes entre sí, las señales para caminar establecen lapsos de tiempo muy cortos para cruzar, y las aceras son estrechas o inexistentes y con frecuencia terminan sin previo aviso.
También se aduce que las muertes de peatones seguramente tienen algo que ver con los malditos teléfonos inteligentes y sus poderes para atraer la atención. Independientemente de la distracción que puede causar el chatear o hablar por celular, las soluciones para minimizar las muertes de los peatones son bastante simples desde el punto de vista conceptual y técnico: más transporte público, límites de velocidad más bajos en las calles donde los automóviles y peatones deben coexistir, y más intervenciones como badenes, barreras, aceras más anchas, más cruces peatonales y mejor diseñados, mejor iluminación nocturna, y por supuesto mayor educación vial tanto para conductores como para peatones.
Y algo muy importante: a los fabricantes de automóviles se les debe exigir o, al menos, incentivar seriamente que consideren la seguridad de los peatones. Los carros Volvo traen un sistema integrado anticolisión que avisa la presencia de objetos cercanos, pero son la excepción. La publicidad y las películas siguen teniendo una enorme influencia en la psique de los conductores que los hacen sentir símbolos de fuerza y éxito. Los autos parecen funcionar tanto psicológica como físicamente como fortalezas móviles, protegiendo a todos los que están dentro de un mundo amenazante. En ese sentido, un auto es un arma en potencia y cada año hay más. Para muchas personas, sus automóviles son su lugar favorito para estar solos, pensar y relajarse. Debido a esta relación tan visceral, con toques de romance y adicción, cualquier reforma seria en nuestras calles requerirá ir más allá de lo superfluo y considerar el lenguaje parco y seco de la política y los marcos regulatorios.
Sin duda, el mayor obstáculo para una reforma sensata de las leyes de tránsito son los planificadores urbanos que aún priorizan el flujo de tráfico de automóviles sobre todo lo demás, aun cuando saben que no es lo mejor para el bienestar colectivo. Aunque los estudios sobre planificación y urbanismo están más dirigidos a estudiantes de ingeniería civil y arquitectura dentro de una universidad, al menos hacen un gesto hacia la necesidad de emoción y sentimiento en el discurso más amplio de la reforma de nuestras ciudades.
Mi opinión es que, si queremos resolver el desorden en las calles y las muertes de peatones por doquier, debemos remontarnos a lo que hacían en la antigua Zona del Canal, donde no solo había señales claras de tránsito, sino que los límites de velocidad se respetaban. Así empezaríamos a solucionar gran parte del problema de los atropellos y muertes de peatones.