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- 14/03/2024 07:44
Pedrito, el irrepetible
La genialidad de algunos seres humanos nos permite ser testigos de obras de excepcional originalidad.
No son muchos los genios, pero, si los hay en todas las ramas del devenir humano. Algunos reconocidos hasta obtener premios Nobel y otro simplemente sorprenden en el diario vivir logrando hazañas que el resto de los mortales no somos capaces de acometer.
Para mí, la obra de Pedro Altamiranda Felez (30 de noviembre de 1935 – 7 de marzo de 2024) raya en la genialidad. Cumple con todos los atributos que el diccionario de la Real Academia de la Lengua le otorga al término “genio”, los sobrepasa y, hasta me atrevería a decir que, agrega otros.
Pedrito logra con sus obras e interpretaciones demostrar talento, ingenio, inteligencia, gracia, brillantez, originalidad, ocurrencia, agudeza, creatividad y versatilidad. Todo esto de una forma única en nuestra historiografía musical.
Se nota fácilmente que todo su trabajo, y la expresión de este, lo hace desde un inmenso amor a Panamá ya lo panameño. Pocas expresiones artísticas, tan extendidas en el tiempo, alcanzan – con palabras y arte – describir esa panameñidad tan maravillosa que solo los que han nacido o acogido esta tierra como suya logran entender a plenitud.
En una de las ocasiones en que pude intercambiar con él, reafirmé algo en su carácter que era fácil notar, pero que frente a frente era arrollador. Su magia se complementaba con una humildad, también excepcional. Mis preguntas giraron, aquella vez, sobre cómo lograba imaginar cosas que me parecían imposibles de imaginar a mi hasta escuchárselas. Sentado en su oficina de BB&M – hoy bcomm – rodeado de libros y con una sencillez impresionante me contestó “escuchando a la gente”.
Esto me da pie para describir otra de sus grandes características. Pedrito era un gran “escuchador”. Con una impresionante formación académica, con finos conocimientos en filología y bellas artes, escuchaba al panameño de un pie para poder interpretarlo de manera exaltada.
Aquella conversación se dio porque siempre he tenido especial interés en la figura histórica del Adelantado del Mar del Sur y, tal vez por eso, mi frase favorita de toda la obra de Pedrito Altamiranda es “Vasco Núñez de Balboa de su bola se bajó y su casco con la espada en campana convertida” (Canción: La Salsa de Pedro). Expresión que, para mí, solo puede provenir de una imaginación privilegiada.
Tantas veces parado frente a la icónica estatua de Balboa, jamás se me pasaría por la mente la imagen de Balboa y convirtiéndose en carnavalear con su casco y su espada convertida en instrumento musical. Pero una vez escuchada, no hay forma de no creer que en cualquier momento puede pasar.
Como casi todos los panameños nunca tendré forma suficiente de expresar mi agradecimiento a Pedrito por toda la alegría que nos ha regalado. En lo personal - y sin él saberlo-, fue centro de largos encuentros y conversaciones en familia, gozando y analizando sus canciones. En interminables viajes al interior o regresando, escuchando sus conciertos, mi esposa y yo explicándoles a nuestros hijos el significado de un panameñismo o rematándonos de la risa con la picardía de una palabra que solo los panameños entendemos qué significa o ante la descripción de un comportamiento que únicamente los panameños hacemos.
Francia tiene una antigua tradición de denominar “inmortales” a los que escogen para ser miembros de la Academia que cuida de su idioma. Si en Panamá existiera algo así, allí tendría su sillón de honor, el cantor del pueblo.
Recordarlo no nos va a permitir derramar una lágrima, porque enseguida tendremos en mente su bombín y con él, sus canciones y de allí en adelante su alegría y genialidad que hacen de Pedrito Altamiranda un panameño irrepetible. Hasta siempre: “Panameño, porque te quiero”.