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- 14/01/2022 00:00
¿Qué está pasando en el país?
Muchos panameños enfrentan la falta de trabajo digno, insuficiencia de ingresos para cubrir sus necesidades vitales, ante el creciente incremento de los precios de bienes y servicios. Sin embargo, empresario y Gobierno definen políticas públicas antilaborales, que han obligado a los obreros a la defensa de sus derechos, tal es el caso de los trabajadores de Banapiña en Puerto Armuelles, que se declararon en huelga, dados los abusos, persecución y violación de sus derechos laborales; otro enclave que se quiere imponer en Puerto Armuelles. Como se ha vuelto costumbre, este hecho no ha sido difundido por los medios de comunicación social, que mantienen un cerrado cerco informativo a las acciones de los sectores populares.
Aunado a ello, el temor a la pandemia, que alcanza cifras récord de contagios por día, por ejemplo, el 6 de enero de 2021 se arrojó 5186 casos de COVID-19, mientras que el 11 de enero de 2022 se reportan 6513 casos, la cifra más alta de toda la pandemia (1327 casos más), a pesar de ello empresarios insisten en minimizar periodos de bioseguridad y otros controles, siendo acatado por el Gobierno. Sobre la tragedia del pueblo humilde, empresarios hacen negocio, tal es el caso de la especulación en los precios de los hisopados, frente al silencio cómplice de las autoridades de Salud, evidenciando una vez más que la salud es un derecho negado al pueblo.
Por otro lado, en Panamá, como en otros países de la región, el fenómeno de la corrupción abarca la esfera tanto pública como privada, como resultado recursos públicos mermando, limitado lo que debería ser un uso y disposición para atender las múltiples demandas sociales insatisfechas. En tal sentido, el desafío es la urgente incorporación real y efectiva de amplios sectores populares al proceso de lucha por el adecentamiento del país, ello requiere ineludiblemente de un enorme salto cualitativo en los niveles de conciencia social y política de los sectores populares, implica romper con la cultura manipulada por los medios de comunicación y la industria de bienes de consumo. Es necesario un pueblo organizado, formado y concientizado, una comunidad solidaria, de valores compartidos, de respeto entre iguales, lo cual nada tiene que ver con el individualismo o el egoísmo que pregona el neoliberalismo.
Otro problema que confrontamos, no siempre visible para la población, es la alienación ideológica. Tal y como se sabe, y se experimenta a diario, más de cuatro décadas de imposición neoliberal en el país han significado un período de profunda alienación ideológica y cultural, en la cual se ven envueltos algunos sectores populares, que se expresan básicamente en la identificación y defensa de intereses completamente ajenos, y a veces diametralmente opuestos, a los de sus raíces sociales y/o culturales.
Esto es lo que sucede en el país, en ese Panamá que, según la Cepal, crecerá en el 2022 a 7.3 %, entre los países de América Latina con perspectivas de mejor dinamismo económico, pero cuya población, de manera creciente, se ubica en condiciones de pobreza. Seguimos siendo de los países con mayor desigualdad en el mundo. Ante esta realidad, debemos recordar que desde los ochenta el movimiento social panameño enfrentó en las calles esta economía de la exclusión y la inequidad, esta “economía que mata”, como dice el papa Francisco, y lo seguiremos haciendo hasta construir la economía para la vida digna a la que tenemos derecho.
Si queremos seguir viviendo humanamente, no tenemos más alternativa que combatir la clasista y despiadada ideología neoliberal, hoy globalizada. Debemos incrementar la lucha para exigir al Gobierno que disminuya y congele los precios de los alimentos y decrete un aumento general de salarios, que fomente el empleo digno y salario justo. La tarea sigue siendo: organizarnos frente al atropello de la patronal y su Gobierno, para defender nuestro derecho a la vida digna, para garantizar un futuro de esperanza y de paz para todos.