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- 26/06/2022 00:00
Pandemia de covid-19 y salud mental de los panameños
De acuerdo con un reciente informe científico de la OMS, durante el primer año de la pandemia de covid-19, la prevalencia global de ansiedad y depresión aumentó en un 25%. Lamentablemente no encontré información actualizada sobre la situación de la salud mental en Panamá. En todo caso, si extrapolamos a la población panameña el porcentaje de personas afectadas en el mundo, resulta que alrededor de 300 mil panameños podrían estar sufriendo de ansiedad y depresión luego de más de dos años de pandemia que ha causado cerca de un millón de enfermos y más de ocho mil defunciones en el territorio nacional, amén del sufrimiento por la pérdida de seres queridos y el enorme daño a nuestra economía.
El informe señala que una de las principales explicaciones del aumento en la ansiedad y depresión, es el estrés sin precedentes causado por el aislamiento social resultante de la pandemia. La soledad, el miedo a la infección, y la muerte de uno mismo, y el sufrimiento por la pérdida de familiares y amistades, el dolor después del duelo y las preocupaciones financieras también se han citado como factores estresantes que conducen a la ansiedad y la depresión. No menos importante han sido las limitaciones en la capacidad de las personas para trabajar, buscar el apoyo de sus seres queridos y participar en sus comunidades. Entre los trabajadores de la salud, el agotamiento ha sido un desencadenante importante de pensamientos suicidas. Y a eso súmele usted el contexto nacional cotidiano, que no está exento de noticias preocupantes sobre el desempeño político, económico y social de nuestro país.
En todo caso, subraya el director de la OMS que, “la información que tenemos ahora sobre el impacto de covid-19 en la salud mental del mundo es solo la punta del iceberg”, por lo que hace un llamado de atención a los países para que presten más atención a la salud mental y hagan un mejor trabajo para apoyar la salud mental de sus poblaciones.
Este llamado es vital para nosotros, pues, como señalé arriba, el sistema de salud no publica información actualizada sobre la discapacidad y mortalidad prematura debida a los trastornos mentales; tampoco sobre el desequilibrio entre el gasto en salud mental y la carga de enfermedad relacionada; y la asignación del presupuesto para atender las necesidades de salud mental.
El documento enfatiza que la pandemia ha afectado la salud mental de jóvenes, y que estos corren un riesgo desproporcionado de comportamientos suicidas y autolesivos. También indica que las mujeres se han visto más gravemente afectadas que los hombres y que las personas con condiciones de salud física preexistentes, como asma, cáncer y enfermedades cardíacas, tenían más probabilidades de desarrollar síntomas de trastornos mentales. Y no puede ser de otro modo, pues quien padece de estas enfermedades, se siente especialmente vulnerable frente a una nueva amenaza.
Como si fuera poco el temor que provoca la posibilidad de ser afectado por la covid-19; esta pandemia ha ocasionado graves interrupciones en los servicios de salud mental que ya estaban afectados en nuestro país por una escasa asignación de recursos financieros, ocasionando que las personas que padecen enfermedades mentales sigan sin recibir un tratamiento adecuado y eficaz debido a la falta de acceso a los servicios de salud mental, la estigmatización cultural, y la poca capacidad resolutiva de la atención primaria.
Al final el informe de la OMS hace varias recomendaciones para la acción, que se agrupan en tres caminos hacia la transformación necesaria para cambiar las actitudes hacia la salud mental, abordar los riesgos para la salud mental y fortalecer los sistemas de atención para la salud mental. Las cito a continuación pues deben ser la hoja de ruta para la recuperación y fortalecimiento de la salud mental de todos los panameños.
Para comenzar, nuestro sistema de salud debe darle valor a su compromiso con la salud mental, en especial “incrementando las inversiones en salud mental, no solo mediante la obtención de fondos y recursos humanos apropiados en la salud y otros sectores para satisfacer las necesidades de salud mental, sino también a través de un liderazgo comprometido, aplicando políticas y prácticas basadas en evidencia y estableciendo sistemas sólidos de información y monitoreo”.
No menos importante será “transformar los entornos que influyen en la salud mental, incluidos los hogares, las comunidades, las escuelas, los lugares de trabajo, los servicios de atención médica y los entornos naturales; con especial énfasis en el abordaje de los determinantes sociales y estructurales de la salud mental”.
Finalmente queda el asunto de “fortalecer la atención de la salud mental al cambiar dónde, cómo y quién brinda y recibe la atención de la salud mental; en especial mediante el desarrollo de redes comunitarias de servicios interconectados que se alejen de la atención de custodia en hospitales psiquiátricos y cubran un espectro de atención y apoyo a través de una combinación de servicios de salud mental que están integrados en la atención médica general, servicios comunitarios de salud mental, y servicios más allá del sector de la salud”.
¡Tienen la palabra nuestras autoridades nacionales!