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- 22/02/2024 00:00
Panamá, una democracia secuestrada...
Repasando los textos oficiales de primaria y comparándolos con el devenir vivido, no cabe la menor duda de que hemos experimentado un proceso político repetitivo. Familias enquistadas en el control económico se disputan cada 5 años el derecho a incrementar sus riquezas a costa de la administración de los impuestos que todos los panameños pagamos. Todo esto ocurre a la vista cegada del pueblo, aquel que se levanta en la madrugada para cumplir con sus esclavizantes obligaciones laborales, para que al final del día sean pocos los que se beneficien.
Entrando en el contexto político, la democracia se convierte en la mejor bandera de lucha social para justificar la desigualdad. Por ello, no es sorprendente que los nefastos políticos se desgarran las vestiduras en público, aparentando preocupación por la pobreza, la insalubridad y la criminalidad galopante. Todo esto, mientras el ciudadano común está consciente de que estos problemas son el resultado de la maleantería política que camina impune y desafiante ante una sociedad tolerante.
En otra experiencia, quedó evidenciado que los intereses económicos de algunos grupos empresariales se delataron a sí mismos. Toda su maquinaria de enajenación en los medios masivos de comunicación bajo su control desenmascaró a muchos “periodistas” e “influencers” como parte de su artillería de manipulación.
Bajo el canto de sirenas de un Estado democrático que solo es justo, legal y fraterno para los que sujetan los hilos del control total, vivimos en una democracia secuestrada. Esta no permite la opción ciudadana de votar en blanco, donde no se puede contabilizar el sentir ciudadano cuando la oferta electoral presentada no convence al elector.
Una democracia secuestrada por un régimen jurídico diseñado a beneficio de las mafias partidistas; estas deciden fechas, tiempos electorales, porcentajes, repartición de escaños, manejo de subsidios estatales, requisitos de aspirantes, blindajes por vía de fueros, etc. Al final, el Tribunal y Fiscalía Electoral terminan siendo convidados de piedra, solapando directa e indirectamente la democracia secuestrada por los mismos de siempre (Liberales y Conservadores) (Club Unión y nuevos ricos).
Imaginémonos por un instante si el voto en blanco fuese contabilizable. ¡Oh, qué magnífica opción tendría el electorado! Podríamos llegar a la conclusión, después de analizar la oferta electoral, de que ningún partido o candidatura “independiente” nos convence. Correríamos alegres y erguidos a emitir el voto en blanco, con el cual podríamos enviar un mensaje directo y contundente a toda una clase política enquistada en el poder, utilizando sus clásicas estrategias proselitistas de engaño y confusión para convencer al electorado. Normar en esa materia le daría una salida encomiable a un pueblo que no ve en toda una propuesta electoral verdaderos hombres y mujeres comprometidos en sanear la casa, Panamá. De pronto, el estruendo de las troneras de un diablo rojo me hizo despertar de ese sueño momentáneo y retornar a nuestra triste realidad. Nos falta mucho desprendimiento y civismo para autodispararnos cuando cometamos una falla. Nos falta más solidaridad humana para entender que todo se construye unidos y también todo se consigue cuando hay consensos de igualdad, y cuando se buscan metas que beneficien a todos. Bueno, eso es desarrollo social humano y llegar a eso nos costará más cierres y tamboritos.
Mientras el Tribunal Electoral no sea una institución autónoma que dicte y fiscalice las leyes y procesos electorales en un país, no podremos estar orgullosos de lo que tenemos, ya que la comisión nacional de partidos políticos son al final del camino los dueños del balón.
¿Vivimos en una democracia secuestrada o no?