• 09/11/2019 00:00

Panamá, EUA y Colombia en la Guerra Mundial

Nuevamente me complace compartir otro artículo que escribió mi tío, el coronel Víctor Manuel Alvarado Dutari, Prócer de la Independencia de Colombia, soldado raso en la Guerra de los Mil Días y dos veces diputado por la provincia de Veraguas.

Nuevamente me complace compartir otro artículo que escribió mi tío, el coronel Víctor Manuel Alvarado Dutari, Prócer de la Independencia de Colombia, soldado raso en la Guerra de los Mil Días y dos veces diputado por la provincia de Veraguas.

El mundo entero se encuentra vivamente interesado por el resultado final de la gran batalla que se libra actualmente en el frente occidental, pero los panameños estamos más interesados que nadie, porque el presente conflicto mundial juega papel importantísimo en la poderosa República del norte, nuestra aliada y mejor amiga.

Los Estados Unidos de Norteamérica no entró a la guerra con ambiciones de conquista, sino en defensa de la democracia universal; y por lo mismo que el ideal que persigue es noble, tiene resuelto continuar hasta el fin ayudando a los aliados con sus inmensos tesoros; con sus soldados que se han batido valerosamente en el frente francés y con todos los recursos que tiene a mano, que son inagotables, como es la República más rica y más poderosa del mundo. Y si los americanos han entrado a la guerra por libertar a la humanidad del peligro que significa el militarismo alemán, a cuya cabeza está el más brutal de los déspotas, el Atila de la edad presente, es cuerdo esperar que entren al gran conflicto todas las naciones de la América Latina que son amigas de los Estados Unidos, cuyos destinos están también seriamente amenazados.

En esta emergencia, los americanos y los panameños, como hermanos, debemos estar preparados en lo que se refiere a Colombia, nuestra enemiga mortal, por los sucesos del 3 de Noviembre de 1903, y que culminaron con la independencia de Panamá. Los americanos y los panameños sabemos cómo se nos insulta constantemente en la prensa de Colombia, que todavía con tomar de nuestro Istmo, calificando a los unos de bandidos, y a los otros de traidores. Y si en sus textos de geografía se nos tiene como departamento en rebeldía, es de suponer que los colombianos, frustradas como han sido hasta ahora sus esperanzas, deseen que el Káiser, ese genio del mal que quiere poner a la humanidad bajo su tacón de hierro, acabe con nuestra soberanía, como lo hizo con la de Bélgica.

Si los acontecimientos se desarrollan así, es decir, si las naciones latinoamericanas amigas de Estados Unidos la apoyaran en el conflicto, Colombia, como enemiga nuestra, tendría que quitarse la careta, y a los colombianos residentes en el Istmo, habría que internarlos inmediatamente. Sería de cajón, entonces, preguntar al Excelentísimo Señor Presidente de la República qué haría con el secretario de Gobierno y Justicia en semejantes circunstancias.

El Dr. Eusebio A. Morales, secretario de Gobierno y Justicia de nuestro país, personalmente muy estimable, es un colombiano que vino a Panamá cuando era un ciudadano en ejercicio de todas sus facultades, graduado de doctor en Derecho, según dice él mismo y trayendo en el alma los afectos que nacen en el hombre por ley natural y Divina. No puede suponerse, pues, a menos que se le juzgue un monstruo, que haya roto para siempre con esos vínculos de corazón que no le arranca nadie, sino la muerte; no es de creerse, a menos que se le insulte, que haya olvidado la casa paterna, donde recibió el primer beso maternal; no es posible admitir que haya olvidado la tierra querida, donde sus ojos vieron por primera vez luz ni que haya olvidado los cuentos de hadas que su madre le refiriera al suave calor de sus caricias. ¡No, y mil veces no! “La patria es el recuerdo, pedazos de la vida”, como dijo Miró y ese recuerdo permanece siempre vivo en el corazón de los buenos ciudadanos.

Otro tanto puede decirse del gobernador de Veraguas, que también es colombiano, y que se ha hecho dueño y señor de esta provincia digna de mejor suerte. Y, si don José de Fábrega resucitara y viera que a Veraguas, cuna de su nacimiento, la está colombianizando un hijo del Tolima, se caería muerto de tristeza y de dolor.

En la costa de San Blas están ocurriendo hechos gravísimos que el país ignora, los cuales pueden traernos mayores y serias complicaciones; y esos hechos ocurren por ser colombianos y el jefe de aquella región, y se ignoran, porque está controlado por la Secretaría de Gobierno y Justicia, cuyo jefe es el Dr. Morales, quien también es colombiano.

En un conflicto, pues, entre Colombia y Panamá, o entre Colombia y Estados Unidos, no cabe suponer que haya vacilación en estos señores en lo que hace, relación a sus afectos. Y por eso, la Constitución de Panamá dispuso sabiamente en el Artículo 10, que los extranjeros naturalizados domiciliados no serán obligados a tomar armas contra el país de su nacimiento, y en este caso se hallan el Dr. Morales, el gobernador de Veraguas y los demás colombianos naturalizados panameños con domicilio en la República. Pero lo más grave de todo es que el mismo Dr. Morales es el jefe supremo de nuestra fuerza pública, y que a sus órdenes tendría que estar también cualquier ejército que se organizara para la defensa de nuestra soberanía o para prestar ayuda efectiva a Estados Unidos en la presente guerra, según ofrecimiento que él hizo al Gobierno de Washington.

En Estados Unidos, por ejemplo, hay muchos americanos de nacimiento, pero que por ser hijos de padres alemanes han inspirado sospechas, y con razón, el Gobierno de aquel país que los vigila de cerca para ponerse a la altura de su deber cuando las circunstancias así lo requieran. Acá la cosa es mucho peor, las personas de quienes hemos hecho mención y algunas más, son hijas de padres colombianos; nacidas y radicadas hasta la edad madura, en territorio colombiano, distinto del territorio panameño, llegadas al Istmo en busca de mejor campo de acceder y naturalizadas panameñas por circunstancias especialísimas que todos conocemos.

Quiera Dios que el Káiser, por arte diabólico, no haga de las suyas en Panamá por conducto de los colombianos naturalizados panameños, y que tienen correspondencia constante con Colombia. Afortunadamente en la Presidencia de la República se encuentra un verdadero panameño, que sacrificaría todo por su patria y que, en caso de conflictos, se pondría a la altura de su deber. Los panameños tenemos confianza en su patriotismo, y anhelamos que se inspire en la sabia política del presidente Wilson, que sin alharacas y sin ser un dictador, ha sorprendido al mundo con la energía y carácter y con la fuerza de sus determinaciones; anhelamos también que los extranjeros vivan en nuestro territorio rodeados de garantías, siempre que sean amigos de nuestro país; pero aspiramos así mismo, y con justicia, a que los enemigos sean tratados como enemigos.

Es posible que algunos panameños, unos porque esperan los favores del Dr. Morales, y otros porque quieren conservarlos, no estén de acuerdo con estas opiniones; pero ya se sabe que en todos los países del mundo hay traiciones; hasta en Francia, tierra del patriotismo, han sido procesados ya muchos franceses por traidores.

Es posible, asimismo, que otros panameños, ya por las razones dichas, o porque están colombianizados, digan que este artículo lo ha inspirado la política o el odio personal; pero nada sería más temerario ni más antojadizo que semejante cargo, pues solo nuestro amor por Panamá nos inspiró este artículo y otros más que se publicarán cuando sea oportuno.

Panamá, abril de 1918.


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