• 14/08/2024 00:00

Optimización del esquema mental

Según Piaget, los seres humanos nacen con un repertorio de conductas reflejas, heredadas, que tras ejercitarlas se van convirtiendo en esquemas mentales [...]

Los hablantes de cualquier idioma tienen el deber de mantener en forma óptima su esquema mental, que es su forma de pensar, de actuar y de ver el mundo. Durante toda su vida, los individuos desarrollan un marco cognitivo y conceptual que les permite organizar e interpretar información que condiciona su forma de entender lo que los rodea, a sí mismos y a los demás, de acuerdo con los psicólogos.

Ese marco cognitivo y conceptual, que se debe reforzar durante toda la vida educativa y profesional, les permite a los individuos construir sus propios esquemas lingüísticos, o sea, adquirir conocimientos sobre los fundamentos de sus lenguas maternas. Hay que advertir de que esta construcción mental muchas veces se adquiere de manera irregular gracias a que aprende inconsistencias todos los días en los medios de comunicación social, en los cuales, muchas veces, no se respetan mínimamente las normas del idioma español.

Según Piaget, los seres humanos nacen con un repertorio de conductas reflejas, heredadas, que tras ejercitarlas se van convirtiendo en esquemas mentales que sirven de base para elaborar las posteriores conductas, y después se van modificando de forma continua según las experiencias vividas.

Muchas veces, estas experiencias inducen a las personas a copiar malos hábitos lingüísticos de los “escribidores” que maltratan la lengua española. Sin embargo, estos hábitos también se superan a través de las experiencias si se presta atención a las normas que rigen las estructuras del idioma. Esto equivale al respeto por el adecuado uso de las letras del abecedario (c,s,z), la acentuación de las palabras, la puntuación adecuada, el uso de las mayúsculas y minúsculas correctamente y el orden gramatical adecuado (sujeto, predicado y complementos) para ordenar debidamente las ideas expresadas en la lengua española.

Por ejemplo, muchos hispanohablantes mantienen en sus estructuras mentales el empleo inadecuado de algunas partes sintácticas y semánticas de la lengua española. Entre estas se destaca el uso del gerundio de posterioridad, sobre todo, el cual ha estado deslustrando la lengua española cada día más.

En la estructura lingüística del hablante debe prevalecer la idea de que el gerundio funciona como adverbio, es decir, como modificador del verbo o complemento circunstancial y que no debe adjetivar el sustantivo y que solo puede describir acciones anteriores o simultáneas a la del verbo principal de la oración en la cual participa.

Debe tomarse en cuenta que el gerundio jamás podrá expresar acciones tan inmediatas que indiquen simultaneidad, ya que las acciones no ocurren al mismo tiempo, no son sincrónicas, coincidentes, concurrentes, compatibles, coexistentes o coetáneos. Sin embargo, algunos teóricos admiten este uso cuando las dos acciones son tan inmediatas “que prácticamente se entienden como simultáneas”: “resbaló con el suelo mojado, golpeándose la cabeza contra el suelo”. ¿Cómo puede una persona resbalar golpeándose la cabeza? Primero se resbala y después se golpea la cabeza.

Y cuando el gerundio indica la consecuencia de lo expresado en el verbo principal: “El río se desbordó, obligando a los habitantes a huir en medio de la noche”. ¿La obligación de huir es una consecuencia del desborde del río? Definitvamente no es así. El desbordamiento puede inundar las viviendas, pero no necesariamente obligar a las personas a huir. Si ocurre así, entonces deben producirse dos acciones en la mente de la persona: El desbordamiento del río y la obligación de huir del lugar. El hablante nunca podrá interpretar la acción del gerundio sin fundamentos científicos.

Actualmente, el mundo hispanohablante se encuentra inundado del gerundio de posterioridad. Ahora que se han popularizado los programas relacionados con la salud y medicamentos en el mundo, los creadores de estas emisiones no escatiman esfuerzos para diseminar el gerundio de posterioridad en cada uno de ellos.

Muchos expertos de la lengua y académicos emplean explicaciones absurdas con las cuales tratan de validar el empleo del gerundio de posterioridad y otros, pero no sustentan sus teorías antigramaticales. No es difícil erradicar el uso inadecuado del llamado también aditamento (que puede elidirse): solo hay que emplear un verbo cuando sea necesario, un relativo (que, cual) y alguna que otra conjunción (y, para ...) para suprimir el más usual y grave de todos, el gerundio de posterioridad. Para agravar más el problema, algunas autoridades de la lengua española han concebido teorías esotéricas sobre el empleo del gerundio de posterioridad, las cuales no tienen asidero científico ni gramatical. De acuerdo con las normas, en ningún momento, el gerundio debe significar posterioridad, consecuencia o futuro.

De esta forma, se siguen desvirtuando las reglas del uso de este aditamento que desde hace siglos han establecido la RAE y estudiosos del español como Manuel Seco, Andrés Bello y recientemente Álex Grijelmo.

Algunos periodistas, por una suerte de pereza mental, han ayudado a convertir en norma el empleo inadecuado del gerundio: “Con más de 64 mil votos en el reporte preliminar, Eduardo Gaitán fue elegido como diputado en el circuito 8-2 en San Miguelito, convirtiéndose en el integrante de la Asamblea Nacional con más votos obtenidos”. En este caso, el gerundio de posterioridad reemplaza al verbo y debió redactarse de esta forma: “... Eduardo Gaitán, elegido como diputado en el circuito 8-2, se ha convertido en el integrante de la Asamblea Nacional con más votos obtenidos.

“También marcaron un punto de inflexión, obligando a estas organizaciones a enfrentar realidades incómodas y a repensar estrategias de renovación”. En este caso, debió emplearse el relativo más el verbo: que obligarán a estas organizaciones. Otro caso: “Al igual que Mayer e Irma, compitió contra el actual alcalde, dejándolo fuera de una posible reelección. Se debió redactar así: ... al que dejó fuera de una posible reelección.

Lo cierto es que deben respetarse las normas establecidas por la Academia Española de la Lengua, aunque hay algunas reglas dudosas; sin embargo, son pocos los desaciertos de esta institución que ha fortalecido el idioma español. Es necesaria una suerte de semáforo para controlar el tráfico funesto de palabras y estructuras lingüísticas que a diario se inventan. Las normas y las opiniones científicas de los versados en la materia son las reglas científicas que se deben seguir.

El autor es licenciado en periodismo, español y magíster en educación
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