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Cuando ese 10 de agosto de 2024, en las Olimpiadas de París, Francia, una boxeadora panameña con el resonante nombre de Atheyna Bylon conquistó para Panamá -después de un extenso proceso de preparación- una medalla de plata que la catapultó a la historia universal, especialmente la panameña, sacudió nuestras fibras de amor patrio, dejándonos alivio contra el resentimiento derivado por el rechazo del convenio minero y el proceso eleccionario para el nuevo gobierno. Se relegaron diferencias y se integró en sentimiento de hermandad.
Otros atletas olímpicos como Lloyd LaBeach e Irving Saladino, en anteriores olimpiadas, nos regalaron alegría con sus triunfos, pero su impacto sentimental-emocional no alcanzó el producido por la espigada sargento Atheyna y, por qué no, un espaldarazo de aliento a este nuevo gobierno. Otro acontecimiento similar, con impacto popular y trascendencia mundial, fue cuando en 1980 Roberto Durán, ganándole a Sugar R. Leonard, se corona campeón mundial. Tanto fue el impacto de ese hecho que en mis experiencias externas de viajes, muchos que revisan mi pasaporte panameño, inmediatamente mencionan a Durán, el Canal y a Omar Torrijos. Presencias que nos invitan a despejar interrogantes demandantes de explicación, por estar ligadas al deporte, sin mejor respeto y atención estatal.
Siguiendo el ejemplo de atletas destacados que han dado renombre a nuestra patria, con temor a equivocarme puedo mencionar: en béisbol a Mariano Rivera, Rodney Carew y Manny Sanguillén; en fútbol a Rommel Fernández, Jorge Luis Dely Valdés; y en baloncesto a Eugenio “Yuyín” Luzcando, Rolando Blackman, Davis Peralta y Pedro “Mago” Rivas; en el boxeo, además del más destacado Durán, Teófilo Al Brown, Ismael Laguna, Pedroza, Luján, Marcel, López, Ríos y otros para rescatar sus nombres. Irónicamente, todas estas glorias patrias, casi marginadas, son extractos especiales-únicos de la tercera clase en el nivel socioeconómico que, como copia del coliseo romano, sirven para distraer a las otras clases y hasta extenderles utilidades para su exitoso desempeño empresarial, semejando una empresa privada- rentable, con patrono y empleados, que jamás se igualarán al patrono en los beneficios económicos
Cabe preguntarnos ¿qué apoyo recibieron del Estado y cómo hicieron para alcanzar gloria y resonancia universal? ¿Fue todo producto de una planificación y organización del Estado para valorar el deporte, como en la antigua Grecia? ¿Nuestros regímenes han considerado el deporte como recurso-instrumento estratégico para apoyar la salud general y generar sanas presencias humanas y simpatías -respeto mundial? ¿Cuántos funcionarios de gobierno u otras celebridades, en otra actuación-producción, han catapultado -causado más impacto con alegría colectiva y admirado respeto mundial a nuestra patria, semejante a la que produce un atleta triunfador? ¿Existe, como para otros valores humanos, un museo del deporte panameño? ¿Cuántos de nosotros, con tantos estudios y cargos públicos, hemos dado gloria a Panamá, tal como lo han hecho muchos atletas nuestros? Aprovechemos las virtudes y lo que, tácito y sobreentendido, beneficia al deporte como expresión concreta para beneficio de multitudes mayoritarias y no para una clase selecta.
Que lo ocurrido con Atheyna sea una invitación-llamado para que este gobierno inicie una verdadera planificación-organización del deporte, a largo plazo, para más cosechas alegres en el desarrollo de un país civilizado.