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- 14/06/2023 00:00
Nuestra etnia negra y la panameñidad
“Ser cultos para ser libres”, Andrés Bello.
Hemos observado, con atento seguimiento, varios eventos, en el finalizado mes de mayo, destacados para mostrar algunos contenidos culturales que integran el valor de la presencia de la etnia negra en Panamá. Manifestaciones heredadas de la diáspora africana, inmolada con sesenta millones de seres esclavos, a través de conquista y coloniaje imperial (Portugal, España, Inglaterra y Francia); y que, a pesar de la crueldad, con despojo y saqueo para enriquecimiento material, y a través de estructuras organizativas (palenques) como efecto de un llamado cimarronaje (escapados de la esclavitud y escondidos en la selva), supo proteger y guardar los valores culturales que la caracterizan e identifican.
Hemos sido muchos que, más para exaltar lo visible de nuestras raíces étnicas-africanas, desde hace varios lustros, nos lanzamos a crear y desarrollar, mediante elemental organización, acciones que pongan en valor el acervo cultural-histórico, en todos los órdenes de producción humana sin importar las raíces étnicas; accionar que reclamaba y reclama el destacar significativas aportaciones de la etnia negra, y por qué no de otras etnias, al desarrollo de Panamá.
En ese hurgar de lo pasado para sentir orgullo, despertar y comprometer conciencias humanistas, se dieron favorables resultados; tales como, jurídicamente, el mes de la etnia negra e instancias institucionales-gubernamentales para seguimiento de un proceso que debe abrir condiciones despojadoras de diferencias caprichosas para marginalizar oportunidades controladas por intereses sectarios con invisible discriminación étnica hacia quienes exhiben un color negro en su piel.
Aplaudimos la existencia de organizaciones que animan la exposición de valores en actos culturales, especialmente musicales y vestuario, heredados y característicos de ese ayer esclavista; cuya base era, y aún disimuladamente existe, una explotación intencional de clases, basada hábil y caprichosamente en el color de la piel.
Empero, siendo Panamá un crisol de etnias -pues, sólo existe una raza: la humana-, sería caer en el error de alentar la creación-organización, con diferencias marginales que nos distancian, de grupos en base a lo estético de su cultura y no de contenidos intangibles del conocimiento-experiencias, para el enriquecimiento de una estructura pluricultural, fraternal y solidaria.
Que Panamá se vista de negro, blanco, amarillo u otro color, sin apología-autocomplacencia de lo físico corporal; sino de la capacidad cualitativa de cada ser, mediante la creación de oportunidades según sus capacidades.
Históricamente está demostrada la existencia disimulada de guerras culturales; cuya finalidad es desplazar para asentar una cultura con finalidad de dominio socioeconómico sobre un pueblo, por una clase detentadora y controladora de los medios de producción. Latente amenaza, para nuestra identidad como nación, que demanda un permanente accionar de rechazo revolucionario colectivo; concretado en una campaña permanente, por todos los medios de difusión-educación; ensalzando y enlazando lo que nos une y no lo que nos separa, para enriquecer y sostener nuestro acervo cultural.
Es imperioso, en esta trayectoria extensa hacia la construcción integral de nuestra identidad cultural, con participación de entes organizados e instituciones estatales, crear espacios, no sólo en mayo, para la ejecución de eventos que superen la exhibición de atuendos corporales y gustos musicales; sino contenidos que exalten periódicamente las organizaciones y figuras humanas pertenecientes a las etnias cuyas aportaciones, en todos los órdenes del saber y hacer, han contribuido a fortalecer nuestra panameñidad. Y que existan, en Panamá, otros meses en honor a cada etnia.