No soy de mucho ir al cine, pero sí me gustan las películas. Me llaman la atención las de ciencia ficción, pues creo que lo de ficción es una circunstancia temporal. Muchas de las cosas que hoy damos por ciencia fueron en algún momento ciencia ficción y, por ello, las películas de este género me resultan entretenidas. Me ayudan a formarme una idea de lo que puede suceder, habiendo analizado nuestra conducta humana y arriesgándome a interpretar nuestros comportamientos con una intención predictiva, si es que eso existe.

El cuerpo y no solo la mente, evoluciona según sea nuestro entorno. Una manera sencilla de expresar esto sería decir que nos adaptamos a lo que nos rodea. Inicialmente, lo teníamos que hacer para sobrevivir, pero ahora sucede por razones menos honorables. La modernidad nos ha malacostumbrado a obtener cosas de forma rápida. En la prehistoria, para comer carne teníamos que salir a cazarla, mientras paralelamente evitábamos nosotros ser cazados. Ahora, es cosa de ir al restaurante de comida rápida más cercano y pedir una “burguer”. Muy cómodo, pero ¿acaso es esto bueno?

Existen muchas teorías de que en el mundo hay un grupo que nos controla a todos y decide los destinos de la humanidad. Ese supuesto grupo está preocupado por la tasa de crecimiento mundial y planea el exterminio de parte de la población. Esto, si existe algo para un guion de películas, debe ser fuente inagotable de temas, como en efecto lo es. Que si las vacunas de la pandemia eran un pretexto para colocarnos un chip y así controlar nuestras mentes. Que si los que no se vacunaron iban a morir. Un montón de teorías que no dejan de ser interesantes. Aquellos que esperaban quedar conectados a la red con el supuesto chip de la vacuna, ¿ya agarran señal? La pregunta es seria.

Los gobiernos no buscan el bien común. Siempre hay algún interés oculto en lo que sea que digan o hagan, pero eso no quiere decir que nos quieran matar a todos. Debemos mirar hacia nuestro interior y empezar a tomar responsabilidad por lo que nos viene sucediendo. Para empezar, los gobiernos llegan a serlo porque nosotros los elegimos. Punto. No es el chip ni la vacuna, ni el “Big Brother”; somos nosotros. Siguiendo, sí hay una pandemia mundial y esa pandemia ha generado una mutación física y mental en los seres humanos. Si bien los quejicas de siempre quieren culpar a lo que ellos no ven bien, llámese la carne y las grasas, el responsable de la mutación es otro. Considerando el hecho avalado por Harvard, en el que biólogos, no influencers, explican que el camino evolutivo de los homínidos fue posible en gran medida al desarrollo de su cerebro, como resultado de la incorporación de carne a su dieta, decir que la proteína de la carne y las grasas animales son el problema del planeta y de nuestra salud me parece absurdo. A esos que dicen que las vacas son causa de la contaminación de la atmósfera les propongo que consideren qué es preferible: ¿prefiere usted dormir en un cuarto con una vaca, o prefiere usted dormir en un cuarto con un automóvil encendido? Ese ejercicio puede determinar con facilidad qué contamina más. Tiene sentido también decir que, si el consumo de carne desarrolla nuestro cerebro, la privación de ella lo atrofia. Viendo cómo actúan los que no quieren comerla ellos, y exigen que nosotros tampoco la consumamos, no parece ser una aseveración errónea.

Volviendo a la mutación, la pandemia es real. Existen demasiados productos ultraprocesados y de consumo demasiado frecuente en la actualidad. Nuestros abuelos no estuvieron expuestos a tanta comida chatarra y su longevidad lo demuestra. Existen también récords fotográficos de la mutación. Tan solo hay que ver imágenes de plazas y playas del siglo pasado para notar que la excesiva obesidad que es hoy demasiado común era prácticamente inexistente. Pero la mutación no es sólo física; es también a nivel mental. Antes, al tonto se le animaba a esforzarse para aprender. Hoy se le nombra en puestos de alta jerarquía. Al obeso se le animaba a hacer ejercicio para no poner en riesgo su salud, pero hoy se le dice que su condición es normal y se le brindan todas las alternativas para que se sienta cómodo en su peligroso estado.

Antes, había que tener talento para descollar. Ahora cualquier ignorante morisquetero se vuelve “famoso”. Va entre comillas porque debería decirse infame. ¿Existe un plan para reducir la población mundial? Es posible, pero la causa no es aquella de nuestras películas. No se necesita nada demasiado tecnológico para engañar a una población que es ya en su enorme mayoría ignorante. Hay demasiadas personas cuya movilidad ya está limitada, no por lesiones, por edad ni enfermedad, sino por el sobrepeso. No podemos seguir culpando a la carne por algo que el azúcar hizo. Esa es la gran droga de nuestra época. La mutación es resultado de haber caído en la completa adicción al azúcar. Cuerpos y mentes deformados. A los gobiernos no les importa. Cuídese usted mismo.

Dios nos guíe.

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