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- 09/03/2022 00:00
Mujeres, poesía y academia
Se acercó y me dijo: “He terminado una novela y quisiera que la leas a ver qué te parece”. Me sorprendió porque representaba un salto. Había escrito antes textos poéticos (Confieso estas ternuras y estas rabias, Las preguntas indeseables, Motivos generales, Apelaciones) e incursionado en relatos (Pa'na'má quererte, Inauguración de la fe), cuentos (Cuentos rotos) y teatro (Evangelio según san Borges).
Desde un principio su escritura fue un constante ejercicio, tanto en el contenido como en la forma. En ocasiones dramático, en otras distante, también lúdico y juguetón.
Lágrima de dragón, su novela, no tenía un ápice de tales características. Era algo nuevo. Había creado un mundo sórdido con alguna dimensión histórica, en que la circunstancia del personaje le encerraba y superar la crudeza era, para él, su principal motivo de existir, perspectiva parecida al Sísifo de Camus.
Mi comentario se dirigió a la extensión de la historia y le propuse prolongar el escrito para que tuviera más consistencia el micromundo que había concebido dentro del caos. La brevedad de este primer producto novelístico era suficientemente compleja como para dar mayor espacio al argumento y aprovechar la reconstrucción temporal que la autora había propuesto. Ella accedió y se comprometió a revisar para dar un contexto narrativo más pormenorizado.
La publicación de este ejercicio de prosa, que logró el premio Miró en la sección novela, brindó una nueva faceta a Consuelo Aurora María Tomás Fitzgerald. Es una mujer de retos. Además de su formación de trabajadora social, desde muy joven incursionó en las letras y manifestaciones artísticas con sus múltiples variantes: como grupos musicales, teatro de mimos, la composición de canciones, entre otras.
A Ela Urriola le conocí a través de su padre Ornel, quien contaba sobre las peripecias de sus hijos y las ocurrencias de ella durante su vida estudiantil. Desde adolescente se interesó en la literatura y empezó a escribir poemas. Luego de obtener su grado de licenciatura, en la Universidad de Panamá, hace estudios de posgrado en Praga y regresa al país a ejercer la docencia en el campo de la filosofía, ética y estética a nivel superior.
Con los poemarios La nieve sobre la arena y La edad de la rosa obtuvo, en sendas oportunidades, el premio de literatura Ricardo Miró en poesía y también en la sección cuento, con Carosis. Ha recibido varias distinciones: en cuento, con el libro Agujeros negros; también Las cosas de este mundo, le hizo ganar el premio nacional de literatura infantil. Se ha desenvuelto, además, en la pintura.
Consuelo y Ela han producido una variedad de títulos y sus trayectorias demuestran que ambas se han comprometido con las letras panameñas, no solo en un género, sino a través de un permanente trabajo con diferentes enfoques y estructuras. Urriola hace una relación de uno de sus libros y reconoce que “... me encontré con las particularidades de esas sociedades y cultura; era, pues, imprescindible establecer esa relación: la de la identidad de una sociedad, sin olvidar la identidad de la mujer...”.
Por su parte, Tomás opina que su novela “... tiene elementos de la historia, que siempre me han llamado la atención...”.
Ellas dos han sido distinguidas por la Academia Panameña de la Lengua para formar parte de esa institución, en calidad de académicas correspondientes, según comunicado publicado hace unos días. En la propuesta de sus nominaciones, se ponderó el esfuerzo creativo constante y capacidad de enriquecer la literatura panameña. Han demostrado, con creces, la calidad de su pensamiento y alcanzado gran dimensión, al ser reconocidas sus obras con traducciones.
El dinamismo de ambas autoras contribuirá con las tareas de fortalecer la lengua española en esta corporación casi centenaria y que renueva su cuerpo con dos prestigiosas escritoras e investigadoras de las ciencias sociales, que sabrán dar brillo a este compromiso académico.