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- 16/08/2022 00:00
Mis consejos a la Gran Alianza Empresarial
Después de un mes de escuchar atentamente a los participantes del diálogo y al resto de los actores, quiero manifestar mi total decepción sobre la comunicación de los gremios empresariales. A pesar de haber inundado los medios con amenazas y definiciones, la cacofonía prima. Desprestigiando la mesa de diálogo pierden credibilidad ante la población. Las enormes sumas de dinero que invierten en supuestos líderes de la consultoría de comunicación no se ven. Decidí escribir este breve artículo porque el estrepitoso fracaso de la comunicación de los gremios empresariales podría abrir la puerta a un gran número de malentendidos sobre el papel que jugamos los empresarios en una democracia moderna.
Primero, supondré que la primera meta de la comunicación de los gremios es lograr un puesto en la mesa de diálogo para minimizar las medidas que dañen sus intereses. Para lograr esto, lo primero que necesitan es un mensaje que transmita confianza a las partes involucradas y a la población. Lo que han comunicado, en su lugar, ha sido un discurso de tipo “problem setting”, como por ejemplo decir que esto es una lucha entre la libertad democrática y la anarquía. Querer cambiar la definición del problema no es realista ahora, y este tipo de declaraciones solo contribuye a la sospecha popular. El problema ya está claro en la mente y el bolsillo de la sociedad: el nivel de vida del pueblo se hunde por la falta de empleo. Como empresarios (desde micro a multinacionales), hacemos lo posible por encontrar oportunidades de negocio legítimas y alejarnos de las ilegítimas. Es decir, la gente sabe que nosotros creamos los empleos y generalmente este es un privilegio de clase social. Por esta razón, las clases sociales importan a la hora de comunicar. El mensaje, pero también el apellido y el rostro de la persona que propone una “reducción de la planilla estatal” durante la crisis de desempleo más fuerte desde la invasión, son importantes. ¿Para qué queremos más desempleados y por qué deben ser altos cargos de la cámara los que proponen esta medida absurdamente anti keynesiana? Cito a McLuhan, “el medio es el mensaje”. No se trata de salir y convertirse en el blanco del clamor popular, sino en solidificar la imagen de la empresa privada usando voceros y mensajes inteligentes.
Segundo, supondré que otra meta es mantener viva la creencia popular de que la libre empresa es parte de la identidad nacional, y que somos ante todo capitalistas y panameños. Esta representación corre profundamente en las venas del panameño y es un punto de anclaje para evitar la escalada de votos de izquierda que recientemente han movido nuevamente el péndulo político en el sur del continente americano. Aún así, sus asesores han logrado echar a perder lo que debería ser, en lenguaje empresarial, un “easy win”. Al traer un discurso dicotómico entre libre empresa y desabastecimiento, descalificando toda conversación sobre el control de precios o ganancias, calificando esta conversación como “brujería económica”, tan sólo están aumentando las sospechas. El panameño no es un idiota y lleva una década comprando pollo barato sin que haya habido un solo día de desabastecimiento; ¿acaso la gente no sabe que se puede entrar al agua mojándose los pies primero? ¿Por qué pierden el tiempo y la valiosa atención comunicando esto? Podrían en su lugar explicar las diferentes partes del problema: Explíquenle a la gente por qué hay poca inversión privada en Panamá y qué están haciendo para mejorar las cosas. O expliquen como desde hace tres décadas diferentes burbujas (la inmobiliaria, entre otras) han empujado la economía y nos falta producción nacional para mantener un crecimiento económico sostenido. Si comunican correctamente y hacen pedagogía capitalista, la gente entenderá el problema y eso mantendrá viva la creencia en la libre empresa.
Finalmente, supondré que a mediano plazo, los gremios empresariales quieren mejorar su imagen para evitar ser el blanco de las próximas elecciones. En lo profundo de todo problema de comunicación, hay creencias que corren por debajo del radar en un determinado momento, y la receta del éxito en comunicación es usarlas a su favor, un ejemplo criollo fue “caminando en los zapatos del pueblo”, o incluso “un gobierno de empresarios” citado por Ana Elena Porras en su análisis del populismo durante Martinelli. ¿Cuál sería la reacción de la gente si un político utilizase ese eslogan hoy? En cambio, repetir mentiras que van en contra de creencias profundas es la peor estrategia. Ahora mismo, a nadie se le ocurriría decir que será presidente para “tener un gobierno de empresarios”. Mentiras como “en Panamá la empresa privada no encuentra talento”, no ayudan. Dígale eso a los miles de profesionales jóvenes y no tan jóvenes que tienen títulos y no consiguen empleo. Mentiras como “los gremios luchamos contra la corrupción”, tampoco ayudan, especialmente mientras guardan silencio ante el comportamiento de agremiados que ustedes saben son descaradamente corruptos. ¿Por qué no los expulsan del gremio? Estas mentiras y tantas otras deben ser reemplazadas con discursos y acciones hacia la reconciliación y la confianza. En un mundo de información, donde tenemos acceso directo a muchísimos medios de información simultáneamente, la gente no es tan maleable, y la autenticidad del mensaje gana valor. La evidencia demuestra que sus asesores en comunicación los están timando y están poniendo en juego el futuro de sus agremiados (una gran mayoría empresarios innovadores y honestos) con la desestabilización del sistema.