• 22/06/2021 00:00

Migraciones, xenofobia y holocaustos

“[…] debemos luchar contra esta manera de interpretar la realidad y buscar el debate público, promover la diversidad cultural y aspirar a una educación buscando siempre la inclusión social de las minorías”

La migración humana no es un fenómeno nuevo, los primeros registros demuestran que ya hace 70 000 años el ser humano salió de África y se aventuró a otras regiones en busca de condiciones de vida mucho más favorables.

La migración es el movimiento de individuos de un lugar a otro, a lo largo de la historia humana ha representado la unión y consolidación de nuevas comunidades. Me atrevería a decir que no hay país en el mundo que no esté conformado por los que alguna vez fueron migrantes.

En América Latina, desde el siglo XIX, podemos hablar de varias corrientes migratorias, la primera es la migración transoceánica que movilizó a más de 50 millones de europeos hacia América Latina.

La segunda corriente fue producto de la gran depresión de los años 30 del siglo XX, que generó una migración del campo a la ciudad; la tercera corriente ocurre en los años 60 del siglo XX, producto o consecuencia de conflictos políticos, sociales y económicos.

En la actualidad, la facilidad que se tiene para acceder al internet ha ocasionado que los desposeídos se den cuenta de su pobreza. Pues, ahora tienen la capacidad de compararse con individuos de otras regiones. Aquel señor del campo, que se sentía terrateniente por tener dos cabezas de ganado, ahora sabe que es miserable con respecto a un individuo de la clase trabajadora de un país desarrollado.

La globalización ha homogenizado la industria cultural y ha creado un consumidor global, en el colectivo, la forma de ser feliz es tener una vida dedicada al consumo. Pero esta forma de vida es casi imposible de llevar bajo formas políticas, económicas y sociales desiguales, la corrupción generalizada de los países en subdesarrollo ha traído como consecuencia la desilusión del ser individual. Un individuo, que no ve que es capaz de llevar el consumo deseado en su país de origen, de manera honesta, es capaz de arriesgar su propia vida para llegar a aquel país que sí se lo dé.

Esta masa de migrantes desposeídos, de todo bien material, es vista en los países receptores como invasores que drenan sus riquezas y lo que comienza como un comentario, termina instaurándose en el imaginario colectivo. De esta forma comienza la discriminación, la xenofobia.

La hostilidad hacia los extranjeros es vista desde el mundo antiguo, pues: “Esparta aplicó en todo rigor la xenelasia o prohibición de que los extranjeros entrarán en su territorio”. La xenofobia se basa, en su forma primitiva, en el miedo del grupo a perder su identidad; por otro lado, se considera al migrante como una competencia desleal para el trabajador local.

En la mayoría de los casos, se utiliza a la figura del migrante como una forma de desviar la tensión sobre los grupos dominantes internos; es decir que el otro es visto como el culpable de lo que no es. En el inicio, este prejuicio puede tener raíces culturales, religiosas o históricas, pero siempre basado en interpretaciones erróneas y utilizado al migrante como un chivo expiatorio.

Cuando analizamos este tipo de fenómeno, debemos ver más allá del mundo jurídico, porque sus raíces se encuentran en interpretaciones culturales sobre el otro, sobre los distintos, sobre los diferentes, sobre el marginado y, por lo tanto, sobre aquel que no puede defenderse.

La xenofobia comienza con el recelo, con la hostilidad, con el rechazo, avanza a la discriminación y termina en la institucionalización de la injusticia por medio de leyes que avalan esta forma de pensar.

No debemos pensar que es un fenómeno de sociedades con un bajo nivel de formación, sino que más bien son formas culturales que se instauran en el imaginario social de tal manera que son capaces de sacar conclusiones de que el otro es culpable de todos los problemas sociales. Esta forma de pensar tiene mayor recepción en la población en situaciones de aumento de desempleo, de crisis económicas.

Cuando se institucionaliza la discriminación, empieza la construcción y utilización del concepto de raza, aunque este no es nuevo, pues tiene su origen “en el desarrollo de las Ciencias Naturales durante la Ilustración”; en esta se divide a la raza humana según sus características físicas y se le da ciertas atribuciones culturales y sociales en las cuales el otro era inferior.

El concepto de raza fue utilizado por la clase dominante como una forma de justificar los sistemas de discriminación y los procesos de exclusión social, pues en el ámbito científico el concepto de raza ha sido descartado como error, pero en el imaginario colectivo sigue teniendo una función social, que es la negación del extraño.

Cuando al otro se le desvaloriza, lo situamos en un rango inferior, con aspecto físicos desfavorables y es aquí donde entra de forma fácil que se pueda explotar a nuestros congéneres, si aparte los consideramos como bárbaros, somos capaces de destruir a los individuos que amenazan a nuestra civilización.

De esta forma de pensar a los holocaustos hay solo un paso y solo queda por ver el procedimiento a seguir. Los nazis comenzaron “con los fusilamientos al aire libre” y terminaron con la industrialización de la matanza.

Por tal razón, debemos luchar contra esta manera de interpretar la realidad y buscar el debate público, promover la diversidad cultural y aspirar a una educación buscando siempre la inclusión social de las minorías.

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