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- 02/08/2024 14:05
Maduro y Trump, dos caras de la misma moneda
Los estilos dictatoriales y poco democráticos de líderes, como Nicolás Maduro en Venezuela y Donald Trump en Estados Unidos representan una amenaza palpable para la estabilidad de la democracia y las instituciones de sus respectivos países. Estos comportamientos autoritarios, aunque provenientes de ideologías opuestas, comparten características alarmantes que ponen en riesgo los principios fundamentales de las democracias que dicen representar.
El pasado domingo 28 de julio, Venezuela vivió una jornada electoral marcada por fraude, intimidación y represión. Nicolás Maduro, fiel a su estilo, está utilizando todos los recursos del Estado para asegurar su permanencia en el poder. La falta de transparencia, el acoso a la oposición por los militares y la manipulación de los medios de comunicación están siendo evidentes, desvirtuando el proceso electoral y subrayando una vez más la erosión de las instituciones democráticas en el país.
Simultáneamente, en Estados Unidos, el 6 de enero de 2021, fuimos testigos del intento de golpe de estado protagonizado por un grupo de seguidores de Trump que, a instancias de él, asaltaron el Capitolio federal para detener la transición de poder después de perder las elecciones. Ese incidente, donde hubo muertos y heridos, sigue siendo objeto de acusaciones y convicciones en los tribunales, incluyendo la del propio Trump que ha dicho que de regresar a la presidencia indultará a los ofensores.
Más aún, en un claro indicio de sus tendencias autoritarias y de su desprecio por las normas democráticas que han sostenido a Estados Unidos durante siglos, esta semana Donald Trump fue claro cuando se dirigió a un grupo de cristianos con un mensaje inquietante: si él ganara las próximas elecciones, serían las últimas. Esta declaración no sólo es una amenaza directa a la tradición democrática de elecciones libres y periódicas, sino que también sugiere una intención de perpetuarse en el poder, al estilo de los dictadores que ha criticado en el pasado.
Aquí hay una amenaza real porque las dictaduras y los comportamientos despóticos, ya sean de derecha o de izquierda, convergen en prácticas que socavan la democracia. Tanto Maduro como Trump utilizan tácticas similares: deslegitimar a sus oponentes, sembrar desconfianza en los procesos electorales, y presentarse como los únicos capaces de gobernar eficazmente. Esta retórica polarizadora y divisiva no solo debilita las instituciones, sino que también fragmenta a la sociedad, creando un clima de miedo y desconfianza.
Es crucial entender que la defensa de la democracia no es una tarea que recae únicamente en los políticos o en las instituciones; es una responsabilidad compartida por todos los ciudadanos. La democracia no es un estado permanente, sino un proceso continuo que requiere la participación activa y vigilante de la sociedad. Ya bien lo dijo Benjamin Franklin en 1787, cuando le preguntaron al salir de la reunión a puerta cerrada de los padres de la patria estadounidense, si la nueva nación sería una monarquía o una república y él contestó de forma condicionada: una república, si saben mantenerla.
El comportamiento de líderes populistas, como Maduro y Trump debe servir como detonante y llamado a la acción inmediata y al activismo colectivo. Es imperativo que los ciudadanos protejan y defiendan su democracia, sus instituciones electorales y su ordenamiento jurídico. Esto implica estar informados, participar en el proceso político, exigir transparencia y rendición de cuentas, y rechazar cualquier intento de estos individuos de socavar los principios democráticos.
La historia nos ha enseñado que la indiferencia y la complacencia son los mayores aliados del autoritarismo. Enfrentar estos truhanes, alzando la voz a tiempo en favor de la transparencia, la justicia y la libertad es el único antídoto. Para que la democracia y las instituciones que la sostienen sigan siendo pilares fundamentales en Estados Unidos y en Venezuela, hay que detenerlos y derrotarlos. A ambos.