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- 13/01/2023 00:00
De la 'lumpemdemocracia' al lumpenproletariado
La democracia panameña, tan dependiente históricamente de la estructura del sistema capitalista internacional, enfrenta nuevos desafíos no sólo en su definición, sino, también en su composición y sus determinaciones históricas dentro del globalizado. Sin embargo, en este breve análisis queremos centrarnos en un actor social marginal: el lumpemproletariado y sus nuevos rasgos ideológicos en la frágil estructura político-social de la lumpemdemocracia panameña. K. Marx definía el lumpemproletariado (Hegel lo llamó chusma) como “ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida, está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras”. En ese mismo contexto, en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte describía al lumpemproletariado como “una masa difusa y errante, un desecho de todas las clases (vagabundos, aventureros de la burguesía, alcohólicos, rateros, dueños de burdeles, mendigos, lazzaroni etc.)”. Actores sociales que por su condición social debieran ser parte del cambio revolucionario, por el contrario, se convierten en una clase social desclasada y sin conciencia social, fácilmente manipulables por las élites dominantes y sus testaferros que manejan y protegen sus intereses.
Marx lo describía muy bien en sus obras “La Lucha de Clases en Francia 1848-1850” y en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. El concepto no está exento de debates y de matices ideológicos, sin embargo, puede darnos algunas pistas sobre nuestro pasado y presente histórico. Por ejemplo, señala Ricaurte Soler como a raíz del desconocimiento del Convenio de Colón de 1860 por Tomás Cipriano de Mosquera para someter a Panamá a Colombia “El Gobernador Santiago de la Guardia —conservador tan moderado que había recibido el apoyo de los liberales más connotados— llama al pueblo a las armas, pero este responde con la mayor indiferencia. Más aún, el pueblo del arrabal de Santa Ana (barrio popular de la capital) recibe las fuerzas colombianas con alborozo, expresando sin disimulos su rendimiento contra la oligarquía liberal dominante”. La impopularidad de la burguesía nacional, sumado al descontento popular, facilitó la invasión colombiana. En el año 1989 la nefasta invasión norteamericana fue aplaudida con vítores por el lumpemproletariado panameño, enajenado en el discurso civilista, antimilitarista y oligárquico de la lumpemburguesía nacional.
En esta ocasión la impopularidad de la dictadura militar y los intereses geopolíticos de Estados Unidos facilitó la invasión norteamericana. En ambos casos el lumpemproletariado fue instrumentalizado, al ser un grupo social utilizado por grupos de poderes económicos y políticos con fines espurios, pero, que garantizan su dominio real a través del poder y el dinero. En la actualidad, esta nueva lógica de alienación sociocultural de la lumpemdemocracia adquiere una dimensión político-electoral sin precedentes. El clientelismo electoral fomentado por pseudo políticos hace de esta modalidad una práctica cultural deleznable, pero, que se ha ido habituando en el imaginario colectivo del electorado, adquiriendo una centralidad inédita en los estafadores políticos que alimentan falsas esperanzas, traducidas en consignas pusilánimes como: “quien no da, no va” “bájate del bus” “robó, pero hizo”. Esto se agrava más aún con la influencia del dinero proveniente de la corrupción y el narcotráfico, desnaturalizando y desmoronando los principios de la democracia, sobre todo cuando existen instituciones débiles y personas sin solvencia ética. Esta nueva cultura de masas se ve fortalecida por un sistema que impulsa el consumismo desenfrenado, compulsivo y alienante que es rasgo distintivo de la economía de mercado. Este sistema sustentado en el márquetin se ha convertido en una sucesión continua de imágenes que se internalizan en la psiquis de los individuos y los malls en un espacio de estandarización y de éxtasis social, produciendo un desclasamiento ideológico e identitario.
Los sectores progresistas no hemos logrado articular un discurso de clase que trascienda la consigna de barricada y que rompa con las cadenas de la alienación cultural y clientelista. El instrumento de lucha tiene que ser pedagógica para ganar la batalla por las ideas, solo así se podrá llegar al poder y sentar las bases de la transformación social de un país de hombres y mujeres libres.