• 22/07/2024 23:00

Lucha de clases: negación de una realidad vivida

[...] entre capital privado y trabajadores, se recomienda crear formas inéditas en las que los trabajadores sean a la vez dueños del capital

El ultramillonario norteamericano, Warren Buffett, afirmó hace algunos años atrás que ciertamente existía una guerra entre ellos - los dueños de capitales - y el resto de las clases sociales de la sociedad a nivel mundial, pero que ellos la habían ganado (2021). Cabe deducir dos lecciones aquí, una, que reconoce la existencia de clases sociales en la sociedad actual y dos, que existe una lucha entre estas. De paso, no dice mucho más de lo que destacados pensadores como Adam Smith (1759)- o teólogos de la Iglesia Católica como Santo Tomás Moro (1516), ya habían reconocido quizá sin gran elaboración teórica.

Sin embargo, lo más común es la negación de esta realidad. Parte de la respuesta pone en evidencia que efectivamente existe tal lucha, ya que el actor social que ejerce el dominio de una relación y da lugar a esta confrontación no encuentra conveniente aceptarla como realidad, de manera que el otro polo de la relación - el subordinado - sea más fácilmente manipulable.

En la época de la colonización europea y anglo norteamericana, cuando el colonizador actuaba de forma sanguinaria y brutal, era evidente que existía una relación de opresión y de lucha de contrarios. Pero los oprimidos veían las cosas diferentes cuando las formas de dominación del colonizador fueron más dirigidas al “control mental”, por ejemplo, cuando separaban a negros y negras, asignándoles tareas de supervisión - control - del resto de su propia clase y etnia. En nuestro país, fue muy común desde el siglo XIX aquella diferenciación artificial entre “obreros negros finos” y “obreros negros ordinarios”; los primeros supervisaban a los segundos en las bananeras y la zona del canal, pero con esto, muchos terminaron creyéndoselo, más cuando recibían ciertos “derechos” del colono, de manera que no se percataban - antes ni hoy - que eran parte subordinada de una relación de explotación que suponía inevitablemente una lucha de carácter social.

Ahora bien, cuando las clases sociales que interactúan entre ellas están estructuradas con base en intereses diametralmente opuestos, irreconciliables, su lucha encuentra dos formas de solución, una definitiva o permanente y otra, parcial o temporal. En el primer caso, no cabe otra cosa que eliminar la estructura que origina la relación antagónica, por ejemplo, entre capital privado y trabajadores, se recomienda crear formas inéditas en las que los trabajadores sean a la vez dueños del capital. Esto es más plausible en pequeñas empresas asociadas o también en la fórmula del cooperativismo, en su diseño original. No obstante, las clases dominantes la han relegado a iniciativas puntuales limitadas en su desarrollo, que no abarcan toda la sociedad y por tanto, funcionan subordinadas a la relación predominante entre capital privado y trabajo. Por ejemplo, las cooperativas de ahorro y crédito operan bajo las reglas del capital financiero privado, no bajo sus propias dinámicas de desarrollo. El poder de estas clases dominantes sobre el sistema legal y político, “mantienen a raya” esta forma alternativa de superación de la lucha entre clases.

La otra fórmula es la que sirve para paliar los puntos opresivos extremos, de la lucha de clases. La creación de los sistemas únicos o nacionales de salud en el Reino Unido y otros países noreuropeos se alinean en este diseño. Es decir, se trata de acuerdos políticos entre los agentes de las clases en lucha para hacer concesiones que satisfagan a ambos, aun cuando la contradicción de origen no fuese superada.

En Panamá, históricamente hemos conocido el acuerdo político entre las clases trabajadoras urbanas y los sectores industriales de las clases dominantes, a través del modelo “desarrollista” asignado a la Caja de seguros social, desde finales de la década de 1950, el cual permitía inversiones que dieran impulso a las clases dueñas de capitales y los beneficios de esas inversiones fortalecieron financieramente a esta institución que posibilitó desde los años de 19070 la ampliación de las coberturas para los asalariados asegurados y sus familias. Sin duda, esto tuvo incidencia en el mejoramiento del salario real de los trabajadores, con lo cual aliviaba las tensiones de clases.

La embestida en 1982, de los que no les interesaba esta clase de soluciones en la lucha de clases, dio al traste con esta solución temporal, aprovechando las denuncias políticas contra manejos irregulares de los programas, para aplastar el diseño “desarrollista”. Por supuesto, que jamás estos sectores que eliminaron esta forma de resolver la lucha de clases, admitirán que esta es parte de una realidad con la que vivimos.

El autor es sociólogo, docente investigador de la UP
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