• 25/11/2024 00:00

¡Lloran las flores!

‘Pare, mi capitán! Que en la restinga hay un turista ... y con linterna buscando en vano la Isla de la Flores’: Antonio Isaza

Hace unos días visité un sitio del que tengo gratas memorias de mi infancia y juventud. A este espacio de tierra se le conoce como “Isla de las Flores”, cuna de ilustres panameños. Esta tierra siempre formó parte de anécdotas familiares ya que según decían algunos miembros de mi familia a este sitio llegaron nuestros antepasados para luego migrar a otras áreas del país.

Según recuerdo, era muy agradable la estancia en este paradisiaco lugar. En toda su extensión se respiraba el aroma de una brisa tropical fresca. Años más tarde, la isla fue abrazada por la modernidad y se observaba una fachada más turística. Mi mente recuerda gran variedad de kioscos de venta de recuerdos elaborados por los isleños, el olor a comida criolla y música de fondo.

Pasó mucho tiempo desde mi última visita. Hoy, me da pesar contemplar una isla descuidada y no por el tiempo, sino por la mano del hombre, atestada de basura. La imagen que visualice, en este encuentro, evocó sentimientos de tristeza y desolación. Está habitada, pero se siente la ausencia del trato justo que merece un lugar que nos ha dado tanto.

Aunque sigue siendo un refugio de alegría y fiesta, una vez la percibí como un oasis. Donde un mar tranquilo acariciaba la orilla y el sol brillaba con fuerza en esa arena que actualmente, está llena de residuos plásticos de todas las formas, colores y tamaños; sin dejar a un lado las extensas manchas de aceite en sus aguas que dejan las embarcaciones que allí atracan.

Desde mi percepción este espacio de tierra rodeado de agua ha sido olvidado y descuidado, se observa en el rastro de cada huella en la arena, una estela de desechos casi como un reflejo análogo a la violencia que reciben y enfrentan muchas mujeres en nuestra sociedad y en distintos espacios. Algo que se sabe que existe. pero muchas veces preferimos no ver.

En este día de la no violencia me permito decir que una forma de violentar es también el descuido, la indiferencia y la dejadez. La incuria a la dignidad y a la fragilidad de la esencia femenina puede ser poderoso y produce manchas de dolor.

Esta analogía nos permite enfrentar como el abandono y la desconsideración pueden manifestarse en la vida de las mujeres al igual que la isla olvidada. Y como con asistencia pueden encontrar un camino a la sanación y recuperación de los estragos que deja la violencia en cualquiera de sus formas.

Al igual que la isla, las mujeres que son violentadas están despojadas de su belleza y valor. La violencia aún callada es un proceso erosivo que desgasta su autoestima y su identidad.

Las olas de abuso de poder suelen ser implacables como cualquier tempestad que atraviese la isla. Arrasando en su paso una merma en su autoestima y dejando un paisaje vació, devastado y en bruma. Así como la arena pulverizada, seca y áspera que vi en la isla, las mujeres pueden sentirse atrapadas en un ciclo de desesperanza donde su luz interior se apaga lentamente.

Si a la isla se le aportan esfuerzos por renovarla ella resplandecerá, así como una mujer que con tiempo, sabiduría y esfuerzo puede sobreponerse a la violencia y reconstruirse.

La naturaleza es sabia y tiene el poder de regenerarse, lo mismo ocurre con el alma humana. A través de la resiliencia de todos, el apoyo de la sociedad y acceso a los recursos adecuados es muy probable tenga un impacto positivo.

Ambas la isla olvidada y la mujer ofendida pueden levantarse y salir adelante ante este embate logrando su restauración a través de: Amor, respeto, admiración, atención y buen cuidado. Es importante la empatía que procure un entorno seguro y compasivo.

La sociedad tiene un rol fundamental en esta analogía. Así como un grupo de ambientalistas puede unirse para limpiar la isla, la sociedad debe unirse ante este flagelo, llamado violencia. Por lo que. se requiere apoyo, educación y conciencia.

Esta analogía hace una doble crítica social que muestra que la falta de atención hiere; posee un efecto devastador, pero tomando conciencia de esta realidad podemos lograr combatirla.

La solución a estas formas de contaminación no hay que buscarlas en la oscuridad con linternas, ellas no están ocultas a la vista. ¡Quitémonos las vendas que cubren los ojos que impiden ver la realidad!

Finalmente, le invito a pensar que cada 25 de noviembre, se conmemora el día de la no violencia contra la mujer y las aquí descritas también, son formas muy sutiles y silenciosas de violencia. No seamos ciegos, a veces la violencia contra la mujer no es solo un tema doméstico entre los géneros, sino también en otros planos incluyendo el laboral y peor aún entre las propias mujeres.

*La autora es abogada

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