El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
Según la Real Academia Española, el Carnaval es una fiesta popular que se celebra antes del inicio de la Cuaresma, caracterizada por mascaradas, comparsas, bailes y otros festejos bulliciosos. Su origen proviene del latín carnevale, que significa “adiós a la carne”, en alusión a la abstinencia de carne durante la Cuaresma. Este evento, a lo largo de los siglos, se convirtió en una oportunidad para disfrutar de banquetes, música y excesos, antes de entrar en un periodo de reflexión y sacrificio.
Con esta introducción, quiero resaltar el significado profundo que encierran estas festividades y los componentes esenciales que las caracterizan. Desde mi infancia, cuando mi madre y mis familiares me llevaban a celebrar el Carnaval en la avenida Central, pude vivir de cerca la magia de este evento. Siempre nos ubicábamos en lugares estratégicos, como el edificio La Granja, junto a la iglesia Don Bosco, donde mis tíos tenían un apartamento. Desde ese balcón podíamos disfrutar tanto de los desfiles de Carnaval como de los patrios.
El Carnaval comenzaba de manera alegre y juguetona. Durante el día, nos divertíamos con las mangueras de agua, lanzando chorros a los transeúntes, e incluso estallando huevos sobre las cabezas de nuestros amigos. Otros eran “embarrados” con añil, todo ello en un ambiente de camaradería barrial.
Al llegar la tarde, nos apostábamos en las aceras para disfrutar de las comparsas y los carros alegóricos, que desfilaban con reinas de diferentes empresas e instituciones, así como la reina electa del Carnaval, seleccionada por la Junta de Carnaval, ya sea del gobierno o del sector privado. Esos desfiles eran una verdadera muestra de belleza y alegría, llenos de serpentinas que caían del cielo, lo que nos obligaba a tener la boca cerrada y a proteger nuestros ojos. Los escenarios estaban llenos de artistas de renombre nacional e internacional que se presentaban en los “toldos”, ubicados en puntos estratégicos de la ciudad.
Hoy en día, el panorama ha cambiado considerablemente. La ciudad ya no refleja esa misma alegría ni entusiasmo de antaño. Un giro inesperado ocurrió cuando se introdujo la práctica de los “culecos”, una mojadera popular que se lleva a cabo con camiones cisterna y que, aunque es disfrutada por muchos, ha alterado el estilo tradicional de los carnavales. Los antiguos desfiles presididos por los muñecos Domitila y Domitilo, que fueron una creación del Instituto Panameño de Turismo, hoy conocido como la Autoridad de Turismo de Panamá, ya no forman parte del programa principal.
Este año, el Gobierno nacional decidió no organizar los carnavales debido a problemas económicos. En su lugar, la Alcaldía asumió la responsabilidad de la celebración, solicitando la colaboración del sector privado para financiar y llevar a cabo los culecos, así como la presentación de artistas locales. Lamentablemente, la falta de los tradicionales carros alegóricos, comparsas y disfraces afectó el espíritu de lo que solían ser los carnavales panameños. Aunque muchos disfrutaron de esta versión más reducida, la celebración se convirtió principalmente en un evento centrado en el consumo de licor y, en algunos casos, en comportamientos inadecuados.
A medida que se acerca el Carnaval 2026, es momento de comenzar a pensar en cómo revivir la verdadera esencia de esta festividad. Será fundamental que los organizadores trabajen para recuperar las tradiciones que hicieron de estos carnavales un evento único, lleno de música, baile, disfraces y alegría. Quizás sea el momento de recurrir a figuras que vivieron los últimos grandes carnavales, como Mingtoy, para que compartan su experiencia y conocimientos, ayudando a restaurar esa época dorada de los carnavales más populares y auténticos.