El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
- 11/03/2025 00:00
Panamá, ¿próximo Sinaloa?
A diario nos traen noticias escalofriantes del criminal mundo de las drogas. Que si no es que incautan cargamentos metidos en contenedores camino a algún puerto europeo, agarran a lancheros tratando de introducir grandes cantidades de estupefacientes por nuestras extensas playas. De repente descubren a algún funcionario metido en el negocio. Lo más común son los asesinatos hechos por sicarios atribuidos simplemente por las autoridades a “ajustes de cuentas” entre narcos por algún tumbe o luchas por meterse en su territorio.
La verdad que se pretende ocultar es quizás la mejor versión de lo que pasaba en algunos sectores de México cuando llegó al poder Andrés Manuel López Obrador con aquella extraña política de que “en lugar de balazos, abrazos”, concluyendo su sexenio como uno de los más violentos en la historia mexicana reciente y que autores como Anabel Hernández acaba de señalar en su reciente libro Los secretos de López Obrador.
Todos los días vemos la cantidad de detenidos que reporta la Policía Nacional, pero que, por su enormidad, me da la impresión de que no hay tanto espacio en las prisiones para ellos. Eso nos hace suponer que, así como los detienen en algún ilícito, sobre todo venta de drogas, tanto al mayoreo como minorista, así mismo logran salir de su encierro por algún tecnicismo o porque, simplemente, el detenido ejerce presión sobre fiscales y jueces, que estos consideran que no vale la pena mantener detenido a alguien que tiene poder, dentro y fuera del mundo criminal, que le puede ocasionar un daño a él o a su familia.
Me comentaba un residente de La Villa de Los Santos que en sus tiempos de muchacho era fácil contar con los dedos de su mano aquellos de su edad que consumían drogas. Ahora, según él consta, es a la inversa. Es difícil encontrar alguno que no esté metido en eso, no solo en la ciudad, sino en todos sus campos. El consumo de drogas, como sabemos, sería el delito precedente para muchos otros, sobre todo cuando le falta al adicto cómo adquirir su pase. Hace lo que sea: roba, secuestra, lava dinero, vende droga a otros, incurre en cuatrerismo y tantas otras cosas que percibimos en los reportes diarios de crímenes que se comenten en el país.
Ya el ministro de Seguridad de entonces, actual presidente, nos hablaba de cómo el negocio de la droga ha permeado a la clase política del país. Años atrás, hasta un diputado del PRD fue baleado por el ajuste de alguna cuenta. Recientemente, otro diputado de ese mismo partido fue condenado a 10 años de prisión por lavado de activos. En la actual Asamblea, así como en la anterior, hay personas relacionadas con esos delitos, que provienen del Panameñismo y Molirena.
Juan Carlos Varela llegó a identificar a 7 diputados involucrados en la ilícita actividad. Nunca hizo nada. Durante Cortizo se supo de varios de la Asamblea que andaban en la actividad, pero que hasta eran custodiados por el poder que tenían en la Asamblea, por unidades de la Policía o el SPI. En la actualidad las autoridades destaparon en una publicitada operación donde están involucrados algunos de los intocables de la era Cortizo. Existe mucho recelo de que al final todo quedará en nada.
Lo que ocurre es preocupante. Ese delito tan criminal como el de las drogas, además de envenenar a nuestra juventud, genera tanto poder que llega hasta a comprar políticos, policías, jueces y fiscales. A la par de los mismos se genera una actividad conexa como lo es el lavado de todo lo que se recolecta en esa prosperísima actividad. Para eso están cadenas de restaurantes finos, cadenas de salones de estética y belleza y sabrá Dios cuántos otros negocios convertidos en grandes lavanderías de todo el dinero sucio que se produce.
A la pregunta de que si las autoridades están cumpliendo su trabajo frente a este flagelo, diría que, mientras sigan en negación y concluyan que el fenómeno de tantas muertes por drogas y de repetidas incautaciones se deba a ajustes de cuentas entre narcotraficantes, estaremos ignorando la tremenda penetración que ese bajo mundo ha logrado dentro de la sociedad panameña, que incluye ricos y pobres, a políticos y toda clase de autoridades.
Las políticas de prevención que veíamos antes han desaparecido. Cruz Blanca, Pride, Teen Challenge u Hogares Crea ya ni se escuchan. Se deben multiplicar.
Todavía estamos a tiempo para evitar que Panamá termine siendo el nuevo Sinaloa.