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- 13/11/2013 01:00
Libertad y responsabilidad
La libertad de expresión es un derecho consagrado en el artículo 27 del texto constitucional panameño a través de dos enunciados básicos. El primero dice que toda persona puede emitir libremente su pensamiento por cualquier medio. El segundo alude a las responsabilidades en que se incurre en el ejercicio de esta garantía, cuando se afecte a la reputación y la honra de terceros, la seguridad y orden público.
Por lo general, la historia de la regulación y las demandas de un cumplimiento estricto de esta norma en cuanto al ejercicio periodístico están encaminadas hacia la parte superior de este numeral. Pero se omite advertir que la información es libre de emitirse, no obstante, ella encierra un conjunto de obligaciones que requiere guardar quien ejerce tal oficio.
La sociedad se asienta en un conjunto de deberes y derechos que acuerdan los ciudadanos y que comparten por igual. Esta correlación suele estar confundida, alterada, menoscabada, suplantada o ignorada. Sobre todo cuando un Estado entra en conflicto con el sector de la comunicación; entendiéndose como tal, los diferentes agentes que intervienen y hacen posible que la noticia, la opinión y otros géneros se concreten.
En esta coyuntura, suele ser el periodista quien con su quehacer, brinda la cara más expuesta en relación al producto que redacta: la nota, el reportaje, que en ocasiones afecta o indaga a algún individuo, grupo o instancia del poder —político, económico, religioso o de cualquier otra naturaleza— y provoca una reacción que se dirige a él o al medio que representa y que puede adquirir, incluso una expresión violenta.
Entre enero y el 31 de agosto del presente año, 19 periodistas y trabajadores de prensa fueron asesinados y hubo más de tres desapariciones forzadas en América Latina y el Caribe, de acuerdo a la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP) de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). La cifra total en 2012 fue de 45 fallecidos en ocho países de la región.
Este es un balance trágico para un oficio que tiene la misión de crear conocimiento sobre la realidad y divulgar aquello que acontece. Es una especie de paradoja; no importa cuán custodiado y garantizado esté el acceso a la información, pero su gestión implica riesgos a quien procura en función de tal principio, cumplir con esa necesidad de la ciudadanía.
Aunque el hilo sobre el que camina el periodista se hace delgado e inseguro, de acuerdo a los referentes que trata; es necesario que él se revista con dos herramientas básicas, la responsabilidad y la ética como garantías que fortalecen su misión y esclarecen el panorama noticioso.
En varios países se cuestiona en la actualidad el papel que cumple el conglomerado de la prensa. Se restringe su fortaleza; se intenta que sus capacidades no puedan estar al nivel de poner en peligro el status quo, la institucionalidad estatal o a algún interés con poderío suficiente para lograr beneficios a cualquier costa.
Estas circunstancias que han acompañado históricamente el ejercicio periodístico, suelen poner en una disyuntiva a la libertad y la responsabilidad, que con tino se hermanan en la carta magna de Panamá. No puede arroparse alguien con la primera para trabajar, sin considerar la segunda. Su divorcio, brinda en ocasiones, excusas para dar lugar a la persecución y al encausamiento.
En esta fecha dedicada a esta noble tarea en la búsqueda de los acontecimientos que deben quedar guardados en la mente de la población, se requiere resaltar la importancia de este compromiso con la verdad y con los esfuerzos por hacerla recta, transparente, luminosa y necesaria.
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.